Capítulo 2

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La duodécima vez que Kaito llamó a la puerta de la mansión Kudou, la tormenta era incontrolable. Kaito trató de tirar del cuello de su sudadera mojada mientras los gránulos de lluvia le cortaban la espalda y el viento hacía todo lo posible por golpearlo contra el suelo.

Kaito estaba empezando a preguntarse si iba a contraer hipotermia y morir cuando la puerta se abrió y un Shinichi extraordinariamente vestido –luciendo apetitoso con su traje negro bien confeccionado y la corbata de seda Robin Egg Blue– lo miró alarmado.

—Te ves... mojado— Se las arregló para decir finalmente, y Kaito se estremeció ante el doble sentido involuntario. A pesar de todas las promesas que le había hecho a los niños, era difícil, como mínimo, no apreciar el buen aspecto de Shinichi, y Shinichi no lo hizo fácil cuando dijo cosas así.

—Sí, por eso estaría agradecido...— aquí, un trueno a lo lejos lo interrumpió —...si, ya sabes, me dejas entrar.

Una sonrisa curvo los labios de Shinichi y él se hizo a un lado, abriendo la puerta para dejar entrar a Kaito. Kaito se apresuró dentro, sintiéndose incómodo mientras goteaba agua de lluvia por todo el piso. Incluso ahora, después de haber pasado unos días más convenciendo a la gente (léase: Genta) de que el pegamento no era comestible, mientras que otros (léase: Haibara) miraban y se reían maliciosamente, todavía se sentía como un extraño en la enorme mansión. Ayer mismo, cuando había estado aquí para vigilar a los niños mientras Shinichi se escabullía para rastrear a un asesino en serie, había descubierto un ala entera que no conocía de este lugar. Había sido levemente angustiante.

—Los niños están viendo Yaiba el Enmascarado en este momento, así que todos están callados. Aunque eso solo debería durar unos veinte minutos más— comentó Shinichi, y Kaito asintió con comprensión. Realmente no entendía la obsesión de los cuatro niños con el programa –bueno, salvo Haibara; A quien n parecía gustarle particularmente el programa–, pero fue útil cada vez que se salieron de control.

Cuando terminó de quitarse los zapatos (al mismo tiempo que trataba de no dejar ningún lago en miniatura en la entrada, una hazaña que comenzaba a ser irrazonablemente difícil) y se enderezó torpemente, Shinichi lo estaba mirando pensativo.

—¿Trajiste ropa de repuesto?— preguntó y Kaito alzó las cejas de una manera que quería decir: ¿parece que haya traído ropa de repuesto?

Con una sonrisa tranquila, Shinichi se encogió de hombros. —Bien, entonces. No tenemos otra opción.— Su mirada recorrió a Kaito de arriba abajo –Kaito reprimió un escalofrío; este hombre lo iba a poner en una tumba temprana– antes de sonreír de buen humor. —Deberías ser del mismo tamaño que yo. Puedo prestarte algo seco para que te pongas.

—Oh, ¿en serio? Gracias— dijo Kaito, sin pensar en las implicaciones.

Sin embargo, lo hizo una vez que estuvo parado frente al armario de Shinichi con Shinichi de pie en la puerta. No había nada particularmente perturbador o escandaloso en el guardarropa de Shinichi –había muchas camisas de vestir y pantalones en tonos neutrales apagados, con suéteres o camisetas ocasionales– pero el problema era que todo olía a Shinichi .

Kaito lo había notado la primera vez que conoció a Shinichi, cómo el hombre olía a pino y cítricos, pero no tenía idea de que aparentemente la ropa de Shinichi también lo hacía. Simplemente genial.

—Solo elige lo que quieras— dijo Shinichi desde detrás de él y Kaito suspiró, tomando los artículos más cercanos (un suéter azul y jeans desteñidos).

Estaba a punto de quitarse la sudadera y la camiseta cuando notó que Shinichi todavía estaba en la habitación. Parado aproximadamente a dos pies detrás de él. Sin planes visibles de irse.

Debo Haber Hecho Algo BienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora