☆《Gᴇᴏʀɢᴇ Hᴀʀʀɪsᴏɴ》☆

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Este mundo es un pastel de cumpleaños, así que toma un pedazo, pero no demasiado.

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El sonido de un sitar era el que la llamaba ahora, oyéndose claro y cercano desde el lago azul reflejo del nublado cielo bajo el que estaba ella, con sus piececitos descalzos dentro del agua, a la entrada del Taj Mahal.

Un blanco mausoleo musical de cúpulas se elevaba a la derecha de sus ojos, al final de la pequeña porción de un pasillo camino de piedras aún por recorrer; y el sitar se acrecentaba como el único instrumento, tocando las notas que ya conocía con antelación, sacando en medio de una sonrisa sus extremidades de la cálida humedad y haciéndola correr entre los verdes arbustos mientras el panorama completo se tornaba del mismo azul que el cielo en el nuevo paraíso.

De un hermoso color caoba había sido el diamante anterior, casi como el lindo cabello de su antiguo portador, en la casa de Aberdeen atrás ya dejada. Había estado entre sus manos antes de que el sitar la guiara, ordenándole correr, y había estado mirándolo reflejarse en el lago cristalino antes de guardarlo en la pequeña bolsa.

Al llegar no contaba con que seguía siendo el mismo día y la misma hora que el dueño de aquel mundo deseaba, a través de la puerta principal del mausoleo, sentado en el suelo con una vestimenta clásica de colores hindúes que en otro tiempo había ocupado, en la que predominaba su morado predilecto.

Ahí estaba él, dignándose a dejar de tocar sólo al verla, para abrir los brazos e invitarle a unirse a su confortable hogar nuevo.

—¿Sabes a cuánto estamos hoy? —cuestionó George en cuanto concluyó el abrazo y tanto él como Lucy quedaron sentados sobre la blanca manta.

—Ni idea, no… No creí que existieran fechas aquí —negó y ladeó confusa.

—En mi aquí sí, y es 24 de febrero de a las 11:50 AM exactamente; siempre así a pesar de que el día y la noche se alternen o el cielo esté claro u oscuro —expresó con unos ademanes, de manera poética—. En la vida nunca supe que había nacido en ese momento hasta días antes de morir y por eso siempre lo celebré el veinticinco, hasta que ahora lo sé —se encogió, después de terminar su historia.

La historia sonaba triste desde alguna perspectiva específica, pero en cuanto al rostro feliz del músico que alisaba sus bigotes y largo cabello luego de concluido un fragmento, parecía significar todo lo contrario.

Lucy estaba dispuesta a no interrumpirlo a menos que lo requiriese y dejarlo continuar, como uno de sus Beatles favoritos y como un amigo que platica la historia de su vida al símil tiempo.

Con las piernas en cruz sobre la manta, la clave era callar, porque el silencio significaba paz, tranquilidad y atención plena, sobre todo en una cultura como la que el Taj Mahal representaba; y habría que respetarlo.

—Es curioso que ni siquiera supiera cuál era mi verdadero cumpleaños y tuviera de todos los chicos la infancia más feliz. ¡Mi familia era normal, absolutamente normal! Padres trabajando para mantenernos, hermanos fastidiándome, lo típico… —fue explicando poco a poco— ¿Pero sabes qué es más curioso aún?

Preguntó, cubriendo su boca para no delatar la risa. ¡Lucy no creía haber visto a otra estrella tan emocionada de contar su propia historia! Así que no hizo más que apartar el cabello rojo de sus ojos, impidiéndole ver aquel rostro adorado de Harrison, y negar ante el cuestionamiento de este.

☆ Lᴜᴄʏ Iɴ Tʜᴇ Sᴋʏ Wɪᴛʜ Dɪᴀᴍᴏɴᴅs ☆࿐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora