II. LA CREACIÓN DE MAGNETO

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DÍA 2
DARK CHARLES, MUTANT SOCIETY (616)

Charles Xavier era el nombre que resonaba en cada rincón de la ciudad. De televisores, hasta radios viejas; de computadoras hasta periódicos del día. Cada medio de comunicación esparcía por el país, quizá por el mundo, las noticias de los últimos sucesos: El profesor Xavier había asesinado a Magneto.

Los rumores decían que se había tratado de una fuerte confrontación que el gobierno había planeado para derrocar al mutante terrorista. Otros creían, no alejados de la verdad, que el líder de los X-men finalmente había cedido y había demostrado que los mutantes eran realmente una amenaza para los demás. Las teorías más recientes, sin embargo, apuntaban a que se trataba de una conspiración: Magneto no estaba muerto, y el profesor X no era un fugitivo que había desaparecido de la noche a la mañana. Ambos habían unido fuerzas para crear una sola causa que tarde o temprano se levantaría para declarar la supremacía mutante.

Pero lo que había sucedido en realidad comenzó como se comienzan los peores desastres: con buenas intenciones.

—Escuché que tú y tus estudiantes salvaron al presidente de un atentado —dijo Erik, cruzando sus piernas antes de pensar en dar un sorbo al té que Charles había servido.

—Sólo hacíamos nuestro trabajo.

—¿Desde cuándo eres tan modesto?

—He aprendido a serlo con el tiempo, querido —contestó con una sonrisa—. Es una cualidad que tú deberías aprender también. No te vendría mal.

—¿Cuál es tu punto?

—Las estatuas en tu honor, la propaganda, los mensajes en el cielo —enumeró—. A veces me pregunto si tu causa no es sólo una forma de posicionarte en lo alto de la sociedad.

Erik se removió con incomodidad en su asiento, dejando su taza sobre la mesa que los separaba. En efecto, las palabras de Charles fueron un certero golpe en su orgullo. Uno profundo, desagradable e insistente. No era la primera vez que el telépata, fuesen ellos amigos o enemigos —sólo Dios lo sabía—, insinuaba algo parecido. Lo había hecho desde que su rivalidad había nacido, desde el primer instante en el que sus ideas para el mundo fueron distintas y cada uno tomó el camino que creyó correcto.

—¿Qué hay de ti? —preguntó de mala gana—. Todos esos eventos benéficos, las conferencias, los monólogos que no suenan más que como una absurda propuesta presidencial. Lamento ser el primero en decírtelo, Charles, pero tu causa se basa en defender a las mismas personas que matan a los nuestros allá afuera.

—Es una forma de verlo. —Xavier lo miró directamente a los ojos al hablar—. Específicamente, es tu forma de verlo.

Una sonrisa fue la primera respuesta de Magneto. Sus labios se curvaron en ese gesto burlón y sus ojos delataron un destello de soberbia que el profesor enfrentó con incomodidad.

—De esto estoy hablando. —Soltó con un extraño entusiasmo, señalando el rostro del profesor—. ¿Acaso no puedes ver que no eres mejor que aquello de lo que me acusas? ¿Desde cuando el poder te ha tenido tan cegado, viejo amigo? Me es difícil reconocerte de esta manera.

—No quieres empezar esta discusión, Magnus.

—¿Vas a negarte a ver la realidad? —insistió—. Hablemos de ello, Charles, abiertamente. Yo no le temo a tu sinceridad.

—Supongo que no es una oferta que pueda declinar. —El telépata pronunció con resignación, dándole un trago largo a su té—. Dime, amigo mío, ¿qué es lo que ha cambiado en mí?

—En nosotros. —Le corrigió—. Mucho ha cambiado en nosotros.

Xavier sintió una punzada de desconcierto al escuchar su declaración. Erik Lehnsherr no era el tipo de hombre que reconocía sus propios errores a menos que la situación lo ameritase desesperadamente, mas Charles no se adelantó a juzgar el significado de sus palabras. Un cambio no era siempre la implicación de cometer un error.

COSA DE AZAR [CHERIK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora