Echo un vistazo a la imagen que me devuelve el espejo de la escalera mientras desciendo al piso de abajo. Al contrario que hace unos meses, no me desagrada lo que veo. Un cuerpo alto, estilizado y tonificado. Unos penetrantes ojos azules y mi abundante cabellera rubia recogida en una cola de caballo. Pómulos marcados, labios suaves y carnosos.
Cojo mis llaves antes de salir por la puerta y, mientras bajo la calle hacia la parada del bus, repaso mentalmente todo lo que debería llevar conmigo. Móvil, llaves, cartera, dinero, tarjeta del tren, mascarilla.
Mierda. La mascarilla. No me dejarán subir al bus ni al tren si no la llevo.
Vuelo calle arriba mientras rezo un Padrenuestro porque el conductor de bus de esta semana sea el que siempre llega cinco minutos tarde. Por desgracia no es así porque, mientras bajo la calle con la mascarilla en la mano, veo al bus irse.
Maldita sea. He quedado con Lucía dentro de una hora después de dos meses sin vernos. No me puede estar pasando esto.
Me quedo quieta en la calle mientras pienso qué hacer. No hay nadie en casa, el próximo bus pasa dentro de una hora por culpa del estado de alarma y caminando desde casa a la estación hay más de una hora.
Llamo a Lucía. Como siempre que oigo su voz, sonrío.
- Verás, es que... - me interrumpo cuando oigo el motor de un coche acercándose. Me aparto para que pueda pasar, pero se detiene a mi lado. Es el coche de mi vecino, que se baja del coche y me mira con cara de interrogación. Un escalofrío que conozco muy bien me recorre de arriba a abajo. - Te llamo en un segundo, ¿vale? -susurro rápidamente.
- ¿Pero qué pasa? ¿Estás bien? -su voz suena preocupada-. ¿Puedes venir?
- Sí, sí. Dame un minuto.
El hombre repasa mi cuerpo con la mirada sin cortarse ni un pelo, cosa que no me desagrada. Es un hombre adulto, alto y atlético, por no hablar de sus facciones perfectas.
- ¿Vas a alguna parte? -sus inquisitivos ojos oscuros se clavan en los míos.
- Había quedado con una amiga pero he perdido el bus, y ahora me toca esperar una hora hasta el siguiente. Pero no importa, ahora la llamo y se lo digo.
- Puedo acercarte yo, si quieres.
- No quiero molestar.
- Si me molestara no te lo ofrecería. ¿A qué hora habéis quedado?
- Dentro de tres cuartos de hora en plaza España -sí, tres cuartos de hora. Es lo que tiene vivir en un pueblo en mitad del campo.
- En coche llegamos en diez minutos. ¿Te apetece entrar en mi casa y nos tomamos un café?
Aparte que me parece una grosería decirle que no después de que él se ofrezca a acompañarme a la ciudad, sí que me apetece.
Le escribo un WhatsApp a Lucía mientras entramos en su casa.
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No debería
RomanceAlex es lesbiana, o eso cree ella. Cuando su atractivo vecino empieza a acercarse, las dudas se instalan en su interior, y solo hay una cosa que pueda hacer para librarse de ellas.