Solución

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Después de la conversación, el emperador no tardó en actuar. Al día siguiente, visitó temprano la habitación de Zed, que, a pesar de tener todas las comodidades posibles, se sentía en una cárcel.

La puerta se abrió, Kayn entró con la elegancia que lo caracterizaba. Se encontró con Zed sentado a mitad de la cama, con la mirada perdida, se veía infeliz. Se acercó con paciencia, esperando que le devolviera la mirada, pero no lo hizo, se mantuvo en la misma posición.

—Buenos días, Zed. —Dijo. —¿Tienes cara de muerte? ¿No dormiste bien? —

—¿Dormir? —Preguntó. —Intenté escapar toda la noche, pero tienes un excelente sistema de seguridad. —

Kayn frunció el ceño.

—Pensé que teníamos un trato. —Espetó. —¿Por qué eres tan impaciente? No es mi intención tenerte aquí solo porque se me antoja, ya lo hablamos. —

—Lo sé, Kayn. —Espetó. —Puedo llamarte así, ¿Cierto? —

—Claro, tienes permiso. —

Kayn se sentó a su lado, no podía quitarle la mirada de encima. Sin embargo, Zed seguía sin devolverle la mirada, el emperador comenzaba a irritarse, ya no estaba acostumbrado a las insolencias, y solo tenía un poco más de paciencia porque quien estaba a su lado le era importante.

—¿Hay otra razón por la que estés así? —Preguntó Kayn. —¿O solo necesitas dormir? —

Finalmente el albino se dignó a mirarlo, mas desvió la mirada enseguida.

—Cada vez pierdo más la memoria, es desesperante. —Confesó. —Y no puedo dejar de pensar que todo es tu culpa. —

Tal vez, así lo era.

—Puedo arreglarte. —Dijo Kayn. —Pero tienes que dejar de verme como un enemigo, maldita sea. —

Kayn tocó su hombro y lo acarició. El tacto del emperador hizo sobresaltar al albino, sus músculos se tensaron mas no se alejó para evitarlo. Por alguna razón, sentir la mano de Kayn lo hacían sentir bien, aunque un poco raro, era casi familiar.

Una esencia, un recuerdo tal vez.

—¿Vienes a verme porque quieres llevarme a algún lugar? — Preguntó Zed.

—Exactamente. —

Kayn se acercó un poco a Zed, lo olió descaradamente.

—¿...Qué haces? — Preguntó el albino.

—No hueles tan mal para ser un humano con casi nada de ora en su cuerpo. —Dijo. —De hecho, si tan solo pudiera... —

El emperador estuvo a punto de pasarse, se detuvo antes de arruinar la poca confianza que había conseguido.

—Olvídalo. Ordenaré que te lleven a tomar un baño y te traigan algo de ropa. Los jabones de mi palacio son de ora, así que, recuperarás un poco más de tu olor original. —Dijo. —Luego te llevaré a un lugar para que te calmes, no puedo ayudarte a recordar con esa actitud. —

Kayn se retiró, convencido de que hacía lo mejor. Regresó en un rato, cuando recibió el aviso de sus subordinados.

—¿Estás listo? —Preguntó Kayn mientras entraba sin pudor.

—No. —

Frente a sus ojos, Zed estaba de espaldas, con el cabello suelto sin nada que cubriera su trasero. A penas entró, el albino buscó la toalla que usó para cubrirse, y lo miró molesto.

—¿Acaso el emperador no tiene modales? Aún no estaba vestido. —

Kayn había olvidado que Zed tenía muy buenos atributos, aparte de sus pectorales.

Odisea de dos [Zed x Kayn]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora