Capítulo 1: Irritación

926 41 8
                                    


—¡Ho! Entonces todo salió bien, a pesar de que Ran-san debe estar molesta, aunque debes sentirte bien al tener tu momento romántico. —dijo el moreno, Heiji Hattori por el móvil desde Osaka, con un tono sugerente y lleno de burla.

—¿M-momento romántico...? —preguntó consternado Conan. —¡¿De dónde sacaste eso?! —dijo esa vez nervioso, imaginándose a que se refería Heiji.

Imposible, ¿cómo podría saber eso Heiji? —pensó aterrado para sí mismo el pequeño.

—Oh, Ran-san me envió una foto de ustedes dos, muy tiernos mientras dormían. —volvió a comentar el de Osaka muy divertido.

Ran... no puede mantener las cosas en secreto. —volvió a decir para sí mismo el chico, cansado de no tener privacidad. —Es por esto que a Ai no les gusta que nos vean, nos toman como un amor infantil y poco duradero.

Sin embargo, como siempre las personas no dicen todo lo que piensan, así que rápidamente ocultó sus pensamientos y buscó una respuesta para su amigo, lo que tampoco fue de mucha ayuda, ya que su respuesta lo expuso aún más.

—¡Ah!... solo era eso. —respondió aliviado porque su amigo no se enterara de lo que pasó con su novia, cuando su mente volvió a su cuerpo. —¡¿Espera qué?!

—Oe, oe. ¿Cómo que solo era eso? ¿Qué fue lo que hiciste? —el pequeño podía sentir la mirada acusadora de su amigo a través del teléfono, como si fueran ondas láser.

Habían pasado ya unos días desde lo sucedido, Heiji había salido huyendo de Tokio luego de recibir un castigo por parte de Ai al haberles dicho shotacon, por lo cual no habían hablado sobre lo sucedido hasta ese momento.

—¿No tuviste suficiente, cierto? —preguntó el mini-detective, tratando de disuadir a Heiji de dirigir su curiosidad a otra parte, prácticamente amenazándolo con su novia.

—Bien, como sea... —habló el moreno algo nervioso por todo lo que tuvo que pasar. —Por cierto, sobre la droga esa, preferiría que tuvieras una por si la necesitas, pero...

—Ambos sabemos que eso no pasará, además.... —Hattori estaba cada vez más interesado en especial porque había escuchado que la pequeña no tenía un buen humor, cuando un grito lo hace separarse del celular. —¡Oigan! ¡¿Que no les dije que no escucharan a escondidas?!

—¿Oe, Kudo? —preguntó el moreno desconcertado y con el tímpano doliendo, gracias al gritó que su amigo mandó.

—Lo siento, ignora eso. Estamos yendo a acampar. —respondió el pequeño, mirando de reojo a sus ya conocidos amigos, que no hacían más que molestarlo.

—¿Y entonces... cómo salió? —volvió a preguntar queriendo saber la respuesta.

—Bueno...

Conan

—Te advierto. Cada vez que tomas una droga, tu cuerpo se hace más resistente a esta... y es cada vez menos efectiva. La verdad es que no sé si volverás a tu estado normal. —dijo mi pequeña novia, Ai Haibara. —Pero como lo único que quieres es actuar bien ante la chica de la agencia de detectives. —habló mirándome de reojo sin ninguna emoción en particular. —No dudarías ni una semana, ni siquiera si te doy 100.

—Así que jamás volveré a decirle eso, aunque ya sabe que esa no es la razón por la que se lo pedí. —respondí.

—Sabes, Kudo... sé que esta sugerencia traerá problemas en tu relación, pero... ¿no sería mejor decirle toda la verdad a Ran-san? Así podrás actuar meloso con la chica bonita. —comentó con burla, mi considerado mejor amigo.

La chispa azul del odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora