Ya había estado alguna vez en casa de Alec, alguna vez que él se iba con su barco y esporádicamente me pedía que cuidara de las plantas y de su gato.
- ¿Cómo te gusta el café?
- Mitad leche y mitad café, por favor.
- Vale, dame dos minutos- unos minutos después, me llama-. Ven, vamos al salón.
Me siento en el sofá y él se sienta justo a mi lado, quizá demasiado cerca, mientras me ofrece una de las tazas.
- Esta chica con la que has quedado, es tu amiga, ¿o algo más? -¿A qué viene esto?
- Bueno, nos conocimos en primero de bachiller, pero empezamos a hablar más hace unos tres meses, cuando empezamos segundo, y podríamos decir que ahora estamos tonteando -no sé por qué le estoy contando todo esto si apenas he hablado un par de veces con él en toda mi vida.
- ¿Segundo de bachiller? ¿Qué edad tienes?
- Diecisiete, pero cumplo los dieciocho en diciembre. ¿Y tú? -he hecho la pregunta demasiado rápido. Dios, soy subnormal-. Perdona, perdona, no... -estoy bastante nerviosa.
- Tranquila, no te preocupes -me pone la mano en la rodilla y yo doy un saltito-. Tengo treinta y cuatro.
Me exalta que me observe tan intensamente con esos ojos marrones, pero no estoy dispuesta a apartar la mirada. Él acerca lentamente su rostro al mío.
- Tienes unos ojos preciosos -mierda, sé que estoy enrojeciendo. Alec sonríe mientras se aparta un poco y yo me pongo de pie. Ahora sí que estoy completamente alterada.
- Bueno, ¿te parece si vamos yendo para allá? Me imagino que no querrás llegar tarde.
- Odio llegar tarde.

ESTÁS LEYENDO
No debería
RomanceAlex es lesbiana, o eso cree ella. Cuando su atractivo vecino empieza a acercarse, las dudas se instalan en su interior, y solo hay una cosa que pueda hacer para librarse de ellas.