Preguntas

3 1 0
                                    

Tengo el móvil fuertemente agarrado y el teléfono de la policía preparado, por si pasa algo. No puedo ocultar que estoy tensa, pero es que no me encuentro a gusto. 

- Ponte tranquila, no voy a hacerte nada. 

No sé qué responder. Si no quiere hacerme daño, me estoy comportando como una neurótica. Y si sí quiere hacerme daño, estoy a solas con él en su coche. 

Maldita sea. 

- ¿Cómo os ha ido? ¿Te lo has pasado bien?

- Sí -digo yo vacilante-. Se me ha hecho corto, pero qué le vamos a hacer. 

- Bueno, si te gusta, es lo que tiene. 

Intento prestarle más atención a la carretera que a él pero, de alguna manera, siempre acabo con los ojos fijos en sus manos y en cómo gira el volante. 

Poco a poco, me saca conversación y acabo contándole cosas sobre Lucía, mis padres y yo misma. Hasta me río en un par de ocasiones. 

Alec se detiene enfrente de la puerta de mi casa donde, como casi siempre, las luces están apagadas porque no hay nadie. 

- ¿No hay nadie en tu casa? -¿por qué siempre preguntas tanto, Alec?

- No, no hay nadie -como creo que no va a decir nada más, hago el gesto de bajar del coche. - ¿Y tus padres? ¿O hermanos?

- Mis padres trabajan mucho y soy hija única -antes de que le dé tiempo a decir algo más, continúo-. Muchísimas gracias por traerme y llevarme, de verdad, pero ahora tengo que estudiar un poco y... bueno, eso. 

- No ha sido nada. Si necesitas algo ya sabes dónde estoy. 

Por supuesto que sé dónde estás, Alec.

No deberíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora