3 | LA INOCENCIA BRILLA Y LA OBSCURIDAD ASCIENDE

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Abril, 1994

Dos niños jugaban en el jardín de una bonita casa azul. Ambos pequeños corrían sin parar mientras eran observados por Cassandra, quien cuidaba de un pequeño y travieso Trevor de casi cuatro años.

—Niños, tengan cuidado —llamó Cassandra observándolos desde el porche de la casa.

Las risas de los niños inundaban todo el lugar, apoderándose por completo de las emociones de paz y felicidad que albergaba aquella dulce tarde.

Todo en ese día se sentía bien. Justo como la calma antes de la tormenta.

—¡Mamá!, ¡mamá! —comenzó a llamar un pequeño Fane mientras corría hasta el porche siendo perseguido por una pequeña Aurora.

—¿Qué pasa, cariño? —Le preguntó Cassandra observando la expresión de ambos. Los ojos verdes del pequeño castaño brillaban intensamente al igual que su contagiosa sonrisa, mientras que la pequeña rubia observaba al pequeño Fane con un tierno puchero en el rostro.

—Mamá, ¿verdad que Aury es mi novia? —Preguntó el niño entusiasmado.

—Eso no es cierto —negó la pequeña niña con las mejillas totalmente sonrojadas.

—¡Claro que sí! —refutó el pequeño—. Y cuando seamos grandes nos vamos a casar.

Cassandra sonrió ante la terquedad de su hijo, pues aquella no era la primera vez que aseguraba ser novio de la pequeña rubia.

—Creo que aún son muy pequeños para asegurar eso —trató de explicarle Cassandra con dulzura—. Además, no creo que Aurora quiera que seas su novio ahora.

—Claro que sí, porque Aury me dio un beso aquí —dijo señalándose la mejilla con su pequeña mano. Con cada palabra dicha por Fane el sonrojo de la pequeña rubia aumentaba un poco más.

—¿Eso es verdad, Aurora? —Le preguntó Cassandra con diversión.

—Sí —admitió la pequeña con timidez—. Fane me regaló todos los gusanos que consiguió.

— Sí, y yo los atrapé todos —aceptó el pequeño con orgullo.

—¡Ay, mis niños! —Murmuró Cassandra con cariño mientras los envolvía a ambos en un abrazo.

—¡Mamá! —lloró Trevor yendo hasta ellos.

—Mi bebé celoso, a ti también te amo —exclamó uniéndolo al pequeño grupo.

—¡Mamá! Trevor me pateó —acusó Fane separándose del abrazo.

—Mami mía —exclamó Trevor con las mejillas infladas en un puchero mientras se abrazaba con fuerza a Cassandra.

—Cariño, no debes golpear a los demás, hacer eso no está bien —lo reprendió Cassandra con suavidad—. ¿Te portarás bien?

—Shi.

—Eso es —sonrió—. Mamá los quiere a todos por igual.

El silencio se hizo presente por unos segundos entre los pequeños ante las palabras dichas por Cassandra.

—Se me ha ocurrido una idea —dijo Cassandra con alegría y con la intención de levantar los ánimos— ¿Qué les parece si todos vamos a preparar galletas?

—¡Sí! —exclamaron los tres niños a coro.

[***]

Un largo rato había pasado y el sol ya había comenzado a atenuar su luz desde que los cuatro habían entrado a la cocina con el objetivo de preparar las ansiadas galletas.

AuroraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora