One.

747 33 17
                                    

One.
La mudanza.

- ¡Mueve ese culo, pendeja!

Reviro los ojos al escuchar el grito de Monica. Trato de cargar la caja con tazas adentro y no caer en el intento.

- ¡Deja la ladilla! - Veo al piso para subir las escaleras y entrar al edificio que será mi casa por un tiempo, hasta que decida independizarme. Que no será pronto, ya que yo soy más floja que el coñoelamadre.

Llego al asensor y subo mi pie para apretar el botoncito ese. Cuando las puertas se abren, entro y marco el último piso, se cierran. Suspiro apretando la caja más a mi para que no se caiga la vaina esta, mami me arránca la cabeza si eso pasa.

Son las tazas que mandó mi abuela de Paris, y hasta creo que las cuida más a ellas que a mi. Mami colecciona tazas de té y estas, en especial, le fascinan.

Muevo mi pie nerviosamente mientras espero a que la verga esta termine de subir y así poder darme la invernación que merezco después de horas de vuelo.

Esto del yet lag cansa, chamas.

El asensor se detiene y las puertas se abren dejando ver el desastre del apartamento este. O pent house, como lo llama mami, Jaime y Monica. Esa verga es un apartamento enorme, punto.

Mami, esa mujer como le encanta mandar. Esta en el medio de todo diciendole a las personas que están aquí para la verga de la mudanza dónde y cómo poner los muebles o mesitas de noche, esas vainas.

Jaime, ese hombre es un caso. Desde aquí lo puedo ver hablando por teléfono en la terraza, gesticulando con las manos y con el ceño fruncido. Ese carajo ama su trabajo y se la vive tratando de hacerlo lo mejor posible.

Salgo del asensor y camino entre el gentío para la cocina, donde dejo la caja, sintiendo alivio al dejar el peso en la enorme isla. Cuando una es flaca no tiene fuerza, marica.

Camino hacia las escaleras como Scobby Do aprovechando que mami está distraida y así no me manda a hacer más nada.

Pero, como mami es tan avispada, me ve.

- ¡Epa! ¿Pa'dónde vas tu?

Cierro los ojos, derrotada. Coñoelamadre.

Me volteo, trantado de verme lo más inocente que puedo. - Al baño.

Ella alza una ceja, se cruza de brazos. - ¿En serio?

Siempre sabe cuando miento.

Suspiro. - Tengo sueño, mami. El yet lag es horrible.

Niega. - No me vengas con eso del yet lag, estamos en Nueva York desde hace cinco dias.

- Si, y yo necesito dormir.

- ¡Dormir un coñoelamadre, Angel del Valle! ¡Todos estos días has dormido demás! ¡Vaya a ayudar a Monica!

Hago un puchero. - Mami...

Señala el asensor. - ¡Mami nada!

Frunzo el ceño y me doy la vuelta para hacer el mismo camino al camión de mudanza. Monica le tira los perros a un chamo que la mira como si estuviera loca. Y si lo está.

Esa mujer es putísima. Mientras que yo, soy un pan de dios.

Nah, era medio puta en Venezuela, pero ya me dejé de eso.

Me acerco al camión y me asomo para ver si hay algo mío. Veo que hay una caja con mi nombre y, extrañada, la agarro. Según mami, ya habían llevado las cajas con mi nombre a mi cuarto. Es medio pesadita, pero no importa.

Cargo con ella hasta las escaleras de entrada y me siento. La pongo en mis piernas, y veo que tiene una nota.

La agarro y enseguida sé de quién es esta letra.

Angel, mi lapa, mi be efe efe, mi pegoste, mi bestie, mi chicle, mi confidente y muchísimas otras cosas más, excepto amante, te arreglé esta caja para que te lleves algo de Venezuela y de mí.

Miguel.

Ay, ese coñiesumadre.

Sonrio, doblo la nota y la meto en el bolsillo de mi sueter para no perderla.

Miguel Alvarez ha sido mi mejor amigo desde que éramos unos piojos. Ese carajo es burda de alegre y marico. Le encantan los machos. Yo siempre le cuadraba unos ahí, pero casi núnca llegaban a algo serio.

Lo extraño burda, marica. Él y yo éramos uña y mugre, pa' todos lados nos íbamos, y siempre nos metíamos peas. Bueno, él solito, porque a mi no me gusta beber. De vez en cuando lo hago, pero no mucho.

Suspiro y abro la caja con un poco de esfuerzo.

Se me aguan los ojos rapidito.

Hay una camisa con la bandera de Venezuela, una cajita negra que luego abriré, un montón de fotos de él y yo a lo largo de nuestra vida, el bolso ese sarrapastroso que de dan del gobierno, pero más chic, seguramente decorado por él, un album de fotos que más tardecita veré, fotos de las mejores zonas de Venezuela, algunos productos de maquillaje, un peluche con la forma geográfica de Venezuela y varias cartas de no sé quienes.

Admito que se me salieron las lágrimas, marica. Extraño mucho a mi país, a pesar de entrar y salir frecuentemente, una parte de mí siempre estuvo ahí ya que ahí están mis causas, los lugares en donde pasé la mayoria de mi niñez, ahí fue donde comí mi primera hayaca, quesillo, pirulín, empanada, arepa, cocosete, y muchísimas cosas más.

Saber que no volveré en un largo tiempo me pone medio depre.

- Angel. - Levanto la mirada y veo a Monica. - ¿Por qué lloras, mijitica? ¿Estás bien?

No.

Limpio mis lágrimas y fuerzo una sonrisa. - Claro, vale.

Ella se sienta a mi lado y me abraza. - No tienes que fingir conmigo, sé que estás sad.

Ella puede ser la más puta que quiera, pero es una gran hermana y amiga.

- Bueno... es que voy a extrañar Venezuela. - Recuesto mi cabeza de la suya y ella hace lo mismo con la mía.

- Sí, yo también. - Soba mi brazo. - Voy a extrañar al marico de Miguel.

Rio. - ¿Ahora si lo vas a extrañar? Si se llevan pésimo.

- Pfff, claro que no. Él sabe que muy, muy, muy, muyyyy, en el fondo lo quiero burda. Además, maquilla arrecho.

- Sí, ¿verdad? Creo que debería ser estilista.

- Ay, no. Sería el típico chamo marico en una peluquería que es más macha que macho.

Reimos. - De pana. - La miro y entrelazo mi mano con la de ella. - Gracias.

- ¿Por qué?

- Por siempre levantarme el ánimo.

- Para eso están las hermanas. Te quiero, pendeja dos.

- Yo también, pendeja uno.

¡Naweboná, Timothée! | Timothée Chalamet.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora