ʀᴇʟᴀᴛᴏ ꜱᴇɢᴜɴᴅᴏ

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𝒟𝑒𝓉𝒶𝓁𝓁𝑒𝓈

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Nami y su pasión por la cartografía deslizan su tacto nervioso de aleteo de mil mariposas por el trazo fino, invisible y glorioso del mapa imaginario que forman los lunares sobre la piel de Luffy.

Sus manos de dedos largos y pálidos arden cuando sienten la piel morena bajo ellos en un roce tan mundano como efímero por la línea de su mandíbula y las pequeñas durezas en las yemas de sus dedos huesudos lo hacen reír, pero no se mueve, y la deja hacer porque confía en ella; y a Nami le falta el aire y se le seca la boca cuando lo ve ahí, tan entregado y tranquilo, dejando que grabe en su memoria de prodigio todos los detalles que encuentra a su paso en aquel viaje peligroso que le eriza el alma y la quema en expectación.

Quiere correr a su escritorio, mojar su pluma favorita en la tinta tan negra como una noche sin estrellas y unir cada punto, cada cicatriz y cada marca hasta que él se vuelva un lienzo con su firma, y sea para ella el mapa perfecto que tanto ha ansiado dibujar. Detenerse en cada músculo, cada curva y cada hueso y marcar cada resquicio de él para no olvidarlo nunca y grabarlo en ella a fuego y tinta, para tenerlo cuando no esté, para sentirlo cuando no le pertenezca más. Para fundirse en su olor a sal y libertad, porque eso es él.

Nami es precisa en su trabajo. Es fanática del detallismo más absoluto y la precisión milimétrica. Pero le tiemblan las manos cuando ha descendido por su cuello y el latido de su corazón le ha martilleado sobre los dedos por un eterno segundo. Ha delineado con inseguridad la clavícula y ha avanzado hasta la cicatriz que le recorre el pecho y que arde bajo su toque. Allí la piel es más pálida y tensa y a Luffy le atraviesa un escalofrío cosquilloso cuando sigue el contorno con sus uñas limadas y tintadas de rojo. Luffy es un cuadro, una pintura. Es un museo en si mismo lleno de pequeñas obras de arte. Deja la cicatriz y le une con un trazo inexistente la distancia entre los lunares de su estómago, tan pequeños y olvidados que Nami casi puede asegurar que es ella la que le recuerda al propio Luffy que están ahí, porque él no presta atención a su cuerpo que solo sirve para pelear y comer y llevarlo cada vez más y más lejos y más y más cerca de su sueño. Pero Nami no, a Nami le gustan los detalles y es perfeccionista y adora y ama cada lunar, cada cicatriz y cada marca porque lo adora y lo ama todo de él.

Levanta la vista cuando siente que su corazón va a explotar porque la siguiente marca ya está casi oculta por el pantalón y ahí acaba el recorrido para ella, aunque se muera en anhelos por ver más, y sus ojos de chocolate fundido de pronto se encuentran con los de él que la miran con esa intensidad de mil lunas escondidas en los iris pequeños y negros que son tallados trozos de brillante obsidiana encerrados en su mirada. Él aleja una de las manos femeninas de su abdomen y se la lleva a los labios, besando con un roce un lunar pequeño y claro que se esconde en el resguardo de los dedos de Nami, casi invisible. Luego le sigue aquella marca en su antebrazo derecho y finalmente le hace las ondas de cabello de fuego hacia atrás para descubrir una cicatriz sobre su hombro terso, pálido y pecoso.

El papel y la pluma cambian posición y lo deja consentirla con sus manos ásperas trazando su piel y arañando placenteramente su cintura. No se deja nada atrás y Nami se siente desfallecer en calma tormentosa sin remedio cuando él le sonríe como el sol más brillante, porque ahora es ella la que se siente como los puntos que se unen sobre un pergamino para trazar con ellos un mapa único, amado y despampanante, como esos que a ella tanto le gustan. Esos que están llenos de detalles. 

ONE PIECE WEEK 2020 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora