No debería

Beso

Pasan las semanas, se levanta el estado de alarma, Alec y yo nos hacemos amigos (si es que se puede dar una amistad entre una chica de diecisiete años y un hombre de treinta y cuatro) y volvemos al instituto, tenemos los exámenes de final de trimestre, nos agobiamos y, un día, Lucía me besa en mitad del pasillo del insti en pleno cambio de clase porque le habían dicho que no se atrevía.

Pasé vergüenza pero me gustó. Carlos fue el que lo empezó todo. Era la hora del patio y Lucía y yo estábamos sentadas dentro del grupo, pero un tanto alejadas de los demás, haciéndonos cariñitos en el pelo y otras tonterías.

- Vosotras dos, ¿qué rollo raro lleváis ahora? -pregunta Carlos, y al momento siguiente todos nos miran. Yo, como siempre, enrojezco un poco, pero Lucía se pone a reír. 

- Estamos haciendo el tonto, ¿qué más os da? 

- Hacéis mucho el tonto últimamente. 

- La gente se cree que tenéis un rollo. 

- ¿Pero tenéis un rollo?

- No, no tenemos nada -me da como risa pensar que las otras personas especulen acerca de la vida privada de Lucía y mía, porque no estoy acostumbrada. 

- Ya que sois tan amigas, ¿os atreveríais a daros un pico? -no me puedo creer lo que estoy oyendo, pero Lucía parece encantada de que le hagan esa pregunta. 

- Los que quieras y cuando quieras. ¿Quién no querría besar a Alex? -Dios mío, creo que me estoy poniendo cachonda-. ¿Tú te atreves, no? -me pregunta a mí. 

- Pues por supuesto. 

- En el pasillo, cuando toque el próximo cambio de clase -si Lucía ha adoptado una postura retadora, Carlos le ha ganado de calle. 

Y una hora después, cuando suena el timbre, nos encontramos en el pasillo. Sin apenas inmutarse, me atrae hacia sí y me besa en los labios, pero no abre la boca porque la apuesta era un pico y nada más, aunque estoy segura de que si hubiera acabado en algo más allá que un beso básico, ninguna de las dos se habría quejado. 

Cuando nos separamos, no puedo resistirlo y esta vez soy yo quien la vuelve a besar porque, en lo que a mí se refiere, no sé ni dónde estoy. Pero me acabo de dar cuenta de que estoy en mitad de un pasillo en que, aparte de nuestros amigos, hay un montón de personas observando con interés la escena. No puedo evitar recordar lo que nos han dicho antes, que la gente habla sobre nosotras.