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Una noche mis padres salieron a una reunión que había organizado toda la gente del pueblo. Supuestamente el joven que se hospedaba en la casa de Anne había encontrado oro en Avonlea, pero esto no lo iba a saber bien hasta que mis papás me lo contaran al llegar.

Durante su ausencia me hallaba en el sofá conversando con mi hermano Harry. Últimamente nos habíamos distanciado mucho. Todo esto comenzó una semana antes de que me fuese a New York, mi madre le ofreció ir conmigo a la academia pero él se negó rotundamente. Cuando volví simplemente no compartimos eventos juntos ya que se iba por ahí junto a Moody y Charlie.
Ahora teníamos un momento a solas y por fin se dignó a preguntarme cómo lo había pasado en mi viaje. Estaba tan concentrada en mi relato que no me di cuenta que alguien había tocado el timbre de la casa hasta que apareció Alfred para informárnoslo.

-Las señoritas Diana, Anne y Ruby precisan de su ayuda para una aventura- dijo.
Observé a mi hermano quien asintió con su cabeza, y juntos fuimos al encuentro de las chicas. Resulta que nos habían buscado para meternos a escondidas a la reunión, así que no dirigimos hacia el establecimiento.
Cuando llegamos nos escondimos en un piso superior donde podíamos observar a toda la gente que se encontraba allí. Todos conversaban muy alto y la Sra Lynde trataba de hacerlos callar para que el muchacho, creo que se llamaba Nathaniel, pueda responder sus preguntas. Logró hacerlo una vez que presionó bruscamente las teclas de un piano que se encontraba en la sala. Al escucharla todos se sentaron y el silencio se hizo presente.
El hombre respondió todas las preguntas diciendo que él había enviado muestras del oro a una empresa independiente de New York para que las analicen y confirmen de que se trataban estas porque no quería que su empleador se enterase de su descubrimiento.
Varias personas se cuestionaron en donde se encontraba la prueba de lo que decía era cierto, a lo que éste les mostró un certificado proveniente de la ciudad antes mencionada, con sello y todos los detalles. Mientras todos observaban el papel que sostenía Nathaniel, Anne nos dijo con un suspiro:

-Realmente hay oro en Avonlea- yo la observé un tanto confundida, había algo de toda esta situación que no me cerraba.
-Papá está muy preocupado por esto- respondió Diana y todos dirigimos la mirada a ella.
-¿De verdad crees que seremos ricos como ustedes, Diana, Juliette y Harry?- preguntó Ruby con brillo en los ojos y luego soltó una risita.
Luego el padre de Billy se levantó de su asiento y preguntó cómo debían proceder. Nathaniel explicó que cada uno deberían mandar una muestra de suelo a New York para analizarla y advirtió que cada prueba costaba 150 dólares, en seguida todos se encontraban protestando. El muchacho alzó la voz diciendo que era una inversión para el futuro, que la recompensa por explotar esta tierra era incalculable.

-Tengo que escribirle a Gilbert. Tengo que contarle del oro- soltó la pelirroja y mi rostro mostró confusión y sorpresa. Anne lo notó y rápidamente se arrepintió de haberlo dicho.
-¿A Gilbert? Pero ni siquiera sabes dónde está- le respondí con un tono de confusión.
-Creo que sé cómo averiguarlo- una vez que terminó la oración se levantó para irse y Diana intentó detenerla.
Mi mente era un desorden. ¿Acaso Anne sabía dónde se encontraba Gilbert? No creo, si le contó a ella definitivamente me lo hubiese contado a mi. ¿Pero si no lo había hecho? ¿Acaso él no confiaba en mi? Mi hermano me sacó de mis pensamientos para avisarme que nos marchábamos para casa y lo seguí, dejando a Ruby y Diana allí.

El camino a casa fue extremadamente corto porque prácticamente mi cabeza se encontraba en otro lugar. Ni siquiera noté cuando entramos a nuestro hogar y los mayordomos nos recibieron con tazas de té. Toda esta situación era muy extraña, por alguna razón no confiaba en ese tal Nathaniel.
Unos minutos más tarde nuestros padres llegaron. Sin que nosotros les preguntásemos, ellos empezaron a contar todo lo que habían escuchado en la asamblea. Supuestamente el hombre iba a renunciar a su trabajo para apostar en nuestro pequeño pueblo. Raro.

-¿Qué harán ustedes?- preguntó Harry a mis padres.
-Por el momento decidimos que no invertiremos nuestro dinero en esta supuesta investigación. Realmente no lo necesitamos- le respondió mi padre.
-También nos parece un poco sospechoso todo esto- sonreí al darme cuenta de que no era la única que lo pensaba -Tratamos de hablar con los Berry pero ese señor parece cegado por el oro- comentó mi madre.
-Que suerte que decidieron no hacer nada. Yo tampoco confío mucho en todo esto- les confesé.
-Bueno, ahora vayan a dormir que es tarde- dijo mamá y nos acompañó a nuestras habitaciones. Me coloqué el pijama y me recosté sobre mi cama.
Tardé demasiado en dormirme por razones obvias, mi mente no paraba de pensar en todo lo que sucedió. ¿Cómo haría Anne para encontrar el paradero de Gilbert? ¿Ella sabrá más de lo que yo sé? ¿Alguna vez de verdad fuí amiga del pelinegro? ¿Por qué nunca pude encontrarlo? ¿A caso me faltaba alguna información esencial?... Finalmente me quedé profundamente dormida.

. . . . . . . . . . . . . . . .

La mañana siguiente, escuela. Con mi hermano desayunamos rápido para poder salir lo antes posible, esta vez iríamos nosotros dos solos. Despedimos a nuestros padres y fijamos rumbo hacia la escuela de Avonlea. No hablamos mucho durante el camino, solo tocamos el tema del oro y un poco de Gilbert, ya que él también se sentía intrigado sobre dónde podría estar su amigo.
Luego de un tiempo, llegamos. Allí afuera estaban Billy junto a sus amigos jugando a atrapar la pelota con un guante de béisbol. Cerca del lago se encontraba Cole dibujando en su libro. Para ser honesta nunca hablé con él, pero parecía un buen chico, además de que ahora está mucho más lindo. Me acerqué a él y aproveché para dejar mi frasco de leche en el arroyo, donde ya estaban los de Diana y Anne también.
-Lindo dibujo Cole- le comenté observando al árbol que estaba dibujando.
-Gracias Juliette- me respondió tímidamente. En ese momento, la pelota con la que Billy estaba jugando, cayó al lado nuestro y éste le pidió al dibujante que se la alcanzara. Como Cole lo ignoró, el rubio lo llamó de otra manera.

-¡Oye, cobarde!- Cole levantó la vista y yo también miré a Billy -Si, tú- el chico estaba a punto de tomar la pelota pero yo lo hice antes. Me giré hacia donde estaba el idiota y le lancé la bola lo más fuerte que pude, tratando de apuntar su estómago. Punto, logré mi objetivo y éste se encorvó quejándose de un leve dolor.
-Buen tiro Robberts- dijo con un hilo de voz y luego me dirigí al interior de la escuela cuando sonó la campana indicando que debíamos entrar.

Aquí vamos de nuevo...







Aquí vamos de nuevo

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heyy, perdón por haberme tardado unos días en actualizar. Estuve muy ocupada y cuando tenía un tiempo libre lo usaba para descansar.
Que lo disfruten!<3

~La Melodía Perfecta~ (Gilbert Blythe)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora