— Papá... Puedo oírte fuerte y claro... No grites... — suspiré cansada.
— ¡LO LAMENTO! — mi padre volvió a gritar.
— Yamada, si no te callas haré que lo hagas a golpes... — diría el pelinegro el cual era amigo de mi padre.
— Oh, Sho-san... ¿Aquí no te llevas dos? — señalé un error de la cuenta que estaba haciendo él.
— Tienes razón... — tomó la goma y lo corrigió.
— ¡THAT'S MY GIRL! — le sacaría la lengua burlón al otro.
— Shh... — le volví a hacer señas para que hable más bajo y mi padre se volvió a disculpar.
— No me pagas lo suficiente...
— ¿Te pago?
— No sé por qué hago esto... — tomó la goma que había usado anteriormente y se la tiró en la cabeza.
— ¿No le gusta enseñarme, Sho-san? — Cookie, mi perrito se subió de un salto a mi regazo.
— Ah... Ya recordé... Es para que tengas futuro y no la necesidad de estar en la misma casa que él toda tu vida... — acarició mi cabello con las quejas de mi papá de fondo.
— No sea grosero con mi padre... — reí.
— Mmm... Bueno, rápido... Esta palabra es aguda, grave o esdrújula... — señaló una palabra que acababa de escribir debajo de la operación matemática que había hecho.
— ¿No estábamos en matemáticas...?
— ¡Ahora!
— ¡Esdrújula!
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— ¡Sho-san! No se quede dormido en la mesa... — desperté al ojeroso.
— Lo lamento... Hizahi ¿Te importa si uso tu cama?
— Claro que no, puedes usarla — sin decir otra palabra, el pelinegro fue a la habitación.
— No me gusta eso de "héroe nocturno"... No me parece bueno para la salud de Sho-san... Debería regular sus horarios... Solo falta un año para que empiecen a enseñar en la U.A... — suspiré y luego vi como mi padre se tensó.
— Si... Sobre eso... — empezó a jugar con sus dedos — ¿No te gustaría estudiar allí?
— ¡¿Q-qué?! ¡¿P-p-por q-qué?! — tuve que acomodar mis anteojos ya que del brinco de sorpresa que di estos se habían descolocado.
— ¡YEAH! ¿Por qué no? — me tomó de las manos y me sentó junto a él.
— Y-yo... No estoy n-nada capacitada... — miré a Cookie el cual estaba recostado en mis piés.
