cinco

7 0 0
                                    

Microfic basado en el fanart sacerdote-oni(?)

•'•'•

Según lo que dijo la sacerdotiza, el niño había nacido con un don, un poder que le daría dicha a sus seres queridos.

Impulsado por esa creencia, el señor de la casa imperial decidió emprender una guerra expansionista para incrementar sus tierras y riquezas.

Sin ningún aviso, dio inicio a una disputa encarnizada contra los pueblos y ciudades que rodeaban su imperio. Primero hizo unas alianzas estratégicas, las que, cuando hubo conseguido lo que pretendía, decidió anular unilateralmente.

Esa codicia, hizo que muchas vidas se perdieran, que tierras, aldeas y sembradíos fueran arrazados.

Al final, el dolor y el caos ocasionado, volvió sobre los que lo provocaron. Al poco tiempo, la familia imperial que se adueñó de territorios vecinos por la fuerza, entró en conflictos internos, eso afectó sus últimas y más fieles alianzas políticas y ocasionó serios problemas económicos y revueltas por las cuales fué perdiendo influencia y poder.

Las luchas internas que consumieron el control, no pudieron ser dominadas, destruyendo todo a su paso. En ese implacable avance la casa principal sufrió un terrible incendio a manos de movimientos rebeldes y como consecuencia, hasta el rostro del niño que era resguardado como un talismán quedó marcado, la sacerdotisa que predijo su dicha, murió.

Debido a esa desgracia, la superstición de la gente cambió de rumbo y debido a su ignorancia, los rumores respecto a que el niño estaba maldito comenzaron a surgir incrementándose progresivamente. Sus ojos bicolor que antes causaban admiración, ahora  producían rechazo y hasta pavor.

Para librarse del peso de esa maldición imaginaria  y por recomendación de sus consejeros, el decadente emperador decidió desterrar al niño, enviarlo a un templo aislado en unas montañas lejanas y dejarlo allí como ofrenda. De esa forma, esperaba que esa vida aplacara la ofensa hacia los dioses y su casa volviera a recobrar la prosperidad de antaño.

Así se hizo y el niño fué abandonado al cuidado de un viejo monje. Perdido entre montañas inaccesibles, creció Shouto, tranquilo y feliz acompañado del amable monje, su maestro.  
En su adolescencia, se despidió del anciano que lo quiso como un hijo pero que cansado por los años, durmió una noche y no despertó. El silencioso joven le enterró en un claro del bosque cercano y quedó solo.
Pasó un tiempo cuidando el templo, pero ya sin su maestro quedarse allí solitario, no tenía  sentido.
El viejo monje le había hablado una vez de un valle secreto entre las montañas pero no le había dejado explorarlo ya que era peligroso, sin nada más que perder se internó en las tierras desconocidas y se extravió. Después de varios días de caminata sin rumbo, una mañana al despertar, encontró un niño rubio que le ofreció agua para beber.  Después de gradecer en un murmullo, espabilo el cansancio de su cuerpo y pudo ver mejor a ese niño, no era un niño cualquiera. Sus ojos eran carmesí, tenía pequeños colmillos, orejas puntiagudas y un par de pequeños cuernos claros adornaban su frente. Era un Oni, un demonio guardián de esos bosques.
También estaba solo y aunque trató de evitarlo, gracias a una fuerte lluvia, lo siguió y se terminó colando en una especie de madriguera. Era un hueco en el tronco de un enorme árbol, allí vivía ese niño y allí terminó pasando la noche, tibio y envuelto en pieles.
A pesar que el Oni era bastante mal humorado y gruñón, era muy amable con él por lo que el joven monje lo encontró entrañable y agradeciendo todos los favores que le había hecho decidió marcharse en la mañana.
Al parecer él no era el único que apreciaba la compañía, ya que gruñiendo entre dientes como un pequeño animal salvaje, el pequeño le tiró de las ropas y cortó su camino repetidas veces para que se quedara.
Shouto, que no tenía nada que perder aceptó la petición y agradeció nuevamente por la hospitalidad, después de la muerte de su maestro, había pasado un largo tiempo solo por lo que la compañía de ese misterioso ser fue muy agradecida.
Así pasaron juntos los días, que casi sin darse cuenta, se volvieron meses y años. Ambos se hicieron muy buenos amigos. El pequeño Oni le enseñó la belleza de ese espeso y mágico bosque y el monje le enseñó a hablar, escribir y leer.
Así pasó el tiempo. Shouto ya había perdido la noción de cuánto.
Los días siempre parecían nuevos e interesantes y en compañía del Oni su vida era muy tranquila y apacible, sin embargo, él era humano, extrañaba hacer música con los instrumentos que tenía en el templo, leer los libros de los que le contaba al rubio pero que no podía mostrarle, varías veces había fantaseado con viajar, más aún en su compañía, pero sabía que no podría hacerlo.
Percibía cuánto ese Oni amaba su bosque, además, esconder sus cuernos sería imposible.
Esa noche, mientras observaba la luna con una mirada nostálgica, el rubio se le acercó y dijo.
-Si te irás, primero quiero algo de tí-
Shouto le miró sorprendido, no esperaba que supiera lo que estaba pensando. Trató de decir algo pero el rubio se aproximó apresurado, enredó los dedos entre sus largos cabellos y estrechó los labios contra los suyos para morderle después, no muy fuerte.
De pronto el joven monje se dió cuenta que el pequeño Oni ya no era tan pequeño, en el tiempo que habían pasado juntos había crecido, era prácticamente de su tamaño, su cuerpo estaba más tonificado que el suyo y en lugar de un pequeño guardián del bosque ahora era un demonio que podría amedrentar a cualquiera. Su mirada rojiza en medio de la noche era casi amenazante, como si quisiera devorarle y quizá lo haría.
-Katsuki- murmuró, ese era el nombre que ambos habían escogido para él.
-Te dejaré ir- dijo el demonio en tono serio y casi ronco. -pero primero me darás tu cuerpo a cambio de mi benevolencia-
Era verdad, él había entrado en su bosque, bebido de su agua y comido de los frutos de la tierra que resguardaba sin sufrir ningún daño. Había sido ayudado y acogido como en un hogar, tal y como lo había recibido su antiguo maestro y aunque había prometido dar la pureza de su cuerpo y alma a los dioses. Quizá lo justo sería dejarse devorar por ese demonio, al que le debía su bienestar durante el tiempo que vivió en sus tierras.
-Está bien- dijo con voz segura, decidido a honrar sus deudas y esa noche de luna llena fué devorado.
°~°~°~°
La luz de un nuevo amanecer hizo que abriera los ojos, no había muerto, había sido seducido y ahora su amante descansaba plácidamente a su lado cubierto por suaves pieles. Los cuernos de su frente se habían desprendido y aunque sus ojos rojizos aún se asomaban entre rubias pestañas, su aspecto además de las pupilas carmesí era completamente humano.
Esa mañana después de amarse un poco más y comer unas frutas frescas partieron a conocer el mundo.

Quizá la sacerdotisa que vió fortuna en su futuro tenía razón, después de todo, en ese momento, caminando al lado de ese Oni, ahora su compañero de por vida, se sentía el ser más dichoso de la tierra.

TodoBakumonth [Microfics y HCs]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora