Moriré en una biblioteca
fueron las palabras que inesperadamente formulé.
No las dije en voz alta, pero claramente las pensé.
Moriré en una biblioteca
y gran tormenta la de afuera, que arrasó con toda vida.
Seremos probablemente de los pocos cuya miseria no termina.
Moriré en una biblioteca
y qué aberración fue haber tenido que elegir
entre quemar estas reliquias de papel y morir.
Moriré en una biblioteca
y hace dos horas encontré al amor de mi vida.
Justo cuando la propia y la ajena culmina.
Moriré en una biblioteca
y no espero acaso que algún dios tenga piedad y me salve,
aunque ese señor con voluntad la Biblia del fuego aparte.
Moriré en una biblioteca
si no fuera por la hipotermia, sería por los lobos o el hambre.
¿Cuál hay?
Si esperanza no tenemos, que a ellos nada les falte.
Moriré en una biblioteca
entre una puerta de hielo y una antigua chimenea
cuyas brazas devoran la historia que aún queda.
Moriré en una biblioteca
o tal vez al final de estos versos me salven.
Pero no importa si afuera
o en esta biblioteca.
Moriré aquí,
o moriré allá,
algún día,
donde sea.
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Poesía estertiana
PoetryEntonces me dijo, solo escribí lo que vi, pensé y sentí. Yo le dije que eso era todo, que la poesía era la ciencia del vivir.