Soneto VIII (Rompientes)

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Golpeando la mar la negra roca
incesante y monótono vaivén.
Mis piernas colgando están del andén,
los ojos clavados, la ola que choca.

Rompiendo con el rumor de las olas,
una guitarra comenzó a vibrar
acordes de malagueña, al cantar,
sonido desde míseras chabolas.

Vibran las cuerdas en el arrabal
que hace erizar la piel al escucharlas,
cierra mundanal, abre celestial.

Es mar y música para elevarlas
de esta miseria vida colonial,
y con su son musical proclamarlas.

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