Inseguridad

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POV Luis

Era hoy y nada más.
Lo más normal sería que estuviera nervioso, ansioso e intranquilo, esperando a que por fin mi conciencia digamos "familiar" volviera a tener su típica paz, pero no, tenía miedo de que mi hermano me rechazara.
Diego... ¿Por qué? ¿Por qué hiciste todo eso? Siempre habíamos sido traviesos y sobre todo tú muy cabrón, todo hay que decirlo, pero ¿por qué superaste tus límites? Pensaba, o bueno, creía que nada malo nos separaría, que iríamos juntos hasta el fin del mundo como nuestras almas infantiles alguna vez pensaron. Ahora te volvería a ver, quizá ahora podríamos a volver a retomar nuestro viaje, si tú querías claro.

-Buenos días- dijo de repente una voz cansada.

Y por la puerta de la cocina apareció Alicia, mi novia desde hacía ya un año y medio. Esta sin más, se acercó a mi y depositó un beso en mis labios para después irse directa a poner la cafetera. En ese momento recordé como nos conocimos, hace dos años, justo el día después de que apresaran a mi hermano. Ese día, desolado como me encontraba, me fui a un bar a intentar desahogar mi tristeza con algo de alcohol y, para ello, me dirigí a la barra en la cual se encontraba la susodicha, con su melena rizada recogida en un torpe moño esperando a algún que otro cliente la entretuviera con algún pedido. Y fue en ese momento, cuando me di cuenta de que no había entrado a un bar de malas formas, sino a una simple cafetería, lo supe ya que el ambiente no era propio de uno, es decir, era todo muy claro con familias sentadas en las mesas y sin ningún pobre borracho por metro cuadrado. Me quería marchar a seguir con mi plan, pero por no hacerle el feo a la chica que ya me estaba observando con curiosidad, le pedí un café y ella se dispuso a hacerlo como ahora. Y bueno empezamos a hablar y, como si estuviera en un bar, fue ella, y no el alcohol, la encargada de escuchar mi pena. Me cayó bastante bien así que acudía allí a desahogarme cada vez que mi hermano invadía mi mente. Finalmente, las visitas al local se cambiaron por cenas en restaurantes y paseos matutinos haciendo así que nuestra extraña amistad pasara a algo más, hasta donde nos encontramos ahora. Ella preparando el desayuno y yo aquí, observando cada paso absorto en mis humildes recuerdos sobre ella y yo.

-Te agradecería que pararas de mirarme- comentó secamente Alicia mientras la cafetera comenzaba a resonar cortando así mis pensamientos.

-¿Te molesta?-pregunté sonriente sabiendo que me iba a dar una negativa de su parte.

Esperé su respuesta pero ella solamente se dedicaba a sacar el café y a servírselo en una taza. Hasta que por fin habló.

-Pues si, demasiado.-dijo mientras agarraba el café y se marchaba de la cocina.

¿Qué? ¿Pero que le pasaba hoy? No tuve tiempo de pensarlo y fui andando tras ella. Nada más salías de la cocina estaba el comedor o salón pero ella no estaba. Iba a dirigirme hasta la habitación pero, en ese momento, la pude divisar en la mesa del pequeño balcón por el rabillo del ojo. Así que me giré, abrí la puerta corrediza que ella se había encargado de cerrar y me senté en frente de ella observando al edificio de enfrente.

-¿Qué te pasa?- la cuestioné.

-Nada, solo que no estoy de ánimo. Pero déjalo tranquilo.- contestó a desgana sin mirarme mientras daba otro sorbo a su bebida.

-¿Es por lo de mi hermano?- hice la única pregunta que encajaba en el día de hoy.

-Sí, no, a ver, quizá...- se atoró mientras dejaba el café en la mesa y por fin miraba a mis ojos marrones.

-Me siento extraña, sin saber como actuar, es decir, te he escuchado tantas veces hablar de tu hermano que ya lo siento como alguien cercano la verdad, pero algo me dice que no deberíamos de traerlo a casa Luis.- me dijo firmemente mientras me agarraba la mano que había dejado encima de la mesa previamente.

Me sorprendía que hubiera confiado en mi tan rápido. Y eso sinceramente me alegraba, pero aún me inquietaba su preocupación.

-¿Qué tiene de malo mi hermano?-interrogué haciendo más fuerte nuestro agarre.

-Seamos realistas- cogió aire antes de hablar- ¡es un criminal! Quien te dice que esta noche en casa, por ejemplo, no nos puede robar algo y marcharse como si nada.- dijo pausadamente intentando que comprendiera la situación.

-Él nunca haría algo así, conozco lo suficiente a mi hermano como para saber que nunca me haría o, bueno, nos haría algo así.- intenté calmarla.

-¡Han pasado dos años! ¿Sabes lo que puede cambiar una persona en ese tiempo? Y más estando en una prisión. Sé que es tu hermano pero me da miedo tenerlo en casa.- soltó mientras desviada su vista.

-Alicia, a ver, mírame- dije poniendo en su rostro mis dos manos para que no apartara su vista de mi- Ten confianza en mi, sé que podrá sonar muy cursi pero estando conmigo no te pasará nada.- sonrió- Solo probémoslo, démosle una oportunidad. Créeme cuando te digo que él no nos haría nada.- y sonreí yo.

Ella aún no contestaba, solamente nos sosteníamos las miradas sabiendo que estaba debatiendo sobre qué sería lo correcto. De repente ella puso sus manos sobre las mías.

-De acuerdo pero por que eres tú eh- dijo riéndose- quien lo diría, yo acogiendo en casa a un delincuente pero bueno, confío en ti.

Me molestó que volviera a nombrar a mi hermano como un delincuente pero no podía culparla de nada ya que en el fondo tenía razón. Me gustaba que hiciéramos esto juntos.

-Y yo en ti- le contesté mientras me acerqué para darle un beso - Te quiero. -le afirmé cuando en el momento en el que el beso se acabó.

-Yo no- dijo muy seria causándome confusión- Que va- dijo riéndose- yo también te quiero. -dijo entre risas suaves para ahora ser ella la que me besaba a mi.

Y con esto había conseguido acabar con su razonable inseguridad para ahora dar paso a un nerviosismo propio de saber que en menos de tres horas iríamos a por él, volveríamos a encontrarnos al motivo de mi inquietud y ojalá, y solo ojalá, que te encuentre tal y como mis recuerdos te conservan, porque si has cambiado Diego, mucho me temo que no podremos planificar nuestro viaje hasta el fin del mundo, porque sin ti hermano, mi vida se queda sin un rumbo fijo.

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500 días sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora