XII.

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El sol se estaba ocultando entre los árboles de limón, y Alejandro se moría por hacer la pregunta que tanto le andaba rondando la cabeza hacía días. David, a su lado, sin saber todo lo que ocurría dentro del menor, seguía observando el cielo y deleitandose con el paisaje que este ofrecía. En el firmamento, la primera estrella comenzaba a hacerse visible y titilar sobre sus cabezas.

─Oye, David.

─¿Mm?

─¿Te has enamorado alguna vez?

La pregunta lo tomó por sorpresa, y, aturdido, se quedó callado por unos instantes. La brisa de verano hacía cosquillas en su rostro y sacudía las copas de los árboles, inundando todo con su fragancia fresca. Inhaló, cerrando los ojos, y cuando los volvió a abrir, clavó la mirada en Alejandro, quien lo observaba con detenimiento desde su lugar, a su lado.

─Una vez. Hace mucho, pero no terminó muy bien. ¿Y tú, te has enamorado?

─Creo que sí.

─¿Cómo que crees que sí? ¿No estás seguro acaso?

Alejandro se retorció en su lugar, un poco incómodo. Estaba nervioso, y sabía por qué. Solo esperaba que todo saliera bien. No quería que le rompieran el corazón otra vez.

─Es que es algo confuso. Me gusta mucho, me encanta la forma en la que se preocupa por mí, cómo se molesta con mis bromas estúpidas, y cómo siempre se interesa por mí y por lo que hago. Es una buena persona pero creo que él no lo sabe, o no se da cuenta de lo agradable que es. Me gustaría que lo supiera, ¿sabes? Pero es complicado.

─¿Por qué lo es? Solo dile que te gusta y ya, hombre. Ánimo.

A David le dolía, pero tenía que ser un buen amigo y apoyar a Alex a estar con la persona que le gustaba. Ya no le daba miedo admitir que el menor le gustaba y que quería lo mejor para él, y entendería a la perfección si él no sentía lo mismo. No iba a hacerse esperanzas donde no había. 

─Vale.

Se produjo un nuevo silencio. David seguía contemplando el cielo, acostado en el césped, y Alejandro, sentado a su lado, escribía algo en su libreta. Sus manos temblaban, pero rogaba con todas sus fuerzas que David no lo notara.

─Oye, David.

─¿Mmm?

─Me gustas mucho.

David dejó de respirar por una fracción de segundo. Abrió los ojos, completamente sorprendido, y con lentitud, se sentó. Frente a sí, contempló a un nervioso y tembloroso Alejandro, con los ojos brillosos por las lágrimas que amenazaban con salir.

─Tú también me gustas mucho, Alex. De verdad me gustas.

Y con aquellas palabras, como si fueran un interruptor de algún mecanismo dentro del joven, Alejandro se puso a llorar con fuerza, y se tiró a los brazos del mayor, abrazándolo. David, con manos temblorosas, le devolvió el abrazo y le acarició la cabeza, rogándole para que dejara de llorar y susurrándole cosas bonitas al oído para calmarlo.

En cuanto Alejandro se relajó, se separó de David y le regaló la sonrisa más bonita, pero triste, que el mayor había visto. Y aquella misma sonrisa, por algún motivo, estaba seguro de que nunca iba a sacársela de la cabeza.

lemon trees; fargexby!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora