Capítulo 1 ~Olvidar~

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Me desperté pegando un grito ensordecedor, respiraba demasiado agitada, la misma maldita pesadilla de siempre, mi madre entro corriendo a mi habitación y al encender la luz me observo con mucho miedo como si me hubiera pasado algo.

—Lamento… —suspire— lamento mucho haberte despertado.

—Descuida mi niña, —sonrió mientras calmaba su respiración— ¿estás bien?

—Si mamá, solo fue la misma pesadilla de siempre.

—Azul…, —su mirada me indicaba lastima— debes superarlo, eso paso hace años.

—Mamá —comencé a decir pero mi voz se quebró— yo no decido tener la misma pesadilla todas las noches, y deja de mirarme así, no quiero tu lastima —mire a todos lados nerviosa— no puedo olvidarlo, no es fácil mamá.

—Solo duerme ¿vale? Mañana tienes escuela y no puedes seguir faltando.

—Vale —asentí haciendo una pequeña mueca— y de nuevo, lamento mucho haberte despertado.

—No es nada cariño —beso mi cabeza, apago la luz y se marchó.

Me puse boca abajo en mi cama, y metí las manos bajo mi almohada, ¿Cómo puedo dejar de tener esa pesadilla todos los malditos días? Me da miedo dormir, sé que veré de nuevo a Nathaniel susurrándome “corre” para que yo me pusiera a salvo, me veré a mí misma llorando al pie de un teléfono público mientras escucho los disparos, decenas de personas mirándome con tristeza, eso es todos los días.

Sin darme cuenta comencé a llorar, “debes superarlo, eso paso hace años” «superarlo», repetí esa palabra en mi mente una y otra vez, ¿superarlo? ¿Cómo podría superarlo?, Nathaniel y su muerte no era algo que pudiera superar, cada noche en el transcurso de estos dos años, siempre era la misma pesadilla…, el mismo recuerdo.

Mi madre siempre intenta subirme los ánimos, y lo que más frecuenta hacer es prepararme citas con chicos lindos, los que la mayoría de las veces son hijos de sus amigas, en la mayoría de las conversaciones con esos chicos termino diciendo “Vale, te llamo luego” Cosa que prometo y cosa que no cumplo, porque nunca hago dicha llamada.

Mi padre nunca menciona el tema, solo algunas veces cuando él viene a mi habitación después de haberse despertado por mis gritos producto de la misma pesadilla, me mira con esa mirada tan profunda como si quisiera descifrar algo en mí, y después me abraza y me susurra al oído “pronto será solo un simple sueño, lo superaras” Lo unico que yo hacía era sonreirle con los ojos llenos de lagrimas. ¿lo ven? “debes superarlo” “lo superaras” Los dos me piden lo mismo,  superar a Nathaniel…, Olvidarlo, olvidar esa noche, olvidar todo… pero simplemente no puedo hacerlo, no puedo olvidar.

Eran las cuatro de la mañana y yo seguía sin poder dormir, decidí levantarme y fui al baño a lavarme la cara me mire en el espejo y suspire «Vamos Azul, Nathaniel no quiere que te atormentes cada noche con eso, debes aprender a vivir con eso y poder recordarlo sin que te duela» —le dije a mi reflejo— tamborileé en el lavamanos con mis dedos y me dirigí de nuevo a mi cama, me senté en una de las esquinas y mire a mi alrededor, mi habitación estaba oscura y en silencio, solo se escuchaba el aire del viento golpeando a mi ventaba y la única luz que iluminada la pequeña habitación era la de la luna, la tranquilidad duro poco tiempo, pues el chirrido de un auto y carcajadas alocadas me sacaron de mi tranquilidad.

Me acerque a la ventaba y corrí la cortina, mi habitación estaba en el segundo piso de la parte de la banqueta, en mi colonia las casas no estaban juntas, entre ellas había unos dos metros de distancia, todas las casas estaban separadas por dos metros de verde y vivo pasto.

Mire frente a la casa vecina y tres chicos estaban frente a ella, bajaron del auto que supongo fue el que rechino, dos de ellos se tambaleaban de manera extraña como si estuvieran pasados de copas, el que parecía estar en sus cinco sentidos dijo

—Andando Roy —señalo con la cabeza a uno de ellos— entra a tu casa, Albert, sube al auto amigo.—señalo al otro chico.

—¿Es tu casa Roy? —pregunto el que hace un momento fue llamado Albert

 —No amigo, es la de mis padres —respondió el tal Roy rascándose la nuca— Mi casa se destruyó ¿lo recuerdas?

—¡Oh Claro! —Exclamo Albert— El incendio.

El chico del que seguía sin conocer su nombre le dio un codazo y después dijo.

—Nos vemos mañana en el colegio amigo –se despidió el chico desconocido dándole palmadas en el brazo.

—Adiós chicos cuídense —Volvió a tambalearse y como pudo se dirigió a la puerta, Albert y el otro chico subieron al vehículo y en ese momento Roy cayó al suelo encima de un rosal.

Abrí la boca sorprendida, sentí el impulso de bajar corriendo y ayudarlo pero sin embargo no me moví de donde estaba. El chico grito y los del vehículo volvieron a carcajearse.

—¿Estas bien amigo? —pregunto el chico desconocido entre risas.

—¡Estoy lleno de espinas Paul! ¿!Crees que estoy bien!? —grito Roy mientras intentaba levantarse. ¿Así que el chico desconocido se llama Paul?

—Nos… nos encantaría… ayudarte amigo, pero… necesito llegar a…a casa —dijo Albert apenas entendible.

Comencé a reír ¿Quiénes eran esos chicos? Nunca los había visto, Roy, Paul, Albert, no conocía chicos con esos nombres, tal vez son nuevos en la ciudad, o al menos el tal Roy debe serlo pues dijo que era casa de sus padres, lo que me hace pensar que él no vive aquí.

Roy se levantó lentamente y separo brazos y piernas, no lograba verle las espinas pero debía tener varias para ponerse en esa posición. Abrió la puerta y los del vehículo arrancaron, antes de que cruzaran la calle Roy les grito.

—¡Son unos malditos! —Y entro lentamente a su casa.

El estómago comenzó a dolerme de tanto reír, corrí de nuevo la cortina y me tumbe en mi cama, me coloque bajo las cobijas y cerré los ojos, «Después de todo, esta noche no fue tan mala.» pensé y caí en un profundo sueño.

Espero que este capítulo les guste :(

Camino hacia el corazón de Azul ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora