Día 4: Tiempo a solas

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Gimió aferrándose a las sábanas de la amplia cama, ladeó levemente su rostro hacia ella y se sacudió con sus ojos repletos de lágrimas de deseo.

Cada parte suave y sensitiva que Vaggie tocaba, ardía y la hacía estremecerse de placer. La morena mantuvo su cuerpo por debajo, abrazó su cintura desde atrás y posó con suavidad sus pechos contra su columna.

Esa era la princesa del infierno, la rubia que temblaba de placer debajo de ella. Sumisa, pasiva, perdiendo el control cada vez que sus dedos se paseaban y descubrían la fragilidad de sus puntos débiles.

Charlotte era una mujer después de todo.

Vaggie apreció su desnudez y su piel blanca y húmeda, su trasero con unas lindas nalgas redondas y la extensión de su espalda de la cual se resbalaban gotas de sudor. Sus preciosos cabellos rubios se pegaban a su piel, estaba ardiendo y gemía cada vez más perdida entre el morbo y la exitacion de la situación. Charlie se desplomó contra las sábanas, alzó un poco su trasero y su novia se atrevió a morder su hombro y bajar su mano hacia su sexo.

Deslizó sus largos dedos entre sus muslos internos. Se paseó por su suavidad y comenzó a abrir levemente sus labios vaginales, presionó su clítoris para corroborar su estado y la rubia gimió fuerte contra la almohada, sonrojada y jadeante a más no poder. Era muy pequeño pero estaba erecto, sensible y a merced de todo lo que iba a hacerle su preciada pareja.

La rubia apoyó sus pechos blandos contra las sábanas, cerró sus ojos demasiado excitada y sucumbiendo ante el placer de aquellos dedos expertos que comenzaban a entrar y revolver sus entrañas. Gimió quebrando su voz pero alzando su trasero y arqueando su espalda, dejandose llevar por aquella lujuria que no hacía más que crecer.

Sus fluidos tibios se estaban deslizando entre sus piernas. Los hilos de su propia lubricación caían entre sus muslos internos hasta sus rodillas, Charlie escuchaba el sonido de los dedos entrar, salir y revolver la extensión de su cavidad... El morbo la estaba corrompiendo, sollozó en medio de un gemido y sintió una fuerte oleada de calor sacudir su pelvis y el resto de su cuerpo.

Si seguía de esa forma... Enloquecería de placer.

La morena la volteó sorpresivamente y le abrió las piernas, sumergió su rostro en su pelvis suave y comenzó a chupar y lamer la extensión de la abertura de sus labios vaginales, deslizando la punta de su lengua y succionando con perversión y deseo. Aquellos sonidos húmedos se oyeron claramente dentro de toda la habitación. La morena mantuvo sus muslos bien abiertos y no dejaba que su novia cerrara las piernas. Vagatha cerró los ojos y comenzó a lamer y a chupar su clítoris, el cual palpitaba impaciente por ser atendido.

Las caderas de Charlie subieron, se sacudió en un espasmo involuntario y comenzó a gemir incluso más fuerte y agudo, cerrando sus ojos con fuerza y causando que sus pechos subieran y bajaran rápidamente debido a su agitada e irregular respiración. 

La lengua de Vaggie lamía por todos lados, era caliente y mojada, le comía la vagina como una experta y jamás sintió esa abundante cantidad de placer antes. Ningún hombre la hizo gemir así, ningún hombre la había tocado en dónde más le gustaba. Pero Vaggie la conocía de memoria y era la única que sabía cómo hacerla tener orgásmos uno tras otro.

Charlie se sacudió entre espasmos involuntarios. Si seguía chupando de esa forma entre sus piernas y lamiendo su clítoris, su mente se perdería para siempre en ese placer adictivo y sin fin. La forma en como su novia la tomaba la volvía loca, volvió a sacudirse sintiendo que estaba por llegar. Apretó sus labios y estiró su cuello hacia atrás, ya no podría resistir por más tiempo.

La contraria sonrió con satisfacción, subió un poco su rostro por la desnudez de su cuerpo, lamiendo su vientre y estrujando una de sus firmes nalgas blancas con su mano en mitad de su camino. Entonces rodeó su cintura con una de sus manos, levantó su pelvis y la hizo arquearse, besó el pequeño espacio entre ambos pechos y al mismo tiempo, volvió a meter sus dedos adentro con su mano libre.

El conjunto de estímulos hizo desfallecer a la princesa, la morena sonrió confiada al darse cuenta de la forma absurda en como Charlotte se dilataba entre sus dedos y no podía dejar de mojarse. Empezó a entrar y salir con su dedo medio, mordió uno de sus pechos redondos y suaves y se sumergió enteramente en su cuerpo y en el erotismo que estaba desprendiendo. Dejó de pensar en que era la princesa del infierno, en su pureza o en lo ingenua que podía llegar a mostrarse.

En ese momento, era una mujer guiada por su placer y sus instintos más bajos. Y le pertencía de esa forma.

Charlie gritó y se arqueó incluso más fuerte, tembló al mismo tiempo que su cuerpo se contrajo entre fuertes espasmos y se corrió entre los dedos de su novia. Largó gemidos delicados y femeninos hasta el último segundo de su orgásmo, finalmente derrumbándose en la cama y jadeando extenuada por lo fuerte y bien que se había sentido.

Sin embargo, dirigió una mirada suplicante hacia Vaggie, quien se echó a un lado para apreciar la belleza de su cuerpo y de su expresión luego de hacerla correrse. La rubia tomó una de las manos de su novia, con un semblante algo avergonzado pero al mismo tiempo honesto. Aproximó su mano a su pecho, la obligó a que sujetara su seno otra vez. La observó de forma lujuriosa e impaciente, porque necesitaba aún más.

No te preocupes, cariño. Apenas estamos empezando.

Vaggie se volvió a unir a su cuerpo y mientras enterraba sus dedos en uno de sus pechos, se atrevió a besar sus labios y a consumir su sabor. Charlie gimió dentro del beso, pero abrazó su cuerpo en busca de más contacto íntimo. Se había vuelto adicta a su forma de someterla.




# Chaggie WeekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora