ʀᴇʟᴀᴛᴏ Qᴜɪɴᴛᴏ

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𝒟𝒾𝓃𝑒𝓇𝑜

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A veces, Kaya pierde su mirada de carbón quemado en la ventana vacía de su habitación, esa que es más grande y más lujosa que el resto y que está en la planta más alta. Su habitación. Una jaula pintada de blanco y de dorado con barrotes de cristal. Una jaula bonita para un pájaro bonito.  Hay un árbol al otro lado de la cristalera. Es un árbol grande de ramas gruesas y poblado de verde y de vida como es propio del verano. Pero está vacío. Vacío, sólo; justo como ella.

A veces, Kaya mira lo que hay más allá de la ventana, esa con las mejores vistas de toda la casa, y se pierde en el oleaje tranquilo que azota el puerto en los límites de la isla. Un puerto pequeño, humilde, pero lo suficiente para acoger con cariño a un barco repleto de aventuras. Un barco pirata, sí, eso estaría bien. Hay una bandera hondeando a la distancia. Una bandera negra con un dibujo que se sabe de memoria y que podría distinguir cada línea con los ojos cerrados. Una calavera sonriente y nariguda, Usopp.

Siempre Usopp, y a veces Kaya. 

A veces, Kaya deja las ventanas abiertas de par en par y las cortinas color vino desteñido mecerse al antojo de una brisa que le revuelve los sentimientos. Una brisa con olor a mar y a recuerdos que se aturulla a su alrededor y no la suelta y se aferra a ella como la propia Kaya se aferra a esa forma que él tenía de decir su nombre, como hola otra vez o estoy feliz de volver a verte. Kaya. Una melodía liviana y risueña. 

Kaya, que puede tenerlo todo, tan solo quiere volver a escuchar su nombre, su nombre salir de sus labios con la dulzura de caramelo derretido y la musicalidad de un piano. Kaya, que puede tener a los mejores músicos, solo quiere escuchar baladas de aventuras inventadas y criaturas imposibles. Kaya, que se quedó sin nada y que puede tenerlo todo, sabe que el dinero jamás podrá hacerla volar sin salir de la jaula. Que el dinero es solo una apariencia bonita pero un interior crudo. 

Kaya, que volvería a quedarse sin nada mil y una y mil veces más porque ha descubierto que puede vivir de sonrisas y de mentiras. Que el dinero no compra esperanza ni ilusión, que puede tocarlo pero nunca sentirlo. Kaya, que es una niña rica y avispada a la que es fácil endulzar el corazón. Kaya, que cuando la vista se le cansa y la mente se le abruma entre sus libros, encoge los pies frente a su pecho y encuentra su propio pequeño retazo de paz a través de una ventana silenciosa y sobre la rama vacía de un árbol.

Kaya, que siempre ha odiado las mentiras pero que se dejó embaucar por un mentiroso. Kaya, que a veces se deja cegar por el azul del mar y se le calienta un poco el espíritu, que quizás se está volviendo loca pero que a él no lo ve, ni lo toca pero sí lo siente, porque es una parte de ella y al mismo tiempo es todo lo que le falta. Kaya, que lleva su voz en un tatuaje sobre el corazón y la piel y que se alza sobre el arrullo de las olas.

Kaya, que no necesita el dinero si no va a lamerle las heridas con sonrisas ni a coserle el alma con fantasía. Kaya, que renunciaría a todo lo demás si pudiese tenerlo a él.

"¡Oye, Kaya, ya sé que historia voy a contarte hoy!"

ONE PIECE WEEK 2020 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora