ʀᴇʟᴀᴛᴏ ꜱÉᴘᴛɪᴍᴏ

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¡Yohoho, hemos llegado al último relato de la One Piece Week 2020!

Muchísimas gracias a todos los que me habéis acompañado en ésta travesía, tanto a los que estuvieron aquí desde el primer momento como a los que se subieron los últimos a éste pequeño barco. Habéis sido una espléndida tripulación. Y por supuesto, muchísimas gracias a ensalaw y a NakamaSquad por organizar toda la week y el concurso y permitirme participar tanto a mi como a tantos otros compañeros. 

Y también a mi adorada Smokun por la portada y separador maravillosos.

Me he divertido muchísimo escribiendo cada relato y espero de todo corazón que os hayan gustado.

Ahora sí, os dejo con el séptimo y último relato de nuestro viaje, un guiño a una de las historias de amor de la antigüedad más conocidas (notas aclaratorias al final del relato):

Ahora sí, os dejo con el séptimo y último relato de nuestro viaje, un guiño a una de las historias de amor de la antigüedad más conocidas (notas aclaratorias al final del relato):

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Día libre:

𝑅𝑒𝒾𝓃𝒶 𝒹𝑒 𝑅𝑒𝓎𝑒𝓈

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El día que la conoció, tenía el amanecer tintando su cabello de carbón y sus ojos azules —sagaces, afilados— eran su arma. Su piel tintada de canela y un atuendo de simpleza blanca combinado con el brillo inmisericorde de las joyas.

Nico Robin, la última reina de Egipto. Seducción y poder entrelazados en un mismo cuerpo. Peligrosa, letal, cazadora. Una mujer capaz de obtener todo lo que anhelara, incluso a él.

Zoro recuerda el fantasma de su toque ágil y ligero sobre la barba incipiente de su mentón y como le sonreía —oh, su sonrisa endiablada— como si supiera que ya era suyo, para siempre, como nunca antes fue de nadie. Una presa. El recuerdo de su imagen lo ha torturado noches enteras, hundido en un abismo de deseo ardiente que le recorría cada resquicio de su ser. Deseo, por ella, por su piel, por su voz, por sus ojos. 

Deseo por la forma en la que sus dedos, de un largo delicado y suave, parecían derretir la piel de Zoro por cada resquicio que acariciaban, y como ella siempre detenía su toque sobre sus labios,  y lo hipnotizaba con sus ojos de zafiro mientras impregnaba sus propios labios del jugo de la fruta más dulce a su alcance y los fundía con los de él en un baile suave, lento, prometedor; un juego de guerras y estrategias en el que ella dictaba las leyes. Deseo por la forma que ella tenía de vivir los tiempos pasados, una pasión por la desventurada historia de la humanidad y una sed de conocimiento innatos que convergían su exterior atrapante y su realidad  arcana de sabiduría filosa

Deseo por más. Más como nunca él se había atrevido a desear porque fue educado en la apreciación de las pertenencias presentes pero pretendía a una mujer que ambicionaba el mismo mundo. Una mujer que deseaba vivir así como él la deseaba a ella. Una mujer que podía amar, que podía conocer, que podía luchar. Una mujer que lo era todo.

Y ahora, nada. Ahora sólo su despedida en tinta sellada sobre papel y sus palabras susurradas al viento para un amor que Zoro entiende perdido para la eternidad:

"Hállome en espera de la muerte con tu nombre entre mis labios, rezando a los dioses por una nueva oportunidad de amarte y cumplir ese para siempre, Zoro."

El pergamino parece arderle entre las manos mientras su caligrafía se mete bajo la piel y se arrastra hasta ennegrecerle el corazón y enroscarse sobre su cuello, asfixiándolo y condenándolo.

Ella, que gobernaría sobre todo y todos. Él, que entregaría su propia alma a cambio de servirle. Ambos, destinados a encontrarse. Ninguno, digno de un final con las manos limpias. Y es el filo de su espada lo que nota contra su estómago, pero son sus palabras sobre el papiro lo que termina por apuñalarle el alma, porque su corazón había dejado de latir mucho antes. Porque para él, es inconcebible un mundo sin su única y verdadera reina, y si era en el abismo su única oportunidad de encontrarla, con gusto saltaría sin dudar un instante.

Porque ante todo, era su reina —su amante, su locura, condena y salvación— y él se debía a ella.

Porque ante todo, era su reina —su amante, su locura, condena y salvación— y él se debía a ella

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Como curiosidad y a modo de resumen:

La historia de romance entre la última reina de Egipto y el militar y político romano Marco Antonio comienza cuando, en su primer encuentro, Cleopatra seduce a Marco Antonio, que queda perdidamente enamorado de ella hasta el punto de abandonar a su esposa y todos sus deberes con el Imperio Romano para vivir en Egipto con su amada, condenándolo a ser enemigo de Roma y del mismísmo Octavio Augusto.

Tras perder la guerra, a Marco Antonio le llega la falsa noticia de la muerte de Cleopatra —en la novela escrita por William Shakespeare en 1606, es la propia reina la que decide fingir su suicidio para recuperar el amor de Marco Antonio tras una serie de eventos con la esperanza de que él acudiese a verla y reencontrarse, lo que acaba siendo un plan fallido—, y cegado por el dolor de perder a su amada, se quita la vida clavándose su propia espada. Finalmente, tras conocer la noticia de la muerte de Marco Antonio y conocedora de que Octavio planeaba exhibirla y humillarla públicamente tras su victoria, decide poner fin a su propia vida con el veneno de una serpiente.

Así que yo he decidido hacer una mezcla de todo, porque está en mi naturaleza enredar las cosas. Así que podéis entender el relato como queráis. He incluido por ahí algunas referencias a los personajes originales (Zoro y Robin) para más ambientación. 

Así que sí, una historia de amor tórrido que acaba en muerte y abierta a múltiples interpretaciones. Nos encanta. Adoramos.

ONE PIECE WEEK 2020 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora