we'll be alright · h & l

[Side D]: Epílogo

SIDE D: WE'LL BE ALRIGHT
We'll be a fine line

El frío en sus mejillas contrasta con la calidez que emana desde el interior de su cuerpo. Harry culpa a todas las tazas de sake que ha bebido en la cena, y también a la infinita multitud de personas en pleno centro de Shibuya, rodeándole y ahogándole en un mar de gorros rojos que quieren atraer la buena suerte en el año que está por comenzar.

Su corazón palpita ilusionado; no solo porque tiene grandes expectativas para el dos mil diecinueve, sino porque va a empezarlo en uno de sus lugares favoritos del mundo, con una de sus personas favoritas del mundo.

Los ojos de Louis brillan delante de las millones de luces que tiñen Shibuya, y canta alegremente la letra de alguna canción de Queen que la multitud está coreando mientras esperan impacientes a que la pantalla en el edificio dé comienzo a la cuenta atrás.

Tiene un gorrito rojo sobre su cabeza -Harry está, honestamente, muy orgulloso de haberle obligado a ponérselo- y su cuello está escondido debajo de una bufanda gruesa que se balancea sobre sus hombros cuando salta al compás de la canción.

Harry sonríe, acomoda su propio gorrito de la suerte sobre su cabeza y mira hacia el frente de nuevo.

Alana y Jiro están ahí, sus manos alzándose juntas al aire mientras cantan. Por parte de Alana, también les acompañan un par de sus amigos, Jamie y Andy; por parte de Jiro, está su hermano Kioshi -el del sushi- y sus padres, Seiji y Amaya.

Todos están cantando, así que Harry se une a ellos, dejando que su garganta se desgarre en gritos llenos de adrenalina que probablemente le van a impedir dar una triste nota decente cuando Jeffrey le mande de vuelta al estudio.

Pero la cuenta atrás comienza y Harry ya no puede pensar. Solo puede seguir gritando, coreando junto al resto de Shibuya los números que marca la enorme pantalla frente a sus ojos.

Llegando al cuatro, Harry mira a Louis. Durante el tres, Louis le devuelve la mirada. En el dos esbozan una sonrisa.

Y es en el uno, entre toda la gente, entre todos los gritos, cuando Louis besa a Harry.

Dos mil diecinueve. La calle está estallando en gritos, unos fuegos artificiales explotan en el cielo coloreando el negro de sus ojos cerrados, y el gorro rojo de Louis cae al suelo cuando Harry le atrapa por la cintura para atraerle más cerca.

Las manos de Louis, cubiertas por guantes de lana negra, se posan a cada lado de sus mejillas. Su pulgar deja una suave y sutil caricia sobre el mentón de Harry, y consigue que sus labios se entreabran; su lengua se adentra en su boca con suma lentitud, buscando la suya y encontrándola al instante siguiente. Entonces todo se vuelve un poco más rápido, más profundo.

Un montón de capas de abrigo se interponen entre ellos, y sus alientos condensados en nubes de vapor se mezclan entre ellos cuando comparten una mirada.

Harry se siente tan libre. Pasando desapercibido entre todas estas personas, olvidando por un momento quién es y qué está haciendo ahí; lo único que puede ver son los ojos de Louis, y como su nariz fría roza contra la suya antes de que sus labios se acerquen una vez más para posarse rápidamente sobre los suyos.

Y le encantaría poder vivir dentro de ese momento para el resto de su vida, pero una vez los fuegos artificiales se desvanecen en el cielo y ya no hay nada más que ver, Harry comienza a sentir como las personas empujan a su alrededor, todo el mundo queriendo marcharse a continuar con los primeros minutos del año en otro lugar.