Soy tu mujer... solo tuya

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- Por una puta vez en sus vidas ¡¡déjenme en paz!!.-

- ¡¡Graciela!!.-

Fue la última palabra que escuchó de la boca de su padre antes de salir dando un portazo.

- Me tienen harta ¡¡maldita sea!!  ¡¡harta!!.- gruñía entre labios reteniendo con fuerza el odio que intentaba salir de su boca.- ¡¡Ya sé que soy un asco!!... ya lo sé ¿porqué se empeñan en recordármelo cada puto día de mi vida?.- murmuraba mientras daba grandes pasos con rumbo incierto, solo quería largarse lo más lejos de ellos.

- No te atrevas a llorar ahora maldita puta... no te atrevas.- regañándose a si misma mientras de forma inconsciente limpiaba su rostro de algunas lágrimas impertinentes que sentía correr por sus mejillas.

No, ella no era la misma de antes, para nada.

Temprano del mismo día.

- ¿Dónde estuviste anoche? ¿qué estuviste haciendo?.- el interrogatorio acostumbrado de cada mañana luego de un fin de semana de fiesta había comenzado, padre y madre fungían como carceleros al lado de su cama.

- Por allí.- contestaba con voz ronca medio despierta, para luego a acomodar las almohadas a duras penas y pretender seguir durmiendo.

- ¿Con quién estuviste?.- el contraataque de su padre no se hacía esperar.

- Con alguien que me mató las ganas ¿porqué? ¿algún problema?.- 

- Perra.- la palabra que siempre salía de la boca de su padre después de escucharla.

- Si, tu hija es una perra... ¿sorprendido?.-

 Luego la escena de siempre, él tratando de golpearla y su madre deteniéndolo entre pedidos y  llantos, toda una tragicomedia matutina.

- Ya terminaron... digo ¿ya terminó el show de esta semana? o ¿seguirán por un rato más?.-  sonreía con sarcasmo mirando a su padre fijamente.

Y luego con la insolencia que le gustaba demostrar, se desperezaba sentándose al borde de su cama prendiendo el primer cigarrillo del día.

- Hija por favor... por favor... .-

- Por favor ¿qué madre?... ¿por favor qué?.- botando grandes bocanadas de humo por la boca.

- Ganas no me faltan de sacarte a rastras de mi casa.- el padre la interrumpía con los ojos rojos de la ira.- me das asco.-

- Pues que penita papito querido, que pena que no puedas hacerlo, eso sería lo mismo que mostrar antes todo tu estúpido círculo social que tu familia perfecta no lo es tanto ¿no es así?... nunca te expondrías al ridículo y menos por una como yo.- burlándose del enojo de su padre.

Esas palabras eran tan ciertas como que en esa casa abundaba todo, menos amor.

Detrás de la puerta la nueva servidumbre susurraba entre chismes las peleas que presenciaban  mientras la antigua servidumbre sentía mucha lástima por aquellos millonarios pobres de espíritu, ellos conocían el inicio de esa triste historia de odio familiar.

- Necesito dinero ahora mismo ¿me lo das papi o prefieres que te los robe como siempre?.-

El ambiente era tan doloroso como irrespirable, la madre apretaba sus manos temblando de impotencia y culpabilidad, no quería aceptar que su hija ya no era aquella joven amable y sonriente de hace algunos años, que aquella se había transformado en el monstruo que tenía delante suyo.

El padre sacó un fajo de billetes tirándolos sobre la cama.

- Esta situación debe ser familiar para ti ¿no es así hija?.- el brillo en su mirada era perverso.

Historias de pureza... sexualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora