— ¿Eh?
— Tu nombre. Dime tu nombre, por favor.
Esta era una de las situaciones que, si me la hubieran planteado un par de semanas atrás, no habría creído ni una palabra. Algo imposible, irreal, tan ficticio como el final del universo.
Que yo, Craig Tucker, ese al que aparentemente nada le importa, le esté pidiendo algo así a un completo extraño.
Para entender esto voy a retroceder unos minutos atrás.
Estaba tranquilo, caminando por las calles de la ciudad. Un bonito sábado sin trabajo en el que no tengo nada que hacer; ideal.
Y de repente le ví, caminando en dirección contraria a la mía. No necesité ni dos segundos para reconocer de quién se trataba; no hay manera de que no pueda reconocer esos rasgos que he tatuado a fuego en mi corazón. Esas pestañas largas, la nariz respingona y cada centímetro de piel recubierto de pecas. Mi Remiel, mi querido y amado Remiel, acudiendo una vez más a mí vida sin pedir nada a cambio.
Él fue el que inició la conversación. Él también me reconoció al instante. Y en ese momento fue cuando supe que esta vez, iba a haber algo diferente.
— Mi nombre, ¿Por qué tanto interés?
— Bueno, tantos encuentros no pueden ser solo casualidad. Deberíamos conocernos.
Su sonrisa hace que mi presión sanguínea suba por los cielos y de repente todos los colores son más nítidos.
— ¿Qué nombre me pondrías tú?
Qué nombre te puse desde el primer momento en el que te vi, mejor dicho.
— Remiel. —Lo digo sin titubear. Y por su reacción, no le desagrada. No, de hecho creo que le gusta.—
— Es muy bonito. Así que, llámame Remiel. Me gusta más que mi nombre de verdad.
— ¿Por qué?
— Mi nombre es muy común. No me gustan los nombres comunes. Hacen que las personas tengan expectativas comunes.
Por su forma de expresarse, me quedan dos opciones: o aún es joven, o tiene demasiado carácter. Quizás las dos. Ser joven siempre viene de la mano del carácter fuerte, de esas expectativas de comerse el mundo. Seguramente en un par de años se desvanecerá todo ese brillo de sus ojos. La realidad siempre llega.
— ¿Qué son expectativas comunes?
— Haces muchas preguntas, ¿Eh? —Sonríe y se lleva una mano a la melena rubia; hoy no la lleva recogida, cae libremente y sin reparo alguno— Expectativas comunes, ya sabes. Que trabajes en una oficina, ganes dinero pero no una cantidad exagerada ni muy baja, que tengas una esposa preciosa y que con ella engendres a un niño y a una niña, que serán la alegría del hogar y crecerán para ser grandes personas comunes con nombres comunes y vidas comunes. Es un ciclo sin fin, ¿Sabes? El pez de nombre común que se muerde la cola.
— No veo que eso sea malo.
De hecho, es la vida que deseaba no mucho tiempo atrás. Es la vida que siempre me han dicho que tenía que llevar si quería ser feliz. Y ahora que lo pienso; siempre fui un chico de nombre común, con expectativas comunes. Nunca he sido nada interesante, y en el momento en el que pude aprovechar para cambiar ese hecho, lo desaproveché totalmente.
— No he dicho que sea malo.
— ¿Entonces?
— Simplemente no es para mí.
— Estoy seguro de que aún eres joven como para saber qué es para ti.
— ¿Qué tiene que ver mi edad con lo que soy?
En su rostro se forma una mueca, fruto de la confusión y la máxima ironía habida y por haber.
— Es broma. Quizás tienes razón; ahora puede ser que diga todo esto, pero cuando cumpla veinticinco quizás será todo lo que desee. No puedo preguntarle a mi yo del futuro estas cosas.
Nunca he estado tan interesado en las palabras de alguien como lo estoy en las palabras de Remiel. Su voz me envuelve con todo el cariño y la delicadeza del mundo, y sus palabras me acarician en los lugares exactos.
— Quién sabe, solo tengo diecinueve años. Tengo toda la vida por delante, ¿No crees?
Espero que así sea.
— ¿Cuántos años tienes tú?
— Ahora eres tú el de las preguntas, vaya.
Remiel rueda los ojos y acto seguido me mira con su condenada sonrisa angelical.
— Cumplí veintisiete hace poco.
— Ah... Pareces mucho más joven la verdad.
— No sé si eso es un cumplido o un insulto.
Se encoge de hombros. Sus movimientos siempre son despreocupados y fluidos, tanto que parece que cada pequeña acción ha sido ensayada hasta la saciedad, como si se tratara de una coreografía.
— Sabes, se me ha ocurrido una cosa. —El brillo en sus ojos es casi cegador.— Puedo decirte mi nombre, ahora que no hay manera de que tengas expectativas comunes sobre mi.
— Está bien, dímelo.
— Pero tengo una condición.
Estaba claro que no iba a dejarlo tan fácil. Parece que se divierte con esta situación; sabe que él es el que lleva el control de todo lo que pasa, y estoy más que seguro que le encanta la sensación.
— Vamos a tener una cita.
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Numen;; crenny
FanfictionLa eterna búsqueda de inspiración de Craig Tucker termina en el momento en el que sus ojos se cruzan con los de ese extraño en el tren, ese que va a romper todos sus esquemas sin ni siquiera intentarlo. «numen: nombre masculino 1. Inspiración que s...