The Other Side Of Love

Imprevistos

Es un día caluroso, pero lindo. Max me llamó para juntarnos, quiere tener una cita conmigo. Han pasado ya 2 semanas desde que les dijimos a nuestros padres y todo marcha de maravilla.

Llegué a nuestra heladería favorita, "Sabores Locos", pues es el punto de reunión que decidimos. Queda muy lejos, a comparación con el parque, pero no pienso seguirme quemando con el imponente sol un segundo más.

Me fascina el clima templado, jamás me ha agradado tanto el calor debido a que tengo muchas calorías en mi cuerpo. Tampoco soy de utilizar suéter o bufanda -ni siquiera cuando hay muchísimo frío-, por lo que escogí usar un vestido corto (a la rodilla) de color rojo, zapatillas negras y una torerita azul. ¡Un conjunto perfecto!

Después de pedir un pequeño helado de vainilla, divisé una banca en la cuadra contigua, casualmente ubicada a la par del grueso tronco de un viejo árbol gigante, el cual proyecta una sombra increíble, no dudé ni un minuto y caminé hacia aquel sitio. Al sentarme, noté que tiene una vista total del lugar, puedo mirar sin ningún problema cuando alguien se acerca a la heladería, lo que me facilita el esperarlo y ver cuando se aproxime. Claro, lo que es mejor, sin recibir quemaduras en mi delicada piel.

Empiezo a aburrirme, los minutos transcurren lentamente y él no aparece, ni un rastro suyo por alguna parte. Además, "paciencia" es una cualidad que no poseo y lo sabe perfectamente. ¡No entiendo por qué tarda tanto!

~"Bueno, si me termino el helado antes que venga, me voy de aquí"~ pensé.

No estoy dispuesta a seguir esperando y perder más mi valioso tiempo, pero cuando lo encuentre, seguramente me las va a pagar por dejarme plantada.

Justo en el momento que disponía irme, escuché a alguien gritar fuertemente mi nombre. Entonces al levantar la vista...

¿Adivinan a quién vi? Sí, a Max.

Venía corriendo como alma que lleva el diablo. Incluso, se tropezó con una niña que cabal iba pasando por ahí. ¡Pobre niñita! Sin embargo, le dolió más a él que a ella, ya que por concentrarse en tratar de esquivarla, no se percató del grueso poste que había enfrente y se estrelló, pero no sólo eso, rebotó como pelota. Quedó tendido en el suelo, siendo el centro de atención de las miradas curiosas de bastantes personas.

Me asusté al observar la fuerza del impacto, sé que se hizo demasiado daño, por lo que salí disparada inmediatamente a su lado. Primero, lo levanté con inmenso cuidado, la cabeza es una de las partes más delicadas del cuerpo.

Parecía estar ebrio al principio, como creí se había descontrolado. Gracias a Dios, pronto estuvo consciente. Lo cual me tranquilizó.

-Amor, ¿estás bien? -Interrogo con preocupación-.

-Sí, no fue algo tan grave. -Contestó, sin poder evitar hacer una mueca de dolor y tocarse la cabeza-.

-¿Cómo que no fue algo tan grave? -Pregunto irónicamente-. ¡Hasta rebotaste!

-Bueno, tienes razón. Tal vez sí fue duro el golpe. -Aceptó-.

-Vamos, necesitas sentarte. -Digo en tono de orden-.

Asintió y comenzamos a caminar muy despacio hacia la banca donde estaba instantes atrás.

Él se sostiene con mi cuerpo, mientras que yo me esfuerzo por ayudarlo a mantenerse de pie y que no caiga, pues temo que vuelva a ocurrir. No sé exactamente cuánto se haya lastimado.