Tres horas habían pasado desde el ataque que la pequeña Aurora había sufrido. Tres horas llenas de desesperación, angustia y dolor.
Tiempo atrás, Bruno Cresswell, se había internado en aquella casa azul después de la sorpresiva llamada que Cassandra le había hecho. Ahora, después de haber estado en aquel lugar por casi dos horas y escuchar la terrible historia que la castaña le había contado, un mar de agonizantes expresiones se reflejaron por completo en su rostro. Ira, dolor, frustración.
Al principio escuchar el relato de Cassandra había sido muy duro él, pero nada se comparó con la aguda y dolorosa sensación que se clavó en su pecho al escuchar a su pequeña hija, verla tan aterrorizada lo hizo sentirse como el peor padre del mundo. Había descuidado a su hija, había confiado en un completo desconocido y ahora su imprudencia lo estaba abofeteando de lleno en el rostro.
Haber visto a su hija llorar con tanto dolor durante tantos minutos, le hizo recordar el último momento que pasó con su madre, justo aquel instante en el que en su lecho de muerte le había jurado a Minerva que cuidaría de Aurora por ambos. Y ahora él se daba cuenta de que había fallado miserablemente.
—Bruno. —El rubio alzó su mirada hacia el llamado de Cassandra, quien se encontraba de pie frente a la puerta de la habitación—. Daciana acaba de llegar.
Bruno le dio una última mirada a la pequeña rubia que se había quedado dormida por el cansancio de tanto haber llorado, se acercó a ella y le dio un suave beso en la frente antes de salir de la habitación. Le gustará o no había llegado la hora de hablar con Daciana y enfrentarlo todo.
Estaba consciente de que Daciana no era responsable por los actos de su hermano, pero aun así le quedaba muy claro que manejar la situación le iba a hacer muy difícil.
Bruno bajó las escaleras con lentitud hasta llegar a la sala, ahí ya lo esperaban Cassandra y una intrigada Daciana.
—¿Qué pasó? —preguntó la morena poniéndose de pie al notar la angustiosa expresión que se reflejaba en el rostro del hombre—, ¿dónde están mi hermano y Aurora?
—Tu hermano —pronunció Bruno con odio. Apretó los puños tratando de calmarse—, tu hermano le hizo daño a mi hija.
—¡¿Qué?! —Daciana exclamó sin entender—. ¿De qué estás hablando?... Debe haber un error, mi hermano sería incapaz de hacerle daño a Aurora —negó firmemente convencida.
Los ojos azul grisáceo de Bruno la miraron esperando aquella respuesta, era tan obvio que Daciana no aceptaría tan fácil las acciones de Dante, después de todo él era su hermano.
—Dante, intento violar a mi hija —dijo con la mandíbula apretada—, y ha estado sobrepasándose con ella durante días.
Una extraña e irónica risa brotó de los labios de Daciana.
—Eso no es verdad, ¿de dónde sacaste esa estupidez? —Exclamó alzando la voz.
—No es ninguna estupidez —Cassandra intervino—, Aurora le dijo a Fane sobre las cosas que tu hermano ha estado haciendo. Esta tarde fui a buscarla para hablar con ella, porque me preocupo mucho con lo que Fane me dijo. —Un nudo se formó en la garganta de la castaña—. Cuando llegue escuche a Aurora gritar y cuando entre a la casa. —Una lágrima escapó de sus ojos ámbares—. Dante estaba sobre ella tocándola de una manera totalmente inapropiada y si yo no hubiera llegado...
—No —Daciana la interrumpió negando—, estás mintiendo —señalo—, mi hermano es incapaz de hacer algo tan monstruoso como eso.
—Sé que es duro de aceptar, pero él lo hizo. Mira —dijo Bruno señalando el rostro de Cassandra especialmente el gran moretón que se había formado en su mejilla—, tu hermano la golpeó cuando lo descubrió.
Daciana suspiró mientras rodaba los ojos.
—Estás mintiendo —dijo mirando directamente a Cassandra—, no sé por qué lo haces, pero estás mintiendo —desvió su mirada hasta, Bruno—. ¿Dónde está, Aurora? Hablemos con ella, estoy segura de que dirá que mi hermano no ha hecho nada.
—Daciana...
—Quiero hablar con Aurora —exigió.
—Está dormida y no está en condiciones de hablar contigo —respondió Cassandra. La pequeña aún estaba demasiado alterada y ella sabía que lo que Daciana le preguntara solo la iba a inquietar aún más.
—No quieres que hable con ella —dijo cruzándose de brazos—, ¿por qué? Tienes miedo de que diga que estás mintiendo.
—Daciana, Cassandra no está mintiendo, yo mismo hablé con Aurora.
—¡Già abbastanza! —exclamó realmente molesta—. Dejen de intentar culpar a mi fratello —les dio una mirada de odio a ambos, e inmediatamente y sin pedir consentimientos, Daciana se dirigió hacia las escaleras en búsqueda de la pequeña niña—. ¡Aurora! Aurora —comenzó a gritar a todo pulmón.
—¿Qué estás haciendo? —dijo Cassandra alcanzándola hasta sujetarla del brazo para impedir que avanzara más—. No puedes gritar y pasearte por mi casa como si fuera tuya.
—Pues tú entraste a donde nadie te llamó —respondió soltándose del agarre de la castaña con brusquedad.
—Ya basta —dijo Bruno interponiéndose entre ellas, pues ninguna de las dos se había percatado de que con los gritos de Daciana, Aurora se había despertado y ahora se encontraba en una esquina mirándolos completamente asustada.
—Aurora —pronunció Daciana con esperanza cuando se percató de la presencia de la niña, dio un par de pasos hacia ella—, por favor diles que mi hermano no te ha hecho nada malo. —La pequeña miró a los adultos frente a ella y en especial a Daciana, quien la observaba con demasiada intensidad, casi alcanzando la desesperación—. Por favor dilo, diles que él no te hizo nada, Dante nunca te haría daño.
El solo hecho de escuchar el nombre de Dante hizo estremecer a la pequeña niña, y a pesar de que ella no pronunció palabra alguna, el miedo es un sentimiento que no se puede ocultar. Pronto los ojos de la niña se empañaron de lágrimas al recordar lo sucedido y sus labios comenzaron a temblar. Solo bastaba con ver su reacción al escuchar ese nombre para saber cuál era la respuesta.
Daciana negó en medio de un suspiro lastimero.
—¿Por qué mientes, Aurora?... ¿Por qué me haces esto? —Las preguntas acusatorias salieron de su boca en un torrente de veneno—... Te he tratado como si fueras mi propia hija... ¡Eres una maldita mentirosa! —gritó con rabia, sintiendo que el mundo entero iba contra ella. Ante su arrebato de furia, la pequeña retrocedió asustada y pronto el llanto se hizo presente—. Mi hermano no te hizo nada, todo esto lo inventaron tú y Cassandra para impedir que me case con tu padre.
—¡Ya basta, Daciana! —Bruno, alzó la voz—. No te voy a permitir que llames mentirosa a mi hija.
Cassandra le dio una mirada molesta a la morena mientras se acercaba a Aurora y la levantaba en brazos abrazándola a su pecho.
—Pero... les vas a creer —susurró Daciana con voz decepcionada y al borde del llanto—. Bruno, date cuenta de que ella está mintiendo.
—Por supuesto que le voy a creer, estás hablando de mi hija y ella es lo más importante para mí —Bruno, se detuvo momentáneamente meditando la dura decisión que acababa de tomar y las decisivas palabras que estaba por pronunciar—. Es obvio que tú no vas a dejar de defender a tu hermano y yo jamás voy a dudar de mi hija. —Le dio una corta mirada a Cassandra y a Aurora, y en medio de aquella mirada silenciosa le hizo saber a la castaña que sacara a su hija de ahí—. Nuestro compromiso se terminó —pronunció ante la incredulidad en el rostro de Daciana—. Dile a tu hermano que esto no se va a quedar así.
—Bien, si eso es lo que quieres —murmuró Daciana con un nudo en la garganta mientras caminaba hacia la salida—. Solo espero que algún día no te arrepientas de haber creído en las mentiras de Aurora —dijo dándole una última mirada cargada de resentimiento.
—Lo que en verdad quiero es que no seas tú quien en un futuro se arrepienta por haber confiado ciegamente en Dante —susurró Bruno mientras la veía partir.
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Aurora
General FictionVERSIÓN 2023 DE MUÑECA DE PORCELANA. Aurora no tenía la culpa, su inocencia no le permitió ver el verdadero monstruo que la acechaba. Ella era una niña, era inocente, era infantil, su alma llena de pureza, no veía la maldad que la rodeaba. Ella son...