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Estaba demasiado acostumbrado a ella, tanto, que los primeros días fueron un poco insoportables. La extrañaba muchísimo, extrañaba sentirla cerca, el saber que podía llamarla y en media hora podríamos estar juntos, ir a comer, ir a jugar, ir a pasear...extrañaba ver sus ojos, extrañaba ver su sonrisa, la extrañaba demasiado. Afortunadamente la universidad se convirtió un poco en un distractor que me permitía olvidarme de cuanto la extrañaba, y el trabajo también ayudaba, aunque siempre que volvía a casa y hablaba con ella, o me llegaba un mensaje de ella, me hacía sentir una nostalgia terrible. Conocí mucha gente nueva, mis intereses comenzaron a diversificarse y encontré en todos estos momentos un refugio en el cual podía resguardarme cada vez que sentía que la añoranza podía conmigo. Shoma me ayudaba bastante, pues siempre me hacía reír y estaba conmigo en mis peores momentos, estaba seguro de que Keiji también lo haría, pero él también se había ido a Tokyo por la universidad, así que solo hablábamos de vez en cuando. Eso si, siempre me mantenía en contacto con ella, me contaba que tal le estaba yendo, como era su universidad, como vivía ahora sola en un departamento pequeño, lo mucho que le estaba costando independizarse pero que igual lo encontraba fascinante.

También era verdad que no podía quejarme demasiado, yo seguía trabajando en la tienda de conveniencia, así que junto a mis ahorros y lo que iba ganando de mis sueldos, los destinaba enteramente para mis viajes a Tokyo, hacía al menos uno una vez al mes, un fin de semana completo en el que podría estar con ella. También ella venía con su familia una vez al mes, igual un fin de semana, y aunque en esos momentos no podíamos pasar tanto tiempo juntos precisamente porque ella hacía esos viajes para estar con sus padres, nos servían también para mitigar un poco la distancia y el echarnos tantos de menos, de esa manera, al menos dos veces al mes, si que nos veíamos y yo sabía que eso era bastante bueno considerando otras relaciones a distancia que apenas y podían verse una vez al año y eso si corrían con suerte, yo sabía que nosotros eramos afortunados.


Yo amaba mis viajes a Tokyo, aparte de que conocía la ciudad y salía a todos lados, estaba con ella, todo lo que hacíamos lo hacíamos juntos, eran fines de semana que no quería que acabaran nunca. Salíamos a tomar un café, o a jugar en las máquinas de arcade, conocí a un par de sus nuevos amigos, a veces también nos encontrábamos con Keiji y salíamos a comer o a desayunar, algunas veces también nos quedábamos en su departamento y ella me hacía de comer o desayunar con lo poco que ya sabía sobre cocinar y yo me sentía en el cielo, había noches que también salíamos a clubes o cosas así, solo para experimentar, pues en ese año ambos cumplimos los dieciocho años, la primera vez que tomé alcohol fue con ella, el primer club que visité fue con ella, la primera noche que pasaba fuera de mi casa, de mi ciudad, fue con ella, a su lado. En esas visitas a Tokyo yo le entregaba todo de mi, como si de verdad fuera la última vez que la vería, aunque sabía que no era así, pero de esa manera se sentía, sentía que tenía que aprovechar cada momento, cada minuto que pasaba a su lado porque tendría que pasar quince días sin ella, eso me parecía una eternidad. Las vacaciones eran un paraíso, pues ella podía volver a Sendai y pasar la mayor parte del tiempo conmigo, se podría decir que en las vacaciones, desquitábamos todo lo que no podíamos estar juntos, aunque la verdad, tampoco sacrificaría por nada del mundo mis fines de semana en Tokyo, a su lado, esos fines de semana que guardaban tantos y tantos recuerdos.


Por eso, cuando comenzó el verano largo y con él también acabó el ciclo escolar, me sentí como si me renovaran, sabía que me esperaban dos meses libres, al lado de Hatsumi, sabía que ella regresaría a casa y todo estaría bien. Fue como si nos regresaran a los días de instituto, pasando el día juntos, yendo a parques o a divertirnos sin ninguna preocupación en nuestras cabezas, cuando miraba hacia atrás, pensaba en el año que acababa de pasar y la manera en que en realidad se había pasado volando, a veces se me había hecho eterno y que el reloj no avanzaba nunca, pero eso no era mas que por la añoranza que sentía mi corazón por ella...también ese verano desee con todo el corazón que el tiempo avanzara así de lento cuando estábamos juntos, que los veranos duraran para siempre. Era imposible, claro estaba, y mientras una noche de lluvia estábamos en un café, bebiendo chocolate caliente, de pronto me di cuenta de que faltaba solo una semana para que el verano acabara y ella tuviera que irse de Sendai de nuevo. La miré, tenía la punta de la nariz y las mejillas sonrojadas, pues acabábamos de sentarnos y afuera hacía un frío terrible por el viento de la tormenta, se veía hermosa, como siempre, con el pelo ligeramente húmedo por la lluvia que había alcanzado a mojarnos. Entonces ella también me miró y yo sonreí un poco, ella me devolvió el gesto pero hubo algo en el mismo que me hizo sentir inquieto. Mientras removía mi chocolate con la cucharilla, volví a mirarla —¿Pasa algo?— Aquel día ella había estado más callada de lo normal y ahora el verle sonreírme de esa manera tan extraña supe que algo ocurría, lo conocía ya mejor que nadie como para saber esas cosas. Ella fijó la mirada sobre su bebida caliente pero luego de un rato de silencio, me miró, pude notar como respiraba profundo, preparándose para hablar, sentí un nudo en el estómago.

—Yuzuru...mi padre ha sido transferido a Tokyo...se van a mudar a la ciudad, conmigo— 


Al principio no comprendí porque eso le parecía tan horrendo, ahora podría estar con su familia, y ellos la cuidarían, eso me tranquilizaba un poco a mi también...pero entonces a ella se le llenaron los ojos de lágrimas, y también lo entendí. Sin la familia de Hatsumi en Sendai ella no tenía ninguna excusa para regresar. Sentí un peso en el estómago que me impidió hablar por un buen rato, mientras que en mi cabeza comenzaban a arremolinarse miles de sentimientos y pensamientos sobre lo que aquella simple frase significaba. La única razón por la que ella podría volver a Sendai sería yo ¿no es así? ¿O es que esa razón no bastaba? ¿Por qué ella estaba llorando? ¿Significaba eso que ni siquiera por volver a verme ella volvería? Este pensamiento me molestó, me hizo enojar porque me hirió tan profundamente que mi primera reacción fue alejarme, gritar y romper algo para no hacerle saber a nadie lo profunda que era la herida de ese simple pensamiento. Miré a Hatsumi, ella lloraba silenciosamente a mi lado, con la cabeza baja y eso me molestó todavía más...si de verdad estaba así de triste era porque no pensaba volver, ni siquiera por mi.

Me puse de pie, haciendo a un lado mi silla y en lo que yo consideraba un último gesto galante, me acerqué a la caja de la cafetería para pagar por nuestras bebidas, hice aquello y luego salí al exterior, sin importarme en lo más mínimo que afuera se estuviera cayendo el cielo. El agua helada me empapó casi de inmediato, pero no me importó y caminé con las manos en los bolsillos mientras apretaba los dientes. Entonces, por encima del sonido de la lluvia golpeando el pavimento, escuché la voz de Hatsumi, llamando mi nombre, me giré y la vi corriendo hacia mi, sin utilizar el paraguas que llevaba el el bolso, empapándose también, cuando llegó al lado mío, me giré para poder mirarla mejor y ladee la cabeza

—Yuzu...Yuzuru...no te atrevas a irte así ¡al menos ten el valor de decirme a la cara que ya no quieres estar conmigo!— No podía verlo en su rostro por la lluvia, pero en su voz se podía notar con claridad, estaba llorando, yo fruncí el ceño un poco y me acerqué a ella un paso más, sintiendo como el agua de lluvia me chorreaba por el pelo —¿Que yo ya no quiero estar contigo? ¡Pero si has sido tu quien prácticamente ya me dijiste que ni siquiera por mi harías un esfuerzo para venir a Sendai a verme ¿por qué llorarías si no? Cuando lloras es porque te has rendido ¿no? Te has rendido...— Pero Hatsumi ya negaba con la cabeza aún cuando yo no había terminado de hablar, ese gesto hizo que algunos de sus cabellos húmedos se le pegaran a las mejillas —¡Claro que no gran pedazo de idiota! Estoy llorando porque sé que será mucho más difícil vernos, pero eso no significa que me esté rindiendo...estoy dispuesta a esforzarme el doble para poder venir a verte, sé que no será tan frecuente como hasta ahora, pero no quiero que nos separemos...— Sollozó y agachó la cabeza de nuevo al decir aquello último, y aquella herida que mis propios pensamientos habían creado se cerró tan solo con escuchar su voz diciéndome eso. Sin importarme nada más, me acerqué a ella y la abracé con fuerza, sintiendo como una sonrisa tonta se extendía por mi rostro —Deja de asustarme así niña tonta...si lloras me haces pensar lo peor— Me alejé un poco, lo suficiente para poder mirarle a los ojos, ella todavía me miraba un tanto confundida —Quiero estar contigo Sumi-chan, siempre querré estar contigo, pero si tu lloras me haces pensar que de verdad va a pasar lo peor...para la próxima solo dímelo rápido ¿de acuerdo? Si lloras, me asustas— Ella entonces soltó otro sollozo que se mezcló un poco con su risa, mientras negaba de nuevo, yo le acaricié la mejilla con el pulgar y seguí hablando —Entiendo ahora que será difícil, pero si tu no te rindes, yo tampoco lo haré, seguiré trabajando duro para ir a verte también ¿de acuerdo?— Pude ver aquel brillo en sus ojos de nuevo, el brillo que me encantaba, y cuando ella asintió, yo me acerqué de nuevo a ella.


Esa noche, gracias a la lluvia torrencial que caía sobre nosotros, nadie fue testigo del beso que nos dimos en el medio de la calle, ni de la manera en que yo susurraba sobre los labios de mi Sumi-chan bonita lo mucho que la amaba...pero estaba bien. No necesitábamos testigos para ese momento, ni para esa promesa, con nosotros mismos bastaba.

❛  𝙎𝙞𝙚𝙩𝙚 𝙖𝙣̃𝙤𝙨  ❜  ● ● ● 〘 𝚈𝚞𝚣𝚞𝚛𝚞 𝙷𝚊𝚗𝚢𝚞 〙《TERMINADA》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora