X.

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Dos semanas tristes y solitarias pasaron sin que Alejandro se presentara a la casa de David. El mayor se preguntaba el por qué, y, en el fondo, estaba preocupado por el muchacho. Se decía que solo era preocupación, pero no podía engañarse a sí mismo.

El sol de mediados de Julio estaba más fuerte que nunca, tal vez Alex no volvía por eso. Hacía demasiado calor para que el chico caminara tanto y luego se quedara horas y horas bajo el sol, dibujando.

David había comenzado a perder las esperanzas de volver a verlo, cuando una mañana se encontró a Alejandro merodeando nuevamente por la valla de su casa. Con una sonrisa que difícilmente podía ocultar, casi corrió a recibirlo.

─¡Alex! ¿Cómo has estado?

─¿Qué tal, hombre? ─preguntó Alejandro, devolviéndole la sonrisa─. Pues aquí andamos, con calor. ¿Y tú?

─Igual. Pasa, pasa, hoy he hecho budín de limón. Cosecha propia.

─Escucha, David, hoy no podré quedarme mucho tiempo. Debo volver con mi abuelo temprano.

─Claro, claro, no hay problema. Oye, ¿por qué no has venido estos últimos días? ─le preguntó, mientras abría la puerta de casa y dejaba pasar al menor, quien ya conocía el camino a la cocina de memoria.

─¿Me has extrañado, David? ─preguntó Alex en tono burlón, mirándolo con una ceja elevada. David pudo sentir cómo la sangre le subía a la cabeza y ponía hasta sus orejas coloradas.

─Debo admitir que he echado de menos tu molesta presencia.

Alex soltó una corta y alegre risa  mientras negaba con la cabeza. David, sin quererlo, sonrió ampliamente al verlo tan feliz.

─Yo también te he echado de menos.

Para evitar que Alejandro viera lo alterado que estaba, David rápidamente le sirvió un vaso de limonada y colocó unas rebanadas del budín de limón en un plato. Mientras Alejandro bebía un sorbo del líquido, David se dedicó a observarlo. Se lo veía más flaco y más pálido, pero tal vez era producto de su imaginación, o algún juego con la luz débil que entraba por la ventana.

─No me has contestado ─rompió el silencio, mirándolo fijo. Alejandro le devolvió la mirada, pero rápidamente la evitó y la dirigió al budín sobre la mesa.

─¿A qué te refieres?

─¿Por qué no has venido últimamente?

Alejandro se encogió de hombros, luego se estiró y tomó un trozo de budín que llevó a su boca. Lo probó y, después de unos segundos, hizo una especie de baile en su lugar.

─¡Está muy bueno! Eres muy buen cocinero, David.

Él entendió que el menor no quería hablar del tema, por lo que lo dejó pasar. Ya iba a conseguir sacarle la verdad a Alex, pero por el momento, iba a disfrutar de su compañía.

lemon trees; fargexby!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora