Su coche es un Ford Kuga negro azabache, y dentro huele igual que en casa de Alec, como a humo, a mar y a madera. Siempre me ha intimidado ir en un coche ajeno porque, cuando era pequeña, mamá siempre me decía que no debía ir en coches de gente desconocida sin que ella lo supiera.
Me acomodo en el asiento del copiloto.
Sé que tendría que avisar a mamá, pero me da ¿miedo? que me diga que no, que no deja que me acompañe Alec. Llegamos a plaza España con puntualidad inglesa.
- ¿Necesitas que te venga a recoger? -Dios mío, esto ya es demasiado.
- No, no, no te preocupes. Volveré en tren y bus, ya veras cómo esta vez no los pierdo.
- Bueno -frunce el ceño-. Te dejo mi número por si acaso.
Me coge el móvil de las manos suavemente y guarda su número en un momento.
- Anda, ve.
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No debería
RomantizmAlex es lesbiana, o eso cree ella. Cuando su atractivo vecino empieza a acercarse, las dudas se instalan en su interior, y solo hay una cosa que pueda hacer para librarse de ellas.