Capítulo II

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Al día siguiente Gabriel había sido llevado a la mansión Agreste, las vacaciones, obviamente habían sido canceladas. Nathalie apenas y había hablado con el hombre, porque lo ultimo que necesitaba era que este le recordara que no la reconocía, pero su pequeña hija estaba realmente ansiosa por ver a su padre, por lo cual decidió cruzar palabra con él.
—¿Gabriel? ¿Estás despierto? —preguntó tocando la puerta.
—Pasa.
La mujer entró, viendo a su marido con unos pantalones de chándal y una camiseta, de su misma marca, —¿podemos hablar?
Los ojos azules, que se encontraban sin gafas, se enfocaron en ella, por lo que la pelinegra se acercó más, —sí, realmente necesito saber qué pasó.
—Te caíste y te golpeaste la cabeza cuando estábamos de vacaciones.
Los ojos del hombre se cierran, —¡eso no! —gritó frustrado, haciendo que la mujer retrocediera un paso.
—¿Entonces? ¿Qué quieres saber?
Gabriel se sienta en la cama, indicándole que haga lo mismo, a lo que se niega, —está bien, ¿realmente me casé contigo y dejé ir a mi esposa?
La pregunta hizo que apareciera una presión en su pecho, —no es tan así Gabriel... —suspiró—. Sabias que estabas arriesgando demasiado, además pedir ese deseo era muy arriesgado.
—¿Simplemente me di por vencido? —cuestionó frotándose las sienes.
—Yo no lo vería de ese modo.
—¿Cómo lo ves? Emilie es... —miró a Nathalie y simplemente se calló.
La mujer contiene sus lágrimas, —yo no voy a discutir nada de lo que tengas que decir Gabriel, solo venía a hablar contigo sobre Nerea —dijo intentando parecer fuerte.
—¿Quién es Nerea? —cuestionó.
Cada vez era más difícil mantener la conversación, pero sabía que tarde o temprano tendría que hacerlo, así que se armó de valor, formando sus paredes nuevamente, —es nuestra hija Gabriel.
El rostro del guapo hombre se tornó confundido, —¿Nuestra? ¿Cómo?
—La cigüeña la dejó en la mansión... —la ceja derecha del hombre se levantó—. Pues como todas las parejas hacen para tener hijos.
El asombro no abandonó el rostro del ojiazul, —¿qué edad tiene?
—Cinco.
—¿Cinco? —los ojos de Gabriel se abren, la impresión adornando su rostro, —¿Hace cuanto tu y yo?
La mujer de ojos celestes se quita sus lentes, colocando su rostro en sus palmas, —ocho años juntos y seis de casados.
—Esto es realmente increíble.
Nathalie vuelve a mirar a su marido, —¿haberte casado conmigo? —soltó herida, pero intentando no dejarse llevar por sus emociones.
—No me mires así... —dijo evitando la mirada fría de la pelinegra—. No sabes lo difícil que es despertase y ver que haz perdido ocho años de vida.
El semblante de Nathalie se relajó un poco, sabiendo que era cierto lo que decía, estaba siendo dura con él y molestándose con algo que era ajeno al hombre, —lo siento, creo que tienes razón. Estoy siendo injusta y dura contigo.
—Sí, lo estás siendo —acordó molestando a la mujer a su lado, quien le dio un ligero puño en su pecho—. Eso dolió.
—Ese era el plan —Nathalie sonrió, pero volvió al tema por el cual había decidido entrar a hablar con él—. Nerea quiere saludarte, está realmente nerviosa y ansiosa por saber si estás bien.
—¿Por qué no la trajiste contigo?
Nathalie lo mira fijamente, —porque no quería que mi hija se diera cuenta que por ella su padre perdió la memoria parcialmente y vaya sorpresa que no la recuerda.
—Tienes razón, eres muy lista Nathalie —la mujer asiente, sintiéndose tan alejada de Gabriel, él había dejado de llamarla por su nombre, siempre refiriéndose a ella de una forma cariñosa, algo que había perdido después de la ausencia de Emilie, pero que poco a poco había recuperado cuando su relación comenzó y las cosas se volvían cada vez más serias.
—Voy a buscarla, está esperando en su habitación.
—Bien, pero no me dejes solo con ella.
—No soy tan tonta Gabriel Agreste.

Cuando la niña entró a la habitación de sus padres, corrió directamente a los brazos de su papá, quien la abrazó fuertemente cuando la niña empezó a llorar, —lo siento, no fue mi intención, te haré caso la próxima vez.
—¿Sólo la próxima vez? —cuestionó el hombre acariciando la espalda de la pequeña.
Nerea levantó la vista y miró a su padre, —siempre, te lo prometo.

Cabriel se sentó en la cama colocándola en su regazo, conociéndola, era muy parecida a Nathalie, con su carita alargada pero pequeña y la característica nariz respingona de su madre, con los ojos de su padre, era simplemente hermosa, con su largo cabello azabache y una sonrisa capaz de derretir el corazón de cualquiera.
—¿Te sientes mejor papá?
—Sí, mucho mejor ahora que estás aquí.
Nathalie los miró interactuar, sintiéndose contenta, no quería imaginar que su hija se enterara, que su amado padre no la recordaba, eso hubiera sido una total tragedia para la niña, la cual estaba muy apegada a Gabriel, —¿vas a comer con nosotros? Adrien se quedará unos días con nosotros y Marinette vendrá a visitarnos.
—¿Marinette? —preguntó, dirigiéndose a Nathalie.
—Sí.
El hombre ignoró la mirada de advertencia de la pelinegra, la cual no había mirado muy bien desde que había despertado. Definitivamente se veía distinta; no llevaba los trajes habituales a los que estaba acostumbrado: tenía una blusa blanca adherida al cuerpo, una falda negra, la cual tenía una abertura frontal de volantes fruncidos, haciendo que sus caderas, las cuales se veían más anchas, se dejaran admirar y vaya que apreciaba la vista. Su cabello estaba suelto, dejando ver lo largo y abundante que era. Jamás había notado lo hermosa que era, definitivamente estaba ciego, —sí Gabriel, viendo que no se pudieron llevar a cabo las vacaciones, todo se canceló y Adrien decidió quedarse hasta que vuelva a la universidad.
¿Universidad? Su hijo ya era un hombre y ni siquiera lo recordaba, se tocó la frente haciendo que Nathalie se acercara, —entiendo.
—¿Estás bien cariño? —preguntó preocupada.
La pregunta lo tomó por sorpresa, pero solo decidió responder, —sí, creo que solo necesito comer.
—¿Seguro?
El hombre mayor asiente, —sí, detesto la comida de las clínicas.
—Bien, déjame ayudarte... —dijo bajando a Nerea del regazo de su padre, ayudándolo a levantar, —¿te sientes mareado?
—Solo un poco, pero el medico dijo que era algo normal.
—Sí, tienes razón, solo estoy preocupada.
La niña mira a su padre, —¿estás así por mi culpa papá?
Gabriel ve la tristeza en los ojos de su pequeña, haciendo que su corazón se encoja, —fue un accidente cariño, no es tu culpa. Solo necesito comer y descansar.
—Vas a engordar mucho si solo comes y duermes.
La sonrisa aparece en los ojos del mayor, —eso no me vendría mal.
—A mamá le gustas guapo y fuerte.
—Creo que a tu madre no le molestará que gane un poco de peso —dijo en broma pero la niña lo tomó enserio.
—¿Es cierto? —cuestionó mirando a la hermosa mujer.
—Realmente no —dijo con una expresión de disgusto mal fingido.
—¿A sí? Espero que no dejes de vestirte así para mí —dijo sorprendiendo a su esposa.
Las mejillas de la pelinegra solo se tiñeron de rojo, —bajemos, la comida está lista.
—Sí, tienes razón.

Redescubriendo Tú Amor (Gabenath)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora