7 | LA PORCELANA SE ROMPE

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El fresco aire traía consigo la perceptible sensación de que la primavera estaba aproximándose a su fin y aquella mañana dos pequeños traviesos jugaban en la parte posterior del jardín de una linda casa azul y mientras ellos corrían y se ocultaban el sonido de un auto estacionándose frente aquel hogar los hizo salir curiosos.

—Otra vez él —murmuró el pequeño niño al ver la silueta de Dante caminar hasta el porche de su casa.

—¿A qué habrá venido? —preguntó la niña apoyándose contra el hombro izquierdo del niño en su intento de que ambos pasaran desapercibidos.

Los ojos verdes de Fane se entornaron mientras veía a su madre saludar al joven con un beso en la mejilla.

No sabía por qué, pero desde que el pequeño había conocido aquel joven italiano no le había agradado en lo absoluto y algo en el fondo también hacía que él percibiera que su desagrado era totalmente recíproco.

—Fane —lo llamó Aurora—, no te enojes mejor vamos a jugar.

El pequeño, aun con el entrecejo fruncido, dirigió su mirada hacia la rubia, pero pocos segundos pasaron antes de que la tierna mirada que la niña le estaba dando borrara aquella expresión de molestia que había en su propio rostro.

Sus pequeñas manos se tomaron mientras ambos se ponían en marchar para correr por el jardín.

Mientras tanto, dentro de aquella casa, Dante y Cassandra se encontraban en la sala mientras bebían una limonada.

—¿Y a qué debo el honor de tu visita? —preguntó Cassandra dejando con un tinte de curiosidad que se reflejaba claramente en sus ojos color ámbar.

Los ojos obscuros del hombre brillaron con antelación ante la duda de la mujer.

—No hay un motivo en especial —sonrió mientras meditaba una sutil respuesta—, solo me pareces una mujer muy agradable, me gustaría conocerte más.

Había cierto encanto en la manera que Dante solía comunicarse e inevitablemente Cassandra no pudo evitar sonrojarse sutilmente.

—Bueno —se aclaró la garganta mientras se reacomodaba en su asiento—, tú también me pareces alguien agradable.

—Me alegra saber eso —respondió el joven en medio de una encantadora sonrisa.

Definitivamente, Dante lo estaba haciendo otra. Una vez más usaba ese falso encanto para mentir.

[***]

—¡Mamáa! —gritó Fane caminando tras la joven mujer de ojos ámbar.

—¿Qué pasa cariño? —preguntó ella deteniéndose para enfrentar a su primogénito.

—Yo no quiero que vayas con él —dijo el pequeño haciendo un monumental puchero mientras se cruzaba de brazos.

Cassandra miró incrédula la pequeña escena que su hijo estaba montando aquella tarde. Si bien había momentos en que la terquedad de su hijo salía a relucir, los berrinches no eran algo propio de él.

Cassandra se puso a su altura mirando aquellos ojos verdes que le recordaban tanto a su exesposo.

—¿Por qué no quieres que salga con Dante? ¿O no te quieres quedar con Susy? —dijo refiriéndose a la joven a la que le había pedido que se quedara con ellos.

—Porque él me cae mal —respondió sin dudar mientras sus mejillas comenzaban a tornarse rojas.

—Cariño —murmuró revolviendo el cabello castaño del pequeño con ternura—, Dante no parece una mala persona, no entiendo por qué no te agrada.

AuroraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora