Julio, 2004.
Las agujas del reloj se movieron en un suave tic tac. Frente a la pizarra del salón, una alegre profesora daba las últimas indicaciones del curso.
—Espero que este sea un fantástico verano para todos ustedes. Diviértanse mucho —la profesora dijo justo cuando la campana que anunciaba el fin de la última clase del curso sonó por todo el colegio—. Nos vemos el próximo ciclo.
Con el último timbre de la campana, los alumnos del salón se dispusieron a guardar sus pertenecías.
—¿Y bien, aún no me has dicho donde pasaras el verano? —preguntó entre el murmullo de los adolescentes, la inquisitiva castaña con la curiosidad al borde.
—Iré a casa —su compañera de mesa respondió mientras alisaba distraídamente los pliegues de la falda azul marino que usaba como parte del pulcro uniforme de la Academia San Mary—, han sido unos meses demasiado largos sin ver a mi padre y a Cassandra, además extraño mucho las tardes en su casa.
La curiosa castaña sonrió mientras ambas se ponían de pie.
—Es raro que digas que extrañas a tu suegra —dijo con un tinte de diversión.
—Cassandra es más que una suegra para mí —la chica murmuro posando su atención momentáneamente en su compañera de asiento y habitación—. Mi madre murió cuando yo era demasiado pequeña y desde entonces Cassandra ha sido como una madre para mí.
—Sabes, tienes mucha suerte —murmuró la castaña mientras caminaban—, tu padre pudo haberse casado y darte una horrible madrastra —dijo antes de abrir la puerta y sin percatarse de la expresión de dolor que cruzo por la mirada azul grisácea de su compañera—. Oh, pero mira nada más a quien tenemos aquí —ella exclamó ante la visión del chico que se concentraba recostado al lado de la puerta.
Una sonrisa se formó en los labios del chico ante la ironía en las palabras de la castaña.
—Yo también me alegro mucho de verte, Luciana. —El chico poso sus ojos verdes sobre la rubia que se encontraba detrás de Luciana—. ¿Pasa algo? —pregunto detectando un sentimiento amargo en la mirada de la chica.
—No, qué va —Luciana respondió por ambas—. Bueno —pronunció con un toque de duda golpeteando su labio inferior—, solo le decía a Aurora lo afortunada que fue al nunca haber tenido una madrastra —frunció el ceño al ver como la expresión del joven se oscureció—. ¿Por qué esa cara? —pregunto antes de girarse hacia Aurora—. No me digas que si tuviste una madrastra... ¿Por qué no me lo contaste? —le reprochó al llegar a esa conclusión—. ¿Qué paso con ella?, era una bruja —dijo respondiéndose a sí misma.
«—¿Por qué mientes Aurora?... ¿Por qué me haces esto?... Te he tratado como si fueras mi propia hija... Eres una maldita mentirosa.»
La mirada frágil de Aurora busco en el rostro del joven frente a ella, una respuesta que le permitiera escapar. Ella no quería hablar de su pasado con Luciana, había tanto dolor en el que prefería mantenerlo encerrado en el rincón más obscuro de su corazón y jamás dejarlo salir de ahí.
—Creo que esta conversación tendrá que darse en otro momento —sugirió el chico tratando de pasar por alto aquel doloroso tema—. Aurora y yo debemos darnos prisa, nuestro transporte sale en dos horas.
—Sí —Aurora coincidió inmediatamente—, Fane tiene razón, además aún no termino de empacar mis cosas —recordó en medio de un suspiro de nerviosismo.
—Entonces démonos prisa, que ya no quiero pasar ni un segundo más aquí— exclamó Luciana corriendo hacia las habitaciones.
[***]
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Aurora
General FictionVERSIÓN 2023 DE MUÑECA DE PORCELANA. Aurora no tenía la culpa, su inocencia no le permitió ver el verdadero monstruo que la acechaba. Ella era una niña, era inocente, era infantil, su alma llena de pureza, no veía la maldad que la rodeaba. Ella son...