III. EL FLORISTA

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DÍA 3
FLORERÍA, ABO DYNAMICS (XMCU)

El olor a flores ha comenzado a recordarle a él. Las flores, en sí mismas, le recuerdan a Charles después de dos semanas más de sus visitas a la tienda.

En realidad, no sabe mucho respecto a él. Sabe que es un profesor, y que se apellida Xavier, porque sus propios alumnos han acudido a su florería para enviarle arreglos después de un duro semestre —maneras de sobornarlo, supone—. Sabe que probablemente la universidad para la que trabaja es una de esas que está en el barrio —hay dos, o tres, a unas cuantas calles; Erik aún no está seguro—. Y sabe, también, que Charles va cada día a pedir un ramo de rosas, junto a una orquídea azul en el centro. A veces, cada tres o cuatro semanas, también pide un alcatraz. Son más difíciles de conseguir, sin embargo, Erik siempre encuentra la forma de tenerlo listo para la tarde.

En algún momento empezó a sospechar que esa es la razón por la que Charles va a su tienda —con tanta frecuencia— en primer lugar: es el único que hace un esfuerzo por encontrar lo que sus clientes necesitan. O eso es lo que ha escuchado de sus compradores. A Erik le gusta su trabajo y también le gusta complacer a la gente; esto último es algo que no admitiría en voz alta, sin embargo.

—Su pareja es muy afortunada. —Le dice Erik un día, mientras el profesor hojea un libro de genética en la espera.

No ha parado de leer desde que cruzó la puerta y la campana anunció su llegada, acompañado de su propio aroma. Una loción que el florista había percibido a menudo: un supresor.

—Oh, sí. —Él sonríe nervioso, mas no aparta la mirada de la lectura—. E imaginaria.

—Ah. Lo lamento. No pretendía...

—Está bien. —Él niega con su cabeza para restarle importancia al asunto. Luego, cierra su libro de golpe y levanta sus ojos azules hacia el hombre detrás del mostrador. Se miran por un par de largos segundos, una extraña costumbre que han adquirido antes de proceder a decir y escuchar la orden de flores respectivamente—. Son para mi hermana, las rosas —explica entonces—. El alcatraz es para mi padre. Falleció cuando era niño, y trato de visitarlo de vez en cuando en el cementerio.

—Lo lamento. —Erik repite, ahora sobre su padre.

Charles aprieta los labios con amargura, aunque parece intentar disimular su incomodidad. Luego, coloca el libro suavemente sobre el mostrador, y sus dedos tamborilean encima de la portada por un momento. Está pensando.

—¿Cuáles son sus flores favoritas? —Le pregunta el profesor después de un rato.

Lehnsherr se sorprende, pues es la primera vez que alguien parece interesado en sus gustos. Tiene que detenerse un rato a contemplar las flores que los rodean para considerar su respuesta; no es fácil elegir.

—Mi madre tiene un huerto en casa —comienza, rodeando el mostrador para acercarse a un ramo de flores púrpuras. Xavier lo sigue con la mirada—. Pero el aciano ha sido siempre su favorito, y el mío por consecuencia. Es un símbolo nacional.

—¿Alemania?

—Sí. —Asiente con sorpresa—. ¿Cómo lo sabe?

—Estuve ahí hace un par de meses, una conferencia —confiesa el otro, algo cohibido.

—Bueno —continúa Erik, mostrándole el ramo—, el aciano es mi respuesta.

Charles sonríe como al florista no le ha sonreido nadie en la vida. Es amable y cálido, y toda esa tibieza que viene de su expresión parece dirigida a él. Es... intimidante de la misma forma en la que un abrazo de su madre lo es: demasiado significativo, demasiados sentimientos que reposan ahí. Pero después de unos segundos, Erik se acostumbra a la sensación. La disfruta.

COSA DE AZAR [CHERIK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora