I.-Sufrires de un corazón

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—¿Cuál es el plan? saltas tú primero, lo hacemos juntos... oh espera planeas atacarme por la espalda.

—Pero qué demonios, no pienso hacer nada de eso, no podemos ir a algún sitio sin que termines diciendo algo como eso?

—Cómo esperas que no diga nada, mira donde me has traído a lo alto de este edificio sin nadie en quizá metros para oír mis gritos.

—¡Deja de decir estupideces, solo dame una oportunidad quiero hacer algo romántico sin que lo estropees!

—Está bien, no tienes que gritarlo, puedo escucharte perfectamente. A decir verdad tampoco soportaría a alguien que siempre arruina mis planes ha de ser horrible —la sonrisa que se forzó a mostrar no ocultaba sus ganas de sollozar, solo reflejaron su molestia y dolor.

—Quizá no fue lo indicado, no era lo que esperaba, no debí pedirte que vinieras... Vamos no me mires de esa forma tan grotesca, por favor.

—¿De qué hablas? se que mis ojos no son los más hermosos pero no es para tanto.

—Para, no es el momento para bromas tontas.

—Jajaja, nunca lo es —su mirada ahora estaba perdida entre el rostro del otro y el suelo lleno de polvo.

Un silencio, dos sentimientos completamente distintos, tristeza, molestia, amor, confusión; podría ser cualquiera pero ninguno tenía idea de cómo hablarlo sin complicar más lo que ya se veía fracturado, pero una grieta más ¿quien va a notarla? si estalla podría herirlos, el tomarlo sin cuidado también los lastimara. Una complicada posición sin duda.

—Deberíamos marcharnos, se hace tarde —dijo dándole la espalda, quizá para no ver esas lágrimas formándose o para que no viera su rostro compuesto en una mueca de frustración.

— Quizá alguien más espera por usar el lugar. Será lo mejor —su voz al igual que su mirada se ensombrecieron, no entendía si estaba intentando ocultarlo o hacerlo más evidente para provocar algo en su acompañante quien por la reacción inicial se negaba a que aquel encuentro se prolongará, cosa contraria a lo que quizá fuese el plan inicial— Puedes irte cuando gustes, cada uno llegamos separados podemos marcharnos de igual forma.

No hubo necesidad de decir más, los pasos no se hicieron esperar y marcharon rumbo a la puerta que se encontraba a su espalda, dudo un poco esperando que como veces anteriores le pidiera que se quedara, deseaba poder decirle algo más pero no sabía exactamente que, al estar fuera esperaba encontrarle de pie entre la sombra del abandonado edificio.

No dejaron el contacto, ninguno quería admitirlo pero habia dias en los que esas palabras de afecto dolían, abrían heridas que no sabían que estaban ahí o quizá solo no las notaron, aferrándose a una esperanza casi apagada por las lágrimas tomaron valor para reunirse de nuevo pero el temor de no arreglar nada y solo empeorarlo era abrumador, tanto que minutos antes frente al edificio estuvo a punto de huir sin más.

Hola — su voz era lejana, parecía que su cerebro se negaba a retener lo que fuera que ahí pasará, una disociación sin amnesia severa.

Hola, ¿todo bien? — como pude preguntar eso, estará pasándolo de maravilla seguramente— perdona no quise...

No tienes que disculparte — la pequeña sonrisa le ayudó a calmar su alborotado cerebro

Eh, claro. 

Relatos de un aficionadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora