II.- Bibliófila

207 29 12
                                    

[𝘱𝘦𝘳𝘴𝘰𝘯𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘦 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦 𝘶𝘯 𝘨𝘳𝘢𝘯 𝘢𝘮𝘰𝘳 𝘢 𝘭𝘰𝘴 𝘭𝘪𝘣𝘳𝘰𝘴​]



El amanecer se vio sorprendido al reflejar su luz en el rostro ya despierto de Milah.

Aunque Vanya fue la desafortunada en presenciarlo de la manera menos tranquila. Su agudo grito se escuchó por todo el pasillo, lo que menos hubiese esperado ver al despertar era el rostro malicioso de su hermana observándola desde muy cerca.

Por supuesto, fue ignorado por el resto de sus hermanos, ellos muy apenas y las notaban. Pero Milah apreció sus curiosas miradas al verla sin rastro de sueño, que era su fiel acompañante durante las primeras horas de la mañana. Se concentró en el delicioso aroma del desayuno y en las típicas acciones de los demás durante esa hora; sentía curiosidad por aquellas furtivas miradas que Allison y Luther se daban, al igual que lo que Klaus hacía por debajo de la mesa.

Diego siempre se entretenía con un cuchillo, como Ben, quien invertía su tiempo en alguna lectura. El único normal era Cinco, el que no tuvo un nombre por capricho, tan sólo se concentraba en su desayuno y era de los primeros en partir a practicar sus poderes. Milah apartó rápidamente la vista de él cuando los ojos verdosos se dirigieron hacia ella.

Un no tan extraño revuelo en el estómago le impidió continuar con el desayuno. Volvió a ver a Cinco, esta vez más cautelosa, y no se sorprendió en verlo otra vez concentrado en su actividad, se veía tan ajeno, actuaba a modo que nunca la hubiese notado, como siempre. Milah a veces indagaba si él sentía la misma incómoda sensación en su estómago y una invisible chispa cada vez que sus miradas se encontraban.

Milah solía pensar incoherencias entre menos comía.

Una vez que el audio, que siempre escuchaban como fondo en cada comida, finalizó, los niños extraordinarios se levantaron de su asiento y caminaron hacia la sala de entrenamiento.

—¿Vendrás a tiempo para el siguiente concierto? —le susurró su hermana mentras tomaba un último panecillo y lo escondía.

—Jamás me perdería alguno —sonrió mientras aun masticaba un último pedazo del desayuno.

Vanya se fue de ahí satisfecha con su respuesta. Milah logró acabar de comer con la tranquilidad que había perdido a mitad de éste, terminó de beber su jugo de naranja y giró hacia Reginald. Más de una vez intentó ver lo que contenía la libreta que siempre cargaba, estaba forrada de cuero rojo, llamativo para cualquiera. Y en todos sus intentos, siempre fue atrapada apenas y quería echarle un vistazo.

—Te veré en diez minutos en la biblioteca, Cero —la voz del hombre resonó por todo el salón. Milah asintió, energética, y salió corriendo hacia el lugar acordado.

La biblioteca era su tercer lugar favorito de la academia, siendo las habitaciones de Vanya y ella los dos primeros. Era un acogedor y antiguo salón, sus paredes estaban repletas de estanterías donde se podían encontrar lo más increíbles libros, además de contar con libreros inmensos. Milah se sentía lo más cerca del cielo cada vez que entraba.

Caminó con tranquilidad por cada espacio, buscando un nuevo título que llamase su atención o que tuviera rastro alguno de polvo para saber por dónde empezar el trabajo. Hasta que se detuvo frente a un inmenso tomo sobre animales, recordó su parentesco imaginario con los pandas y la emoción de saber más de ellos incrementó cuando Reginald entró a la habitación.

—Tu insensatez no ha disminuido, Número Cero —Milah lo tomó como un cumplido y sonrió hacia el hombre. Él tan sólo caminó a ella, con la espalda recta, intentando tomar una postura intimidante.

Aquello que hacemos nunca es comprendido, sólo es acogido por elogios o crítica —recitó. Nietzsche era el filósofo favorito de su padre. Decía alguna de sus frases cada vez que la oportunidad se le presentaba— ¿Empezamos? —apreció la pequeña curva de la boca de su padre. Le había hecho sonreír, aunque apenas y fuera notable, y ella sentía que había ganado algo mejor que un superpoder.

Buscó un pequeño buró donde se guardaban trapos para limpiar los libros. Había dejado el tomo sobre este y se encaminó hacia la repisa más cercana, donde la física era el único tema que abarcaba. Milah se sentía intrigada ante tal ciencia, lo único que entendía eran las leyes de Newton y gracias a que quiso saber que tenía que ver una manzana con ello. A veces solía tomar uno por aburrimiento en un intento de por entender algo, pero siempre terminaba hojeando el libro para después volver a los libros de poesía.

Tomaba cada libro con delicadeza, eran obras de arte (algunas más antiguas que otras) que requerían de sumo cuidado.

Reginald no tardó en tomar un libro y entregárselo a Milah, la niña lo tomó dándole una sonrisa. Limpió con sumo cuidado la tapa dura forrada de cuero verde, sus detalles dorados lo hacían resaltar más y ella supo que él le estaba recomendando ese libro.

—Deberías de considerar leer algo más que historias de fantasía, Número Cero —siempre decía lo mismo, pero Milah encontraba nuevos libros cada vez que el hombre sugería lo contrario.

—Deberíamos de hacer esto más a menudo —sugirió, mirándolo y sin dejar de limpiar una repisa.

Y volvió a apreciar la pequeña curva en su boca.

Serendipia |The Umbrella AcademyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora