Capítulo 2

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En multimedia: Lucia

                                                                                             Por esos amigos chingones que están en las buenas y cuando nos lleva la chingada  

No existe un curso de cómo ayudar a tu mejor amigo o amiga a salir de un estado depresivo, tampoco existe un remedio naturalista, y en muchas ocasiones dentro de tu repertorio de opciones, que son pocas, solo te queda estar aún lado de él o de ella. La siguiente escena se podría definir como un intento de hacer eso mismo. Pepe y Carla estaban sentados frente a Lucia, observándola con cautela, temiendo que si desviaban la mirada un segundo se desmoronaría, desde que había llegado al departamento no había mencionado palabra alguna, mantenía la mirada perdida, no había expresión en su rostro, el par de amigos no sabría decir si estaba triste, enojada, angustiada o tranquila.

— ¿Ahora qué? —Preguntó Ricardo después de unos diez minutos en completo silencio. — ¿Sabes que sucedió?

—Cuando llegue por ella, estaba así como la vez. — Respondió en voz baja, estiro su brazo para tomar su teléfono. — Voy a llamar a Rogelio, a lo mejor él nos pueda explicar.

Y como si esas fueran las palabras mágicas que necesitaban, Lucia reaccionó de su estado vegetativo. — ¡No! — grito exaltada. — Ni se te ocurra.

Tanto Pepe como Carla le miraron confundidos. —Está bien, tranquila, sin llamadas a Rogelio —le contesto Carla bajando el teléfono mientras se levantaba del sofá. Se acercó para sentarse a un lado de Lucia, la rodeo con sus brazos y buscando su mirada le pregunto: — Lu ¿Qué sucedió?

— Carla, todo se fue a la chingada.

Después de una caja completa de pañuelos desechables, medio litro de helado napolitano y una barra de chocolate con almendras, Lucia había terminado de contarles toda la historia con pelos y señales, y cuando por fin las lágrimas cesaron paso a estar de nuevo en su estado vegetativo.

— Ya decía yo que ese tipo era un Cabrón, Lu, todos los hombre son así, mira que yo los amo, pero es que son unos cabrones. — Pepe intento animarla, pero en esta situación ni siquiera su gran carisma pudo sacarle una sonrisa a Lu.

—Mira, ya es tarde... — Carla se levantó y empezó a apagar las luces, dejándolos solo con el resplandor de la televisión. — Mañana veremos que hacer, y no te preocupes, todo mejorara.

Aquellas palabras le dieron tranquilidad a Lucia, porque verdaderamente creía que después de este día, su vida no podía empeorar.

***

A la mañana siguiente con algo de ropa y maquillaje prestado Lucia se dispuso a presentarse a trabajar con la mejor cara que pudo, fue completamente fuera de su zona de confort levantarse en una cama o mejor dicho sofá ajeno, incluso cuando Ricardo le obligo a tomar un jugo de naranja, le dio dos cucharas que previamente había metido al congeladora y se las dio para que la pusiera sobre sus parpados para que la hinchazón por el llanto de redujera, también la obligo a ponerse los tacones más espectaculares del closet de Carla y a vestirse como toda una diosa, sin embargo Lucia solo tenía el arraigado sentimiento de querer volver al sofá.

Tomaron el viejo auto de Carla para llegar al trabajo —Me adelantare, tengo que prepara la sala de juntas antes de que el nuevo de publicidad llegue, te dejo las llaves para que cierres, — antes de bajar del auto Carla estiro su brazo para tomar un folder del asiento trasero el cual le entrego a Lucia. — Ayer con todo lo que paso no quise darte esto, pero será mejor que le eches un vistazo antes de la reunión, se me hace tan raro que mantengan tanto secretismo con este sujeto. Te veo adentro.

¿Cómo mandar a la chingada y no morir en el intento?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora