Capítulo 4

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N/A: En multimedia Charlie

La chingada es una localidad del municipio de Perote, en el estado de Veracruz, México. A pesar de que la mayoría de los mexicanos se describen como <<hijos de la chingada>> y suelen mandar allá a las personas de quienes groseramente se despiden, solo tiene 7 mil habitantes.

— Wikipedia.

—Él no tiene ni idea de con quien se ha metido... —Lucia se encontraba divagando en sus pensamientos de odio ante el nuevo miembro de la revista. —¿Quién se cree que es? —Soltó un suspiro de exasperación. —¿Me tiene sin cuidado lo que hayan definido antes de mi llegada? Pues a mí me tiene sin cuidado el mucho renombre europeo que tenga. ¿Sabes qué? Que se vaya a la chingada. —Lucia se había pasado casi una hora despotricando acerca del que describían como el hombre perfecto, mientras Carla solo de dedicaba a escucharla sin verdaderamente hacerlo. — Es que, de verdad, ¿cómo es posible que alguien llegue de esa manera a imponer como si fuera dios todo poderoso?

Carla estaba exasperada, descanso un momento su cabeza sobre el respaldo de la silla y sopeso lo siguiente que iba a decir. —¡Güey! Por un segundo, para... —Lucia cerró y abrió la boca un par veces. —Mira déjalo ir por hoy, los dos han iniciado con el pie izquierdo, dale tiempo, tal vez no fue la mejor primera impresión... Al menos para ti — aquello último denoto la completa picardía de la chica que se mordió el labio, a lo que Lucia respondió lanzándole un pequeño clip con el que había estado jugando. —Ya, ya, perdón. Ve el lado positivo, prácticamente nos han dado el resto del día libre.

Lucia se quedó pensativa: —Tal vez tienes razón. — Le respondió Lucia, pero antes tenía cosas que solucionar, como el asunto de Rogelio. —Pero, antes tengo que ir al departamento por mis cosas.

Aquel pensamiento oscureció el humor de Lucia, no sabía si sería capaz de ir a ese departamento y no desquebrajarse nada más entrar, Carla se ofreció a acompañarla, pero Lucia le dijo que prefería ir sola, que aprovecharía que el sin vergüenza estaría trabajando para no encontrárselo, también quería arreglar el asunto del auto, su viejo escarabajo había sido trasladado al taller mecánico y lo tendría de vuelta esa misma tarde.

Al salir de la oficina a eso de las cuatro de la tarde Lucia ofreció la mitad de su emparedado a Diego el cual lo acepto encantado y se encontró con la difícil decisión de si pagar un taxi o si moverse en el metro, aunque también podría tomar un colectivo, entonces lo pensó mejor, como saldría de ese apartamento con montones de cajas y sin un medio de transporte, su única opción parecía ser pedirle ayuda a Carla y pedirle prestado su carro, pero aquello le peso en la conciencia, sentía que ya se había apoyado demasiado en ella.

— ¿Esperas un taxi?— El mismo joven rubio que había visto en el ascensor por la mañana estaba parado a un lado suyo con una sonrisa brillante, Lucia quedo sin aliento por un segundo; tenía toda la pinta de Europeo, incluso su acento lo delataba.

— Eso creo...— realmente no tenía ni la menor idea de que iba a hacer.— La verdad es que... voy a ir al departamento de mi ex, a recoger mis cosas, pero ayer le robaron las llantas a mi auto entonces, ¿Qué crees que convenga más, taxi o colectivo?

El chico quedo perplejo ante esa respuesta, Lucia no parecía sufrir una reciente ruptura, pero también era cierto que Lucia tendía a manejarse en estas situaciones de una manera peculiar, empezando por aparentar que no había pasado nada, para sorpresa de Lu el chico no la miro con ojos de pena, incluso, no sabría explicar exactamente bien el porqué, pero a Lucia le dio la impresión de que estaba tramando algo muy en el fondo.

¿Cómo mandar a la chingada y no morir en el intento?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora