☆《Cʜᴇsᴛᴇʀ Bᴇɴɴɪɴɢᴛᴏɴ》☆

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Cuando mi hora llegue, olvida las veces que me equivoqué. Permíteme dejar algunas razones para ser extrañado.

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El sitio detrás del escenario: lugar lleno de los sueños con los que alguna vez alguna estrella empezó, se convierte en su peor pesadilla después de que un grave fan consigue pases de backstage para invadir ese espacio privado.

Del azul purpurina cual el diamante recién guardado por George Harrison, así eran las luces que alumbraban aquel que, por una vez, no sería el infierno en muerte de un artista por la llegada de su admirador anteriormente secreto.

Sin más preámbulos o presentaciones previas, en el largo acto del que ya Lucy casi se agotaba mientras acoplaba sus sentidos a la repetitiva narración, observó ella a Chester Bennington recostado en el suelo y apoyado de sus pies contra la pared.

Gozaba del exquisito sabor de un caramelo de fresa entre sus labios como un tierno niño; y seguía cantando la canción que otra verdadera menor culminaría después:

—I like the unicorns…

—And you like the lollipops, oh yeah!

—Oh yeah!

Aquel último lo recitaron juntos en medio de una sonrisa, a la que la pelirroja respondió tomando la misma posición que él y mirándolo al rostro, sin necesidad de un par de ojos de cachorrito. Él, por su parte no dudó en ofrecerle probar de su piruleta cual inocente infante de inmediato.

—¡Wow, gracias! —exclamó la adolescente que ni siquiera había pedido ese dulce, rememorando su propia infancia—. Cuando era pequeña solía comerlas todo el tiempo… Aunque es un poco triste cuando recuerdo que me las llevaban al hospital.

—Olvida eso —negó el músico—. Fuera como fuera, al menos disfrutaste de ellas y no de la marihuana, el alcohol, opio, cocaína, metanfetaminas y LSD. Todo mientras afrontabas el divorcio de tus padres luego de que cumplieras nueve años y él se llevara tu custodia.

—Olvida eso tú, Ches, no tiene nada que…

—De cualquier forma logré superarlo todo luego, así que eso lo convierte en una anécdota feliz, ¿verdad? —preguntó entre risas— Una anécdota feliz con un pequeño toque triste, como tu historia de las piruletas y el hospital. ¡Toda trama aparentemente alegre y buena siempre tiene algún dato oscuro detrás de ella!

—Sí… —logró imaginar la niña, encogiéndose de hombros un poco— Me figuro que también tenías que encontrar una forma de empezarme a contar, ¿no?

—Lo hice porque quiero terminar rápido, al menos con la parte de la estúpida infancia que me fue literalmente violada —afirmó con los castaños ojos fijos en el tejado de luces salpicadas en purpurina—. Tampoco creo que quieras escuchar una historia de abuso sexual y otro sueño cliché por la música de un niño que quería pertenecer a los Stone Temple Pilots, especialmente la primera parte de todo el cuento.

Lucy simplemente se abrazó a su pecho aprovechando la posición, sin saber qué decir ni hacer. Debía aprovechar el poco tiempo con Chester, porque algo en su interior le repetía que concluiría rápido, que muchas cosas aquel artista omitiría antes de contar y que aún después de muerto, con su caramelo en representación de la infancia perdida, él no sería tan feliz cual el mayor resto de las estrellas con la llegada momentánea de la niña.

☆ Lᴜᴄʏ Iɴ Tʜᴇ Sᴋʏ Wɪᴛʜ Dɪᴀᴍᴏɴᴅs ☆࿐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora