A."No soy de esa clase de persona que se enoja porque invadan una pequeña fracción de su espacio personal".
Ay, Axel... pero si tan solo supieras todas esas veces que he invadido más que una pequeña fracción de tu espacio personal sin siquiera preguntártelo de seguro si te enojarías.
"Está bien, ¿Qué quieres saber de mi?"
Esa frase no la olvidaría nunca. Había soñado tantas veces tener la posibilidad de preguntarle cosas sobre su vida que lo miré un momento en silencio mientras mi cabeza divagaba.
<<Quisiera saber tantas cosas de ti que si me las respondieras todas, las horas se volverían instantes y el día y la noche se volverían enemigos>>.
-¡Oh, por Dios! ¿En serio estás dispuesto a hablarme de tú vida? -le pregunté haciendo un gesto exagerado de sorpresa con la mano en el pecho para agregarle drama.
Medía sonrisa se formó en su rostro y respondió:
-Si. Pero solo si tú estas dispuesta a hablarme un poco de la tuya.
Una carcajada salió de mi garganta y resonó en su habitación.
-¿No te cansas de insistir? -le pregunté aún con la sonrisa en mi boca.
-No. De hecho me han dicho muchas veces que soy demasiado insistente. -dijo, cruzándose de brazos.
-Ahora me doy cuenta de por qué lo dicen.
Está vez fue su risa la que se escuchó y sentí como me temblaban un poco las rodillas.
-Eres todo un misterio, pero al menos ahora sé que también eres divertida.
-Tengo mis momentos de buen humor. -le contesté guiñándole el ojo.
Después de mirarle un momento caí en cuenta de que no sabía cuantos años tenía Axel a pesar de "haberlo visto crecer".
Ya sé que suena ridículo pero no lo sabía. Ahora si tenía algo que preguntarle diferente al tema de sus cartas.
-¿Cuántos años tienes, Axel?
-¿Si te lo digo me dirás tú nombre? -insistió.
-¡Oye! eso me sonó a un chantaje.
-Mmm... puede ser. -dijo, intentando retener la risa, se veía realmente divertido con esa situación así que opte por seguirle en juego.
-Está bien -dije levantando los brazos como en son de paz-. Acepto tú chantaje.
-Tengo 14. Pero en unos meses cumpliré los 15.
<<Solo es un año mayor que yo>>.
-Mi nombre es Ainhoa, pero... -me quedé callada.
-Tu apodo es A. -terminó por mi.
-¡Si! -contesté con euforia fingida- ¡vaya, me sorprendes, tú si que eres inteligente!
Axel se rió abiertamente y en ese instante mis ojos viajaron a sus labios, pero rápidamente aparte la mirada al comprender que lo que yo estaba pensando no era lo correcto.
-¿Qué es eso? -pregunté fingiendo que no sabía mientras señalaba el libro en el que solía escribir sus cartas. Su mirada siguió la mía y se fijó en la pequeña mesa que hacía las veces de escritorio.
-Ese es... es... sólo un cuaderno de apuntes. -respondió alzando los hombros con una indiferencia fingida.
-Wow... lo logré -dije con arrogancia-. Ahora eres tú el que se cohíbe.
Me reí de manera disimulada y me levanté de la cama para acercarme a ese lugar donde hacía 4 días Maga me había encontrado buscando una de las tantas cartas de Axel.
-¿Puedo? -pregunté señalando el libro.
-Sí. -concedió.
Tomé el libro entré mis manos y lo abrí en la primera página, pero para mi sorpresa no estaba en blanco. Mis ojos viajaron rápidamente por la hoja y noté que esta vez la carta tenía un título.
La chica.
Fueron intensos los instantes y pequeñas sus palabras.
Pero algo en su mirada gran tristeza demostraba.
No hay nombre ni manera que algo haga que mi curiosidad por ella muera.
Mis manos temblaron al terminar de leer y sin querer terminé soltando el libro. Me agaché tan rápido como pude para recogerlo y me di cuenta de que si no salía de ahí iba a hacer una completa tontería.
Miré el reloj y ya eran las ocho y diez así que usando eso como excusa le dije:
-Axel, creo que... me tengo que ir -lo miré a la cara y noté en sus ojos la decepción que mis palabras le traían, más sin embargo no dijo nada referente a mi repentina huida-. Ya es tarde para comenzar mi día, pero... gracias por el chocolate, estaba delicioso. Otro día que puedas seré yo quien responda todas tus preguntas. -giré despacio sobre mis pies y caminé hasta que tomé la perilla de la puerta, miré sobre mi hombro y no pude evitar sonreírle un poco.
Cuando logré salir de esa habitación volví a respirar con normalidad y me di cuenta de que ni siquiera lo había dejado despedirse, pero poniendole un punto final a ese momento caminé el pequeño paso que hacía falta para llegar a la mía. Entré y cerré la puerta tras de mi, las manos aún me temblaban y caminé a mi cama para recostarme en ella.
<<¡Dios! ¿Todo eso había sido verdad? ¿Todo aquello acababa de pasar? ¿O me había vuelto loca y ya había comenzado a alucinar?>>
Sin querer y con su consentimiento terminé leyendo lo que parecía ser la última carta que él había escrito.
Recordé cada palabra pronunciada por sus labios y lo que había escrito en aquella hoja blanca, entonces mi cuerpo se erizo por completo al recodar ese primer encuentro en las escaleras, y mi mente se negó a creer que lo que yo pensaba era la verdad; pero aún así mis labios dejaron salir las palabras que confirmaban en voz alta la conclusión a la que acababa de llegar:
-La carta hablaba de mi.
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Un poeta sin motivos. (En Edición)
AcakAxel y Ainhoa. Dos niños que han pasado por situaciones difíciles. Almas que aún no saben bien como expresar lo que sienten. Un cariño inocente que creció en la oscuridad y un poeta que describe lo que siente en un cuaderno para poderse desahogar...