Capítulo 1 - El fantasma de la princesa

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Hoy, hacía un año. Un año desde cuando todo el reino creyó que la princesa Camino Pasamar se había ido de vacaciones por unos días, lejos del reino, porque necesitaba de un poco de aire y paz. Un año desde de su mayor trauma, ese que jamás había contado a nadie.

Los moratones y las marcas en su cuerpo sanaron pronto después del episodio, pero algunas heridas son tan profundas que llegan hasta la alma – y fue eso lo que aquellos días lejos de Acacias hicieron: la dañaron hasta lo más profundo de su ser. Inevitablemente, Camino revivía esos momentos cuando estaba atrapada en su soledad, pero aquel día, especialmente aquel día, la princesa estaba tan agobiada como si estuviera al borde de un abismo sin fin.

Se levantó del sillón en el que estaba, tirando el libro que había intentado leer – y solamente intentado, porque no era capaz de concentrarse en nada – hacia su cama. Quedarse en su habitación la estaba mareando y por supuesto que iba a necesitar un poco de aire. Desgraciadamente, la princesa no podía quedarse sola,  no desde el incidente, apenas cuándo estaba en su alcoba – y todavía tenía guardias en su puerta veinticuatro horas al día, siete días de la semana.

Pero nadie sabía que Camino era más que capaz de defenderse sola, y mejor que todos esos guardias. Y hoy, estaba dispuesta a hacer lo necesario para quedarse sola un rato y respirar aire puro, lejos del castillo.

Para eso, cambió su vestido por unos pantalones y una camiseta blanca que había robado de su hermano, convirtiéndose así en una plebeya más. Miró hacia la puerta, respirando hondo y dejando que la magia bailase por su cuerpo, estallando en la punta de sus dedos y dándole una sensación de poder embriagante.

Caminó hasta la puerta y la abrió con delicadeza, oyendo enseguida un sonido metálico que indicaba que los dos guardias estaban moviéndose. Cerró la puerta mientras salía y los dos guardias, que estaban en frente a Camino, hicieron un saludo formal.

- Buenos días, princesa Pasamar. – Dijeron al unísono.

Camino no contesto con la voz, apenas levantó sus manos e hizo un gesto incomprensible. Como la Pasamar no hablaba hacía un año, los soldados tomaron el acto con normalidad – aunque los movimientos labiales que hizo después no eran exactamente lo esperado. No tuvieron tiempo de hacer preguntas porque en segundos fueron embargados por una sensación de sueño y muy pronto estaban durmiendo de pie.

"Perdón, chicos."

Lo habría dicho en voz alta, pero todavía no era capaz. Volvió a caminar con cuidado, vigilando si tenía guardias a su alrededor. Y tenía, pero con un poco de magia de somnolencia y furtividad suficiente, Camino logró salir de los pasillos del castillo y, finalmente, respirar aire puro. Acompañada apenas de sus pensamientos, sin maquillaje, sin ropas pomposas y con una trenza sencilla, Camino se sentía más libre para hacer lo que le diera la gana, aunque, en el futuro, eso pueda liarla muchísimo.

La princesa no tardó en estar lejos de su hogar. Como esperaba, Camino se había convertido en sólo una más, capaz de hacer cosas tan mundanas como coger una manzana de un árbol. Se sentó en un sitio cualquiera y apoyó sus codos sobre las rodillas, y su cabeza sobre las manos. Quería observar el movimiento, dejarse absorber por el barullo del centro de la ciudad e intentar que su cabeza se alejara de lo que pasó hace un año.

No era una tarea sencilla, pero una persona en específico atrapó tanto su atención que, por un momento, Camino se olvidó un poco de su pasado. Era una mujer de pelo negro, llevaba un sombrero raro y sus manos estaban cargadas de pergaminos y rollos mientras su expresión era de algo distraída. La pobre claramente estaba liada con mil cosas y los cálculos mentales que hacía eran divertidos de observar. Además de eso, era bella.

Ma ReineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora