Capitulo 4: Dolor

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-Levanta -Ordenó una voz cerca de mí.

Por un momento pensé en desobedecer, pero acabé por incorporarme poco a poco. Me dolía todo el cuerpo y fue un infierno el simple hecho de sentarme. Mi cuerpo se retorció un poco por el dolor. Miré a la persona que se haya frente a mí, mirándome impasible mientras yo daba mi mayor esfuerzo por obedecer sus órdenes.

-Auron, voy a desatarte -dijo secamente- no trates de huir.

-Aunque quisiera tampoco podría -atiné a decir.

Dicho esto quitó las cadenas que me tenían preso. Aproveché para estirar mis extremidades agarrotadas y doloridas. Medio sentando a la orilla de la cama, mirando a aquel sujeto que me miraba sin vida en sus ojos, tratando de descubrir qué quería de mí, qué sería lo próximo.

-Venga, en pie -dijo repentinamente.

Hice el ademán de querer ponerme de pie, pero mis piernas flaquearon. Sufría de unos intensos dolores. Aunque hacía bastantes días de la última vez que me violó, aun notaba el dolor de los desgarros en mi interior. Fue tanto el dolor que acabé unos días con fiebre. Por alguna razón decidió cuidarme durante esos dias, e incluso me trajo medicinas. Me limité a observarlo, sin hablar con él. Había estado especulando con una serie de teorías retorcidas en la cabeza. Lo único que sabia seguro es que el Luzu de siempre y este Luzu no eran exactamente la misma persona, aunque si compartían el mismo cuerpo, la misma voz, los mismos hábitos, etc. Había podido comprobar en un par de ocasiones que el Luzu real se hallaba aun en su interior y de hecho sentía su sufrimiento. Sin embargo el falso Luzu por lo general se manifestaba sobretodo a base de impulsos. Aunque era cierto que la mayoría de veces parecía tener el control de su cuerpo, había otras tantas veces que parecía un cuerpo sin alma, como si ambos Luzu se pelearan por el control. Se podría decir que era como si estuviera en "Stand By", como si su mente desconectara del mundo. En esos casos su mirada se volvia grisácea y sin vida, y sólo pronunciaba frases cortas. Como en estos momento.

-¿Realmente crees que puedo moverme? -pregunté arqueando una cerca.

Sus ojos dejaron ver un leve tono rojizo. Eso solía pasar cuando no obedecía. Si me ponía gallito con él sus ojos comenzaban a adoptar un color rojo más intenso, y esa era señal de peligro. Su rostro cambiaba completamente y se volvía un sádico.

-Apóyate en mí -ordenó de nuevo Luzu. Obedecí viendo que el rojo desaparecía de sus ojos.

A duras penas era capaz de andar. Me aferré todo lo que pude a Luzu, y este me cogió con fuerza para que yo no cayera. Me hizo subir por unas escaleras pedregosas, de un tono oscuro. Por lo poco que había podido ver, la instalación se hallaba en algún tipo de cueva subterránea, dado por la humedad y el frío. A medida que subíamos la temperatura cambiaba a una más cálida. Una vez arriba nos topamos con una gran plancha de madera, la cual deslizó hacia un lado. Entramos en su casa, en su cocina, en su salón y finalmente el cuarto de baño. Reconocía todas y cada una de aquellas estancias, cada una de las habitaciones. Había estado incontables veces ahí, lo recordaba lejano, pero muy nítido a la vez. Sin embargo empecé a notar algunos cambios, que me llamaron mucho la atención, sobretodo al fijarme en las ventanas y lo que se veia a través de ellas... Había levantado un muro oscuro en el portal de casa, su fuente estaba rodeada de lava, el jardín parecía prácticamente un campo de guerra. Entendí que aquello era mucho peor de lo que pensaba.

-No te distraigas -advirtió Luzu con pasividad.

Me llevó a dentro del baño, y me sentó en la taza del váter. Empezó subir mi camiseta, pero yo instintivamente lo empujé. El brillo rojizo empezó a aparecer en sus ojos y me estremecí. Me quité la camiseta para no enfadarlo. Lo miré sin entender que más quería.

¡Gime para mí, Auronsito!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora