DOMINANCE | kookmin

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Retiro

La mayoría de los alfas que pasaban por las instalaciones del INCA solían ser alfas jóvenes que acababan de presentarse en sociedad. Venían de familias de rango inferior y aunque se consideraban alfas libres con el privilegio de formar una familia, la clasificación de alfas era un proceso que afectaba a todos por igual.

A menudo, la clasificación de la mitad de la sociedad se entendía como una ceremonia, un paso a la adultez, como antaño había sido poder cambiar de forma. Era la manera de elegir la vida acorde a las características del lobo, tener una familia, un trabajo y vivir felices por el resto de sus días siempre y cuando atendieran a las normas establecidas y a la superioridad de la raza omega.

Los únicos alfas que no eran libres eran aquellos cuyos ojos mostraban un color rojo, comúmente conocidos como alfas rojos. Si su lobo presentaba ese color el Alfa pasaría a ser propiedad del gobierno y del Ministerio de bienestar del omega y quedarían por siempre a disposición de cualquier omega que lo necesitase.

Los alfas rojos no podían tener familia; su única obligación era atender en el celo y el tiempo limitado que los omegas de rango medio y superior lo requirieran. Vivían en zonas aisladas, con fuertes medidas de seguridad, pero gozando de libertades, como estar al aire libre, recibir buena alimentación, mantener la higiene y someterse a exámenes periódicos.

Jimin había visitado una vez uno de los grandes albergues de alfas rojos, antes de su primer celo, cuando tenía diecisiete años. Por aquel entonces, se había imaginado aquel sitio como un prostíbulo donde los alfas se paseaban desnudos y el olor a sexo inundaba el ambiente. Sin embargo, resultó más bien  parecido a un retiro espiritual, un lugar pulcro y tranquilo.

Al llegar, le habían realizado exámenes, principalmente para determinar la pureza de su lobo y detectar enfermedades sexuales. Además, había tenido que rellenar un formulario de preguntas bajo la crítica mirada de su padre, lo que solo había aumentado su nerviosismo. Una hora más tarde, mientras esperaba en una incómoda y pulcra sala de espera, una amable beta había ido recogerlo para presentarle a su alfa asignado.

Jimin recordaba haber buscado consuelo en su padre, intentando calmar los nervios que lo ahogaban y a su padre diciéndole que un omega no se comportaba así, que un omega siempre debía mantener la compostura. Y luego, al entrar por la puerta de lo que parecía ser una cafetería, Jimin se sorprendió al ver la cantidad de alfas y omegas sentados en mesas: algunos charlaban animadamente, otros se miraban incómodos y en silencio. 

Pero sin duda, en un ambiente cordial.

Su padre lo había guiado entre las mesas detrás de la mujer beta, con visible repugnancia en su rostro y una mano apretando su muñeca. Jimin se había dejado guiar hasta ver la cabellera castaña de un Alfa que estaba de espaldas, sentado en una de las mesas. Y entonces, el alfa se había dado la vuelta con la sonrisa más bonita y pura que alguna vez le habían dedicado. Jimin recordaba como todas sus terminaciones nerviosas habían explotado en chispas al ver algo tan lindo enfrente de él. Aquel alfa alto y moreno, con ojos y sonrisa amable, voz grave y olor a naranjas. Recordaba sus mejillas ardiendo, y el olor a canela que inundaba el ambiente cuando su lobo había despertado gustoso.

Recordaba todos y cada uno de los momentos con ese alfa.

Sin embargo, volviendo al presente, aquellos recuerdos se habían vuelto amargos e irascibles en su interior, aumentando su mal humor mientras entraba a las instalaciones del Retiro, acompañado de Seokjin y de un delta cercano, el Capitán Kim Namjoon.

Mientras miraba al delta de reojo, Jimin recordó que los deltas solo tenían un papel en la sociedad: eran los encargados de temas bélicos, la seguridad y el ejército. Antes de ser deltas, habían sido alfas de rango superior cuyo lobo se mostraba de color morado. Una vez que alcanzaban la edad de los dieciocho años, se dejaban crear un lazo con otro alfa que se anulaba automáticamente, para que el alfa no pudiera usar su voz de mando pero siguiera gozando de sus atributos físicos.