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Sus manos estaban llenas de sangre entorno al cuello de aquel sujeto que acababa de asesinar de la forma más repugnante con sus propias manos. Una vez que el hombre perdió todo rastro de color en su rostro, Caelum dió por terminado todo.

Estaba muerto.

El sudor bajaba rápidamente por la frente del chico, su largo cabello plateado caía en desorden sobre su frente y su respiración era lenta y pausada. Se alejó del cadáver. El rastro de sangre en sus manos y atuendo eran una muestra de la brutalidad que había cometido dejándose llevar por sus violentos impulsos.

Lo profundo del bosque había sido testigo de todo aquello, al igual que la oscuridad que envolvía el lugar completamente.
Holbert era una ciudad fría, llena de mucha vegetación y con un clima que anunciaba todos los días lluvia. Los enormes árboles no parecían mover ninguna de sus hojas aun con el fresco viento que corría en toda la zona.

Caelum bajó un poco su mirada fijándola en sus manos y sacudió un poco su cabello, causando que gotas de sudor cayeran alrededor. Sentía sus ojos pesados, con aquel seguramente color negro que los inundaban cuando perdía la cordura.
Giró sobre sus talones tratando de limpiar el rastro carmesí como podía, pero al notar lo inútil de dicha acción fijó su mirada en Tyler. El castaño de ojos azules como el mar negó lentamente al ver aquella escena.

— Puedo decir que seremos buscados en Lexuerd por asesinar alguien del consejo. Otra vez.

— Me vale mierda un castigo más o uno menos. Después de todo, somos desterrados por no compartir sus malditas ideas. Los desgraciados cerraron todos los portales.

Tyler dejó escapar un suspiro.

«Lexuerd, mundo de magia y maravillas»

Tonterías.

Era una jodida mierda todo aquello.

 Para Caelum, era simplemente basura disfrazada.
Había escapado de ese lugar junto a Tyler, el chico simpático de ojos azules; y Zemre, la pelinegra hábil con la magia, por no seguir los nuevos ideales impuestos. Ideales que habían convertido a Lexuerd en un mundo oscuro. Ellos eran perseguidos de cerca por la autoridad de aquel mundo debido al asesinato de hombres del consejo imperial; una venganza personal de Caelum por el asesinato de su padre. Su sangre hervía cada que recordaba aquello.

 Habían sido perseguidos y desterrados después de aquel acto, y así habían llegado al mundo de los Cagmim, lugar de los mortales, donde simplemente albergaban humanos sin chiste, sin ningún tipo de don o magia en sus venas.
Algunos ellos tuvieron que aprender ciertas costumbres y fingir ser extranjeros en Holbert. Tyler se dejaba llenar de ciertos placeres mundanos y conocimientos; mientras que Zemre fingía ser una chica completamente normal y estudiante de medicina a tan solo poco de graduarse en la universidad estatal de la ciudad de Holbert. Después de todo, el manejar magia blanca y saber ciertos dominios curativos la llevaron a ver la medicina mundana como su tabla de salvación para no volverse loca en aquel lugar.

Para Caelum, en cambio, el acostumbrarse a todo aquello no fue fácil y no lo era tampoco. El rubio de mirada peligrosa seguía inquieto a pesar de estar ya cinco largos años sin pisar Lexuerd. Jamás le había gustado convivir de cerca con los Cagmim, por lo que prefería no salir tanto a la ciudad y pasar más tiempo en la mansión.
Caelum se encargaba de la economía y de tratar de llevar una buena vida en dicho mundo. Años atrás había logrado traer consigo las piedras preciosas que su padre le heredó y fue eso lo que les permitió tener una buena posición. La mansión estaba rodeada por un enorme bosque oscuro, no muy acojedor para los habitantes de Holbert, pero perfecto para ellos, y sobre todo para el rubio, que siempre optaba por permanecer lo más lejos posible de los mundanos.

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