Capítulo 3: La Reina

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Conan

Íbamos de camping en el auto del profesor Agasa. Sin embargo, el auto se estropeó por la falta de gasolina. En ese momento, el auto clásico del señor Gouki Sudo apareció para ayudarnos, pero desapareció de un modo burlesco.

Poco después, se produjo una explosión en la villa encima de la montaña. Fuimos al lugar, y nos encontramos el auto clásico del señor Sudo en llamas. Su novia gritaba en llantos su nombre, su nombre es Ginbayashi Ena-san, fue muy lamentable, pero... la actitud de Ena-san fue muy sospechosa. Tal vez, ¿la señorita Ena es la responsable?

No fue encontrado en los alrededores el cigarrillo que inició el incendio.

—¡Definitivamente hay algo! Eso significa, que el truco del cigarrillo no encendió el fuego del estacionamiento.

Por cierto, Haibara se está comportando como una completa déspota, tuvimos una pelea bastante grande luego de que no mostrara ni un poco de compasión por la pérdida de la Srta. Ena, pero, ahora estoy comenzando a entender por qué no lo hizo. Lo cual no quita que antes ya se haya estado comportando como una reina malcriada, haciendo que todos hicieran las cosas por ella sin tener que mover un solo dedo, no sé a dónde iremos a parar así... siento que no la conozco.

Una crisis desesperada.

Un espléndido renacimiento invierte la conclusión del caso.

¡Un truco en ascuas y los secretos en la explosión!

¿Podrá Conan arreglar su relación o será el fin de esta...?

Reconocer una sola verdad, un niño con la inteligencia de un adulto.

¡Su nombre es: Detective Conan!

—Bueno, dejando de lado un momento lo del cigarrillo... —dijo el Inspector Yuminaga aclarándose la garganta para atraer la atención de los involucrados. —Me gustaría saber dónde y qué estaban haciendo todos ustedes cuando llegó el Sr. Sudo a casa.

—¿Qué dice? —pregunta uno de los hombres, amigo de la víctima.

—Todos estábamos en el cuarto, jugando. —comentó una mujer, al lado del que recién habló.

—¿Jugando? —preguntó el Inspector.

—¡El juego del Rey!

—¿No lo sabe? Hacemos un sorteo con una marca del Rey y los números, el Rey saca un papel... y suponemos que el N°4 tiene que besar al N°13. —explicó una mujer.

—Entonces, cuando el Sr. Sudo llegó en el auto, ¿Había alguien que no estuviera en el cuarto? —preguntó de nuevo el Inspector.

—Todos estábamos ahí.

—Y si alguien quería ir al baño, el juego se detiene y se espera a que regrese.

—Pero si llegaba el Sr. Sudo, dueño de la casa, es lógico que alguien lo reciba. —comentó curioso el Inspector, teniendo completa razón en lo que decía.

—No, nadie se dio cuenta de su llegada. Además, el mismo abrió el estacionamiento con su control remoto.

—También teníamos música a un alto volumen.

—¡Entonces fue cuando se escuchó una fuerte explosión!

—El estacionamiento estaba en llamas.

—Entonces suponiendo que hubiera un dispositivo detonante, nadie pudo haberlo usarlo, ni pudo haber estado al tanto para activarlo. —volvió a comentar el Inspector.

La chispa azul del odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora