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La primavera pasaba frente a su ventana y los recuerdos de una vaga confesión de amor llegaron a su mente, Jeongguk le gustaba desde el día en que lo vio por primera vez, aquella vez en un café donde Namjoon lo había dejado plantado, le gustaba tanto por su terrible mal genio como por su feliz facilidad para soltar disparates, Jeongguk tenía una personalidad muy distinta a cualquier persona que hubiese conocido antes, siempre tan libre, espontáneo, carismático, era cielo para su vuelo porque sus ojos negros y mágicos le alegraban la vida con tan solo verlo sonreír, sin embargo, sentía miedo desde aquel día en que Jeongguk le había confesado que gustaba de él, porque sus inseguridades le jugaban en contra haciéndole sentir incapaz de ser amado por otra persona.

─ Tal vez lo que siento por ti es más grande que un simple me gustas, Jimin ─ fue lo primero que dijo Jeongguk al aparecer frente a su puerta, sonriendo como si no fuese consciente del efecto que esas palabras causaban en Jimin.

Pasmado frente a la imagen de Jeongguk en su puerta, su cuerpo en modo automático reaccionó por él, su rostro se coloreó de un rosa pálido que delató lo encantado y sorprendido que estaba por la presencia del chico frente a él y por sus repentinas palabras.

─¿Jimin? ─ Jeongguk tocó con suavidad sus manos y Jimin pareció salir del pequeño trance.

─ Jeongguk... ─ parpadeó varias veces rebuscando las palabras en su cabeza ─ No sé qué decir ─ admitió en voz baja y con una sonrisa nerviosa.

Claro que sabía qué decir, solo pasaba que sus acelerados latidos no lo dejaban gesticular alguna oración coherente.

Jeongguk sonrió.

─ No hace falta que digas algo ─ musitó calmado, viendo con dulzura la tierna imagen de su hyung sonrojado hasta las orejas.

Sin poder tranquilizar el inestable palpitar en su pecho, se hizo hacia un lado dejando el acceso libre para el pelinegro que entendía la señal, entró dejando los zapatos cerca de la puerta, seguido de Jimin que se encargó de cerrarla.

Caminaron hacia el living donde dejaron caer sus cuerpos sin prisa sobre el sofá, sentándose muy cerca, sin dejar de mirarse.

─ ¿Quieres algo para tomar? ─ Jimin fue el primero en cortar el silencio, hablando con ese tono dulce que siempre hacía cosquillear el estómago de Jeongguk.

El pelinegro negó.

─ Te quiero a ti ─ respondió sin tapujos, sincerándose en cada palabra.

Y el color que antes estaba por desaparecer volvió a encenderse con violencia en su rostro, agachó levemente la mirada, avergonzado, sin dejar de sonreír, ahora Jeongguk tomaba la iniciativa y de a poco acercó sus manos para tomar sus dedos y unirlos en un agarre suave pero protector.

Jimin volvió a sostenerle la mirada.

─ ¿Por qué siempre dices cosas como estas? ─ sus ojos media luna sobre los de Jeon ─ Haces que me sienta avergonzado ─ un puchero adornó sus labios, sus manos tocándose, cortando la poca distancia que separaba a ambos corazones enamorados.

─ Es porque eres precioso ─ habló acariciándole la mejilla, sus ojos viendo los labios de Jimin y luego a los ojos marrones que desde el inicio habían robado su atención ─ ¿Puedo besarte? ─ preguntó en un tono delicado, disfrazando el miedo que lo corroía.

Jimin solo sonrió, esa era su respuesta sin ser una, con sumo cuidado Jeongguk tomó el delicado rostro entre sus manos para juntar sus narices en un beso esquimal y después tocar apenas sus labios, ambos sonrieron y se miraron con un poco más de seguridad, Jimin sostuvo las manos de Jeongguk con las suyas para confirmar si todo era real, no había prisas, sus labios por fin se volvieron a tocar de verdad, un pequeño toque que luego los lanzaba hacia una infinidad de mariposas revoloteando por aquí y por allá, y terminaba sellado por una sonrisa compartida sobre sus belfos.

Al separarse, Jeongguk le pellizcó la nariz.

─ Me gustaría darte algo que guardé para ti ─ mencionó Jimin, sin despegar sus orbes de los ajenos, envuelto en la tranquilidad de aquellos ojos negros.

─ Pero qué cosas dices, no debes ─ Jeongguk quitaba parte del cabello castaño de Jimin que le obstruía el camino hacia sus ojos, preguntándose si existía dicha más grande que poder tener a Jimin así de cerca luciendo tan sublime.

─ ¿Me acompañas? ─ se levantó de su sitio para dirigirse a las escaleras.

Un pequeño asentimiento se hizo presente por parte de Jeongguk para luego seguirlo escaleras arriba.

Llegando a la habitación tan conocida, como si fuera el dueño de la casa, se recostó con suavidad sobre el colchón mientras veía a Jimin de espaldas ejecutando movimientos calmados, al parecer buscaba algo, y lo confirmó cuando este último sacó una pequeña caja celeste cielo de su armario para luego tendersela con amabilidad.

─ Ten, toda tuya ─ dijo sonriente para luego sentarse también en la suave superficie.

Jeongguk sacudió un poco la cajita y esta emitió un ruido ligero.

─ ¿Qué es? ─ la curiosidad coloreó la voz de Jeongguk haciendo brillar sus ojos.

Y para Jimin, verlo de esa manera era parecido a tomar el universo con las manos.

─ ¿Recuerdas mi último viaje?. Sé lo mucho que te gusta la fotografía, así que tomé una foto de cada lugar bonito en el que estuve y las guardé para ti ─ una de sus manos se dirigió a la mejilla del menor acariciando con suavidad.

Era el turno de Jeongguk para estar sonrojado.

─ Jimin-ssi, en serio no debías ─ respondió disfrutando el tacto sobre su rostro ─ Ahora soy yo el que está avergonzado ─ y una risita genuina se le escapó estrujando el corazón de Jimin.

Porque Jeongguk era su melodía favorita.

Platónic eyes 국민 Kookmin minific [𝙚𝙙𝙞𝙩𝙖𝙣𝙙𝙤]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora