☆《Wɪᴛʜ Dɪᴀᴍᴏɴᴅs (Lɪʟ Eɴᴅɪɴɢ)》☆

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Y así caía ella hacia la infinidad, sentada y abrazando sus piernas sobre la hierba de un campo de fresas conocido. Parecía haberse quedado dormida en aquella extraña posición, con un nuevo vestido celeste cual su propio cielo, pero estampado con adornos donde no faltaban los colores de todos los viejos diamantes en su entorno.

Sus ojos se habían abierto nuevamente, al escuchar la misma canción del inicio en la guitarra de San Pedro. Era su canción, más dedicada a ella que nunca y tal como si jamás hubiera salido del lugar donde el camino comenzó.

La única diferencia, aparte de la rara sensación de euforia y la hermosa vestimenta nueva; era que a su alrededor se mostraba espléndido un círculo de diez preciosos y resplandecientes colores, diez joyas con diez experiencias inolvidables y una vida por recorrer otra vez, al parecer interminable.

El acogedor violeta, el naranja arrollador, el rosa pálido, el verde selvático, el blanco de la paz, el pasional rojo, el amarillento caoba, el azul purpurina, el negro de la oscuridad y el marrón de una madera de árbol; resplandecían para ella y parecían sonreír a su par.

Era como si los rostros conocidos se reflejaran en ellos, como si la saludaran desde sus propios paraísos otra vez, o estuvieran unidos esperando de nuevo la llegada de la chica con el Sol en sus caleidoscópicos ojos, que ya se había marchado y aún así colmaba de alegría un universo antes casi aburrido.

No hubo un intercambio de palabras junto al guitarrista ángel guardián, ni nada más que una risilla al sentir diez veces consecutivas el cosquilleo de aquellas piedrecillas adhiriéndose a su cuerpo. Ahora sí, ¡ahora ya no era solamente Lucy en el cielo, sino que también tenía diamantes y estos vivían dentro de ella!

Sabía que estaba a punto de volver a casa, completando su aventura y su tarea, como desde el principio le habían hecho prometer cumplir. ¡Estaba feliz! ¡Feliz como no había estado desde hacía casi diez años atrás! Se abrazaba a sí misma de manera que si abrazase a todos aquellos que vivían, no sólo en su interior, sino también en el de un montón de Lucys de ambos géneros humanos esparcidas alrededor del universo, que continuarían su legado a medida que los siguiesen memorando.

El final le llegó a la de rojas ondas con la última bendición y el caluroso beso del ángel común. Lucy regresó a cerrar sus rojas pestañas tal cual durante la última ocasión y vio cómo se iluminaba de nuevo el último pasito del túnel, pero no con aquella luz a la que en otro tiempo hubiera temido…

De repente se hallaba, ¡rodeada y despierta!, en aquella blanca habitación de hospital. No tenía, en ese momento de inmenso júbilo compartido, noción de si en realidad había experimentado la muerte, o tan solo soñado una gran anécdota que no contaría jamás. Lo único de lo que estaba consciente, era de que prefería guardar toda la historia para ella… y por supuesto, los diez épicos diamantes que volvían a formar parte de su vida.

Fin

☆ Lᴜᴄʏ Iɴ Tʜᴇ Sᴋʏ Wɪᴛʜ Dɪᴀᴍᴏɴᴅs ☆࿐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora