Porque deseo más que ser un recuerdo...

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—Lucas, tengo una idea — solté enérgica.

—¿Cuál, Linda? — respondió prestando total atención en mis gestos. Mi mirada se encontró con la suya, mi garganta se secó, intenté disimular ver a otro lado, escuché que expulsó un supiro pesado.

—Deberíamos ir a abrir el expediente de mi caso —sugerí sintiéndome nervios.

La cara de Lucas se transformó en una de preocupación, lo sabía, no le parecía mi idea. Creo que el tiempo que hemos estado juntos Lucas nunca se ha atrevido a cuestionarme, sin embargo, hoy, simplemente hizo una mueca, demostrándome cuan contrariado se hallaba.

—Sería muy arriesgado, las cámaras de seguridad podrían capturar nuestra silueta. Mí silueta. No siempre puedo controlarlo…

—Por eso mismo iremos de noche — sonreí inocente, balanceando mi cuerpo.— mentiría muy mal si dijera que no tenía miedo a las posibilidades.

—Estas demente, Jane— sonrió, pero no mostró sus dientes, estaba tan tenso que podría terminar esponjado como un gato.

—Un poco, pero, primero debemos ir a casa.

La calle estaba sola, la luna luchaba por hacerse notar entre las nubes que querían ocultarla, opacar su hermoso brillar, pero estas eran demasiadas. El aire era fresco, como si amenazará llover. Frote mis brazos, era raro, podía sentir un tipo de frío.
Cuándo llegamos me deje caer en el sillón de la entrada, mire la pared que tenía un clavo. Fruncí el entrecejo ante la duda que acababa de surgir.

—Lucas—lo llamé— estaba al otro extremo de la habitación, con sus manos apoyadas en sus piernas, tenía la mirada perdida. Me atreví a carraspera paga captar su atención— ¿Cómo entraremos? No es tan fácil— pregunté, ahora que lo pensaba bien sería muy complicado.

Pero no recibí respuesta. Lucas se encontraba tan ensimismado en sus pensamientos.

—¿Lucas? — lo volví a llamar, giro sobre sí, voltio en mi dirección, sus ojos estaban opacos, sin brillo, luz, no se miraba como él.

— Lucas— intente llamarlo una vez más, pero cuando lo hice, su nombre quedó en el aire, porque donde había estado hace unos instantes,  estaba vacío. Se fue otra vez. Siempre era lo mismo, manteníamos una conversación y luego el desaparecía, se esfumaba como si fueran recuerdos.

Abrí la puerta, camine directo a la habitación y me deje caer en la cama. Solté un bufido, él siempre era así, un día estaba y al otro día sin más no. Me enloquecía por completo, siempre yéndose sin dar explicaciones, dejándome sola, ya era una costumbre por su parte. Dejarme y volver, era un círculo vicioso, él iba y volvía como las olas del mar. Me estaba hundiendo, no sabía nadar ante esa corriente.

Cerré mis ojos recordando cada uno de sus gestos, sus sonrisas, y por último esas expresiones frías que hacía cuando se trataba de hablar sobre mi caso. Una ráfaga de aire helado entraba por la ventana, danzando por el cuarto, me invitaba a bailar al compás, dejándome con unas profundas ganas de dormir.

Me encontraba de nuevo soñando con un parque, aquel dónde conocí a Lucas, los árboles se encontraban completamente secos, hacía mucho viento, los columpios se mecían solos.

«Jane, debes volver» susurraban.

—¿A dónde? — pregunté.

«Dónde inicio todo»

«Debes volver»

«Regresa»

«Él está aquí por ti»

«Debes regresar»

«Su nombre no es D»

«Siempre te engaño»

«Jane, él te está esperando»

Los susurros se hacían menos audibles.

—¡No, espera! No puedes dejarme aquí, no cuando pretendes ayudarme.

«Él te ayudará, es tú ángel guardián»

—¡No! — desperté.

—¿Qué pasa Linda, no puedes dormir? — dijo a escasos centímetros de mi rostro.

—Y-yo— comencé a tartamudear, no encontraba mi voz, mis mejillas comenzaron a arder, desvíe el rostro. —Fue un mal sueño— susurré.

—¿Qué soñaste? — tomo mi mano depositando caricias en círculos en esta misma.

—Lo mismo de siempre.

—¿El parque?

—Sí— asentí— ¿A dónde fuiste hoy? — pregunté tratando de sonar calmada.

—Fui a revisar algo. Pero, cómo no puedes esperar te lo diré— sonrió. Saco unas hojas bastante arrugadas y se dispuso a desenrollarlas. — Son mapas, estos nos ayudarán a entrar a la comisaría, pero debemos ser sigilosos. A las nueve de la noche la mayoría hacen un descanso y cambio de guardias para ir a cenar, los pasillos A, B y C estarán despejados a las nueve con quince minutos, esos corredores nos dan amplio pase, cada doce pasos hay una cámara, procura pasar pegada por la pared, en el pasillo D están algunos expedientes, peros estos son de la A a la M, en el pasillo E, están los baños, en el pasillo F, algunos reclusos y en el último pasillo están los expedientes de la N a la Z, el problema es que debes pasar por los reclusos. Las llaves están en el despacho de Raquel, es la vigilante en turno, ¿Crees que lo podamos hacer?

—Si obtuviste los planos, ¿Por qué mi expediente no?— pregunté algo confundida.

—Touchée.

—Andando— me levanta de la mano con cuidado.

La noche estaba siendo testigo que iríamos a hurtar, la adrenalina hizo acto de presencia cuándo llegamos.

—Lucas, ¿Si lo lograremos?

—Si estoy aquí, sí.

Rodé los ojos y abrimos la puerta metálica, el chirrido de está nos alertó.

Me sentía como niña pequeña apunto de hacer una travesura.

—Ese es el A— señaló.

—¿Dónde guardan las llaves?

—Ese es el problema, no lo sé— confesó.

—¿Me trajiste aquí sin saber cómo llegar a ellas?

—Si no fueras tan desesperada. Tendremos que buscar en todos lados.

Flores para mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora