Prefacio.

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Adara observaba la pequeña maceta entre sus manos, debatiéndose internamente que haría con el regalo de su madre: dárselo a su melliza o conservarlo y terminar matando al pequeño cactus.

Observó su madre por el retrovisor, tenía pequeñas arrugas alrededor de los ojos, prueba -mas que del paso del años- de que siempre llevaba una sonrisa adornándole el rostro. Volvió la vista a la pequeña plantita, era un pésimo regalo de su parte, las plantas y ella no se llevaban bien, apenas podía con su vida y su madre le había regalado algo más para cuidar. Cuando regresó la vista al retrovisor sus ojos y los de su madre se encontraron. Sin duda alguna la extrañaría.

Al llegar al aeropuerto Renee lloró lo suficiente por todas. Isabella, su hermana, abrazó a su madre con cariño. Aunque lucia algo incomoda, trató de no hacer muy corto el abrazo. Adara por su parte, la abrazó con fuerza, pero solo unos instantes, odiaba las despedidas.

—Pueden volver cuando quieran, las recibiré con gusto. —les dijo con la esperanza de que recapacitaran.

—Mamá, queremos ir.

—En serio, estaremos bien. —añadió al escuchar el tono poco convincente de su hermana. —Nos veremos pronto, mamá, te amamos.

Tomó sus maletas y caminó lejos de su madre antes de que pudiera seguir con el discurso de despedida. Después de unos pasos sintió la presencia de su melliza.

—No suenas muy emocionada por volver a ver a papá.

—No es eso, sabes que odio empezar de cero.

—Concuerdo contigo, no quiero ser el centro de atención.

Ambas dieron por terminada la conversación, ninguna quería hablar al respecto, sabían que no congeniarían en sus opiniones: Bella estaba aterrada mientras que Adara estaba -en el fondo- entusiasmada.

Todo el viaje camino a Forks lo pasaron sin conversar, Bella absorta en sus pensamientos, mientras que Adara, por el contrario, trataba de mantenerse ocupada el mayor tiempo posible.

Cuando llegaron, Charlie, su padre, las esperaba con una sonrisa discreta, internamente brincaba de alegría por tener de nuevo a sus chicas con él, pero era bastante penoso para admitirlo en voz alta, por lo que cuando estuvieron a su alcance solo les dedicó un pequeño abrazo.

—Dime que trajiste tus ahorros. —susurró. Su hermana asintió con la duda reflejada en el semblante. —Necesitaremos un auto, no quiero ser siempre escoltada por el jefe Swan.

Adara no pudo evitar reír cuando Bella señaló el coche de patrulla con su mirada. Se preguntó cuál sería el motivo, le agradaba la idea de llegar en el imponente vehículo, sin duda nadie las molestaría. No contaba con el hecho de que el pueblo era muy pequeño y todos sabrían que eran las hijas del jefe de policía.

Adara vio por la ventana del asiento trasero la casa de su padre, no era nada del otro mundo, una fachada sencilla, dos pisos y un gran árbol al frente, recordó como de niña había deseado que fuera la base para una gran casa del árbol.

Bajó en cuanto escuchó el resto de las puertas abrirse, tomó sus maletas y caminó por la vereda tras su padre y con su hermana a sus espaldas. Al entrar se quedaron quietas en el vestíbulo, intercambiaron miradas solo un momento, la casa lucia igual que cuando eran niñas, parecía que el tiempo se había detenido desde que Renee se había ido. Una ligera marea de tristeza y pena inundó el lugar.

—Les hice un espacio en el baño, una repisa para cada una. Sus habitaciones siguen siendo las mismas.

Sus miradas se volvieron a cruzar por un momento, fue como si compartieran el pensamiento, ambas sabían a lo que se refería, pero no pudieron evitar pensar en que todo seguiría igual en sus cuartos: como si el tiempo no hubiera pasado.

La habitación de su hermana daba al frente de la casa y era la mas cercana a las escaleras, mientras que la ella estaba del otro lado del pequeño pasillo, pasando el baño y el cuarto de su padre, su parte favorita era la vista de la ventana: directo al bosque.

Sin ganas de perder el tiempo comenzó el arduo y aburrido trabajo de desempacar y acomodar todo, no le gustaba la ubicación de los muebles.

  

Cuando la tarde llegó su padre las llamó desde el piso de abajo, ambas bajaron rápidamente y al no ver a Charlie en la sala de estar salieron. Un chico alto, de piel morena y cabello largo las veía con una esplendida sonrisa, frente a él se encontraba un hombre en silla de ruedas. Adara trató de hacer memoria, le parecía que ya los había visto antes.

—¿Recuerdan a Billy Black? —ambas chicas asintieron saludando al susodicho, aunque no recordaran muy bien a aquel hombre. Después de una breve pausa agregó: —¿Y qué tal, les gusta?

Ambas chicas se giraron a ver a Charlie quien señalaba una vieja, pero muy fuerte camioneta, al menos así lucía.

—No tuve tiempo de buscar un auto para cada una por lo que pensé que no les molestaría compartir por un rato. Billy y su hijo Jacob se encargaron de que estuviera en perfectas condiciones por lo que no deben temer por percances.

—Es perfecta, papá, estaremos bien. —habló por ambas, asumiendo que a su hermana le gustaba tanto como a ella.

—Tu conducirás, ¿cierto? —preguntó al verla cerrar la puerta del piloto.

—Ada, todo el mundo sabe que eres un peligro al volante.

Sonrió como si no fuera la gran cosa, aunque no pudo evitar recordar la vez que casi atropella al esposo de su madre por accidente. Era demasiado despistada y descuidada para manejar.

—Es un alivio que mañana no seremos escoltadas por el jefe Swan.

Se giró en dirección a la caja de la troca, vieron a Billy y Charlie jugar en mitad de la calle, Adara supuso que el pueblo siempre estaba así de tranquilo y andar corriendo fuera de la acera no presentaba un riesgo.

Cuando regresó la vista al frente se dio cuenta de que su hermana y Jacob entablaban una conversación. Trató de no reaccionar muy sorprendida por la nueva actitud conversadora de su melliza. 

Jaspe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora